El Universal informa que la lluvia de balas cayó de súbito sobre los comensales que conversaban con Raymundo Isidro Castro Salgado El Rayaquel 13 de abril en el restaurante Los Estanques, en Cuautla. Surgieron de dos flancos para atajar cualquier salida del hombre considerado por el gobierno federal como líder del Cártel Jalisco Nueva Generación en Morelos.
Pero de alguna forma El Ray sorteó el cerco de balas y huyó del lugar mientras en el restaurante yacían los cuerpos sin vida de dos niñas, una mujer y un joven. Al paso de los días murieron otro menor de cinco años y una mujer adulta a consecuencia de los impactos de bala. Otras 10 personas resultaron lesionadas.
Un informe extraoficial resalta un aspecto de gran valía para los investigadores: de entre los comensales atacados surgió la mano de un hombre con un teléfono móvil y la cámara de video activada. Los victimarios lo descubrieron y le dispararon, pero no lo mataron.
La bitácora de investigación destaca ese aspecto porque con el video que grabó el teléfono, pero sobre todo con la voces que se escuchan cuando la pantalla se volvió a negro, fue suficiente para identificar una serie de números telefónicos, entre ellos el móvil de El Ray.
Desde el inicio de las investigaciones, la Fiscalía Especializada contra el Secuestro y la Extorsión de Morelos (FESEM) compartió sus avances con la Policía Federal, la Fiscalía General de la República (FGR) y la Fiscalía General del Estado de Puebla. En coordinación decidieron buscar y detener a El Ray, luego de aquella tarde de sábado, cuando sus adversarios llegaron al restaurante de mariscos para intentar matarlo mientras compartía mesa con las familias de dos médicos de la zona oriente del estado.
Los datos que obtuvieron los agentes especializados concluyeron que El Ray invitó a comer a los médicos para agradecer un gesto de atención hacia sus familiares en momentos difíciles de salud.
El fiscal general del estado, Uriel Carmona Gándara, planteó la hipótesis de que el encuentro de El Ray con los galenos tuvo la intención de ser privado y por eso pidieron a los meseros colocar una mesa en la parte posterior del negocio, junto a unos lavaderos y unos botes para vaciar los desperdicios.
Un mantel de plástico de rayas de color blanco y anaranjado cubrió la mesa, y sobre su superficie quedaron algunos platillos que degustaban antes de sufrir el embate del grupo armado. Una copa con coctel de mariscos permaneció sobre la superficie después de la balacera.
Voces y números. Luego de la masacre llegaron los Servicios Periciales y reunieron los elementos de prueba. Buscaron huellas y levantaron unos 80 casquillos percutidos de diferentes calibres.
El teléfono fue entregado a la Fiscalía contra el Secuestro y la Extorsión y a partir de ese día los agentes especializados pasaron largas jornadas en la revisión del video y la escucha de las voces captadas.
De todos los sonidos grabados, alcanzaron a descifrar la pronunciación desesperada de la palabra “llámale” y enseguida el dictado de números con prefijos telefónicos de los municipios de la zona sur del estado.
Uno de esos números llamó la atención de los agentes, pero faltaban las dos últimas cifras, y mediante combinaciones descubrieron que se trataba del móvil de El Ray, cuyo teléfono nunca dejó de utilizar después del ataque en su contra. Luego mantuvieron la escucha de las conversaciones para identificar el sitio donde se escondía.
Con la línea intervenida, la Fiscalía Especializada ubicó a El Ray en un hotel de Puebla donde se refugió tras escapar de Morelos, pero antes fue atendido por un médico por la herida que le provocaron los pistoleros.
El hombre alquiló un cuarto y vivía solo, sin visitas. De ellos dieron cuenta los trabajadores del hotel, pero para asegurar que se trataba del mismo hombre buscado por las autoridades, el equipo de investigación multidisciplinario infiltró gente en el hotel y así certificaron que estaba solo.
El Ray gustaba de viajar en un Mercedes Benz blindado, el mismo vehículo en el que lo detuvieron la tarde del martes 7 de mayo en la capital de Puebla. Los agentes federales informaron que el hombre transportaba al menos un kilo de cocaína en la cajuela del auto.
El Ray fue llevado a la FGR y después lo trasladaron al Centro Nacional de Arraigos, en Morelos, a un costado de la delegación federal.
Ahí esperó su presentación ante el juez de Control para conocer los delitos que le imputan, y mientras eso ocurre, la fiscalía estatal buscaba en los archivos las carpetas de investigación que obran en contra de Raymundo Castro para presentarlo ante el juez de Control.