Desarrollo, educación y sociedad

Por  Eneida Nora Guajardo Santos | Publicado el 03-12-2014

Una de las funciones más importantes que incumben a la sociedad, afirma Delors, (1997), consiste en lograr que la humanidad pueda dirigir cabalmente su propio desarrollo. En efecto, deberá permitir que cada persona se responsabilice de su destino a fin de contribuir al progreso de la sociedad en la que vive, fundando el desarrollo en la participación responsable de las personas y las comunidades.

El desarrollo no es solo un fenómeno económico (Todaro, 1988), sino que va más allá del puro aspecto material o financiero de la realidad. Se debe ver como un proceso multidimensional que lleva consigo la reorganización y reorientación de los sistemas económicos y sociales. El desarrollo da lugar a transformaciones importantes de las estructuras institucionales, sociales y administrativas. En cierto modo, modifica las actitudes de las personas, incluso, sus costumbres y creencias. 

El tema de la educación es quizás de los que más consenso ha logrado en lo que a sus efectos socioeconómicos se refiere, pero también de los más complejos en la determinación formal de sus relaciones causa efecto. Durante toda la vida el individuo aprende en el espacio social de la comunidad a la que pertenece. Por definición varía no solo de un sujeto a otro, sino a lo largo de la vida de cada individuo. En este caso la educación se basa en la voluntad de convivir y fundar la cohesión de grupo en un conjunto de proyectos comunes; así pues, la vida asociativa, la pertenencia a una comunidad religiosa, la actividad política contribuye a esta forma de educación.

Es cierto que los enormes retos que enfrenta la educación solo podrán asumirse si intervienen en este complejo proceso todos los actores sociales, como son la familia, las comunidades locales, los grupos organizados, los medios de comunicación, los partidos políticos, etc. Pero el Estado sigue siendo el principal sujeto de todo este proceso y sigue teniendo un papel que cumplir, papel que no sustituye el de los actores sociales.

Pero, ¿cuál es la relación que existe entre desarrollo, educación y sociedad? En palabras de Ferrero (1988), no se puede analizar la relación que existe entre la educación y el desarrollo sin relacionar explícitamente la estructura del sistema educativo con el carácter económico y social de los países en desarrollo, donde este sistema se halla sumergido. Los sistemas educativos reflejan la naturaleza última de la sociedad. Si la sociedad es muy desigualitaria en su estructura económica y social, el sistema educativo reflejará probablemente esta desigualdad señalando quiénes son los que pueden continuar el proceso educativo. Al mismo tiempo, la educación puede influir de varias formas sobre la configuración y la dirección para el futuro de la sociedad. De esta manera, la relación entre la educación, sociedad y desarrollo constituye un proceso de doble sentido. Como sea que los sistemas educativos reflejen la estructura socioeconómica de la sociedad en la que actúan, tienden por ello a reproducir, reforzar y perpetuar esa estructura económica y social. Por otro lado, una reforma educativa renovada inteligentemente, tendría un gran potencial para provocar las correspondientes reformas económicas y sociales en la nación en su conjunto.

Es ingenuo pensar que solamente educando a una sociedad se asegura un crecimiento económico permanente, independientemente del funcionamiento de las instituciones del país. El capital humano es uno de los varios factores que se combinan durante el proceso productivo, y que la alta capacidad de uno de ellos no asegura el éxito del proceso que genera la riqueza. La educación desempeña un papel muy importante al considerársele como un detonador del desarrollo, sobre todo, la educación para el trabajo, ya que ha incidido muy positivamente en el desarrollo económico, pero en mucho menor medida en el desarrollo social. Esto puede ser porque la política salarial dividida en nuestro país ha impedido una mayor distribución de la riqueza creada por el trabajo.

Sin embargo, en ocasiones el funcionamiento del sistema educativo incrementa la desigualdad y prolonga la pobreza (Todaro, 1988), esto sucede en los países en desarrollo que se caracterizan por una distribución muy desigual de la renta personal, por unas tasas de matrícula considerables en la educación secundaria y una educación superior subvencionada. Sin embargo, esto no se debe al sistema educativo en sí mismo sino a la estructura institucional y social en la que el sistema actúa. De manera específica, mientras el acceso a los puestos de trabajo se base casi exclusivamente en títulos educativos independientemente de la relación entre años de escolarización y rendimiento en el puesto de trabajo y mientras la renta familiar sea el criterio fundamental para determinar quién puede ascender por la escala educativa hacia unos puestos de trabajo bien pagados, los sistemas educativos financiados por el estado solo servirán para reproducir la estructura económica y social desigualitaria que, al menos en teoría, deberían combatir pues para ello fueron diseñados. La igualdad de oportunidades educativas puede significar muy poco si los activos financieros y las oportunidades de obtener renta están distribuidos de forma muy desigual.

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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