RTVE informa que el otoño y su rutina han vuelto. Un año más, las horas de luz irán descendiendo poco a poco, dejando atrás aquellas noches tempranas de playa y piscina a pleno sol. Un cambio de ambiente al que se suele reaccionar con falta de energía y desmotivación y que, en ciertos casos, puede llevar incluso a desarrollar un trastorno afectivo estacional, es decir, una depresión temporal.
Con menos horas de luz, el cerebro produce niveles más bajos de hormonas tan importantes como la melatonina, que juega un papel crucial en el ritmo circadiano, explica la doctora Guadalupe Blay. No obstante y según la responsable del Grupo de trabajo de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), algunas personas son más sensibles que otras al comienzo del otoño y sus síntomas no suelen ser graves: lo común es que se alivien con el paso de las semanas.
Tampoco es en principio preocupante la depresión estacional. "Es un síndrome que pasa temporalmente", apunta en esta línea el psicólogo Javier Barreiro, quien recuerda igualmente que no todas las personas lo sufren. En todo caso y aunque pueda ser incómodo, "nuestro cuerpo termina regulándose a nivel hormonal en unos días". Y tanto para dicha regulación como para evitar las molestias del desajuste, hay múltiples recomendaciones que facilitan la adaptación.
Hasta un 10% de la población sufre el trastorno afectivo estacional
El trastorno afectivo estacional (TAE) es un tipo de depresión temporal relacionada con los cambios de estación que suele empezar en la misma época del año y finalizan con la llegada del buen tiempo. De acuerdo a la investigación de diversos artículos Trastornos afectivos estacionales, “winter blues” (2015), es una patología frecuente en la práctica clínica habitual y la sufre en torno al 1 y el 10% de la población mundial.
Concretamente, se define como la presencia de episodios depresivos mayores recurrentes en una época determinada del año con remisión total posterior cuando es superada dicha estación y se diferencia de una adaptación normal a un cambio de estación en que sus síntomas son más acusados y se prolongan en el tiempo. "Se produce cuando ya son demasiado intensos", aclara el psicólogo Barreiro. Algunos de los más frecuentes en este trastorno son el exceso de sueño, el consumo compulsivo de alimentos ricos en hidratos de carbono, el aumento de peso y el desinterés por actividades que suelen realizarse por placer.
Para diagnosticar el TAE, la doctora Guadalupe Blay explica que las alteraciones deben presentarse al menos durante los meses de otoño o invierno de dos años consecutivos. Además, suele seguirle una hiperactividad en primavera y en verano y es más común en las latitudes norte altas, siendo su incidencia más frecuente en los países nórdicos. No obstante, se trata de un trastorno multifactorial en el que intervienen tanto factores ambientales (clima, latitud, factores sociales y culturales) como genéticos.
Cansancio, poca concentración y problemas de sueño: los síntomas
Sin embargo, y como detalla la médica Blay a RTVE.es, es normal sentirse algo decaído o presentar ciertos síntomas leves con la llegada del otoño sin que esto signifique tener un trastorno depresivo. Entre los más frecuentes, los expertos encuentran el cansancio, la dificultad para concentrarse y los problemas de sueño, que pueden verse incrementados con el cambio de hora que se producirá el próximo 30 de octubre.
"Influye en los cambios de humor, se está más irritable, más irascible y con menos ganas de nada", sugiere la médica. Los cuadros de nostalgia y tristeza, además, son algunos de los más característicos que los profesionales de la salud mental encuentran. La lluvia, el frío y la oscuridad normalmente llevan a pasar más tiempo dentro de casa y, "al disminuir las relaciones sociales, las endorfinas caen", aporta la profesional de Somos Psicólogos Beatriz González.
En cualquier caso, los síntomas habitualmente se superan en unos días o como mucho en algunas semanas: "Estamos preparados biológicamente para autorregularnos", dice al respecto el psicólogo. Sin embargo, los expertos recomiendan también controlarlos para identificar si puede estar desarrollándose un trastorno afectivo estacional que, sin ser especialmente grave, si es todavía más molesto.
¿Por qué y a quiénes afecta más el otoño?
La causa principal por la que el otoño puede alterar la salud de los seres humanos es la falta de horas de luz, coinciden los expertos. Su disminución afecta directamente a la segregación de melatonina y serotonina, dos hormonas esenciales para regular el sueño y el estado de ánimo y cuya caída hace que se esté menos activo y más decaído. "La vitamina D, además, es muy importante para el sistema inmune", y necesita la exposición al sol, aporta la médica.
“Los días nos parecen más monótonos y puede incrementarse la soledad“
Por su parte, la Clínica Universitaria Rey Juan Carlos explica en uno de sus artículos que la vuelta al trabajo y a la rutina, junto con la llegada del frío, suelen hacer que se salga menos de casa y se reduzca la vida social. "Los días nos parecen más monótonos y puede incrementarse la sensación de soledad o aislamiento en algunas personas", explica. Asimismo, se pueden sufrir problemas de salud puntuales debidos al cambio de temperatura y a la bajada de las defensas, lo que también puede tener un impacto en el ánimo.
En cuanto a si el cambio de estación afecta más a un grupo de población que otro, tantos los estudios como los expertos difieren. Mientras que algunos señalan que posiblemente tenga más incidencia en las mujeres jóvenes -por las alteraciones hormonales- y en las personas mayores, otros apuntan a la importancia de los factores genéticos o de los desequilibrios emocionales previos. "Influye mucho más en personas con problemas de ansiedad o depresión", ejemplifica González.
Recomendaciones para evitar los síntomas
Hay diversas recomendaciones que pueden seguirse para tratar de adaptarse mejor al cambio de estación y evitar caer en una depresión temporal. Entre ellas, los expertos consultados por RTVE.es señalan la importancia de aprovechar las horas de luz y hacer actividades fuera de casa, una suerte de "fototerapia" y "aire terapia", bromea Barreiro, que puede ser realmente útil.
Por otro lado, llevar una vida activa y realizar ejercicio regularmente ayuda a contrarrestar los efectos de la falta de luz, pues tiene un efecto directo sobre la serotonina y las endorfinas. También puede ser muy positivo basar la alimentación en frutas y verduras de temporada, que "nos van a dar todos los nutrientes que necesitamos" y quizás ayuden a escapar de algún que otro resfriado, sugiere la médica de familia Guadalupe Blay.
Es importante igualmente que el frío no impida la vida social, fuente de endorfinas que en los meses de otro e invierno se suele abandonar por aquello de "sofá, peli y manta". "Hay que seguir conectando con nuestros compañeros, con los amigos y con la familia", concluye Blay, "aislarse en casa no sirve de nada".