El increíble (y desconocido) rescate del 11S en Nueva York

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 15-05-2019

La vida de los estadounidenses cambió para siempre en menos de 20 minutos. En la mañana del 11 de septiembre de 2001, 19 terroristas de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones. Dos de ellos se estrellaron contra las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York. Cientos de personas murieron al instante. En total, 2.753 personas en Nueva York perecerían como resultado de los ataques. Los incendios permanecieron en el área 99 días después de lo ocurrido.

Si en Dunkerque fueron un grupo de anónimos y sus pequeñas embarcaciones los que ayudaron a darle la vuelta a una situación desesperada, en el ataque terrorista del 11 de septiembre ocurrió algo muy parecido.

A medida que el mundo entero presenciaba en directo el mayor ataque terrorista en suelo estadounidense por la televisión, se produjo un evento superlativo: la mayor respuesta coordinada del servicio de emergencia en la historia de Estados Unidos.

Ese día, más de 100 unidades de EMS y ambulancias privadas salieron en busca de supervivientes. La policía de Nueva York y la Autoridad Portuaria enviaron a más de 2.000 policías para asegurar el área. El FDNY despachó al menos 214 unidades, con alrededor de 112 vehículos, 58 camiones, cinco compañías de rescate, siete compañías de escuadrones, cuatro unidades marinas y docenas de comandos.

Muchos de estos trabajadores de emergencia no volverían. En total, 343 bomberos y paramédicos, 23 oficiales de la policía de Nueva York, y 37 oficiales de la Autoridad Portuaria morirían como resultado.

Y junto a toda esta ayuda profesional, hubo otro reducto de anónimos que llevó a cabo la evacuación marítima más grande y rápida de toda la historia, el alzamiento espontáneo de las tripulaciones a bordo de los transbordadores, barcos de pesca y embarcaciones turísticas, todos unidos para lanzar una evacuación no planificada en el puerto de Nueva York que entregó a casi 500.000 civiles varados fuera de la isla de Manhattan en menos de nueve horas.

De este evento poco conocido se dio cuenta hace unos años a través de un documental de Eddie Rosenstein, Boatlift, narrado por Tom Hanks. Como explica el actor en un momento del film:

Los barcos, generalmente una idea tardía en la mayoría de las mentes de los neoyorquinos, fueron, por primera vez en más de un siglo, la única forma de entrar o salir de lower Manhattan.

Se suele decir que los neoyorquinos no piensan realmente en Manhattan como una isla, ya que todo, desde lo básico hasta cualquier cosa que se les pase por la imaginación, es posible en Manhattan. Sin embargo, el 11 de septiembre de 2001, aquellos atrapados debajo del World Trade Center que no podían huir sin nadar, recordaran para siempre a alguna de estas embarcaciones.

Ese día la gente estaba saltando al río y nadando para alejarse de Manhattan. De hecho, muchos barcos estuvieron a punto de llevarse por delante a quienes trataban de huir por mar. Las paradas de transporte comenzaron un minuto después del impacto del primer avión, lo que restringió la capacidad de las personas para acceder libremente por una ciudad que cambió repentinamente.

A medida que el alcance y la escala de las terribles noticias que se desarrollaban en el World Trade Center se intensificaban, la policía colaboró ??con las agencias municipales para mantener Manhattan en un bloqueo inaudito, deteniendo los autobuses, el metro y los trenes de cercanías, así como el cierre de carreteras, puentes y túneles para evitar nuevos ataques.

Ocurre que el aislamiento de la ciudad también evitó que la gente pudiera escapar. Y mientras tanto, las condiciones empeoraron.

Al igual que los soldados en las arenas de Dunkerque, los civiles en Manhattan corrieron hasta quedarse sin tierra. Mientras tanto, los marineros corrían para encontrarse con ellos a lo largo de la costa. Accedieron y se detuvieron en todos los espacios disponibles para rescatar a las hordas que llegaban sin rumbo.

Los capitanes y la tripulación de las flotas de botes que rescataron a tantas personas el 11 de septiembre se reunieron sin tener idea de en qué se estaban metiendo, y por supuesto sin saber si volverían a atacar Manhattan en cualquier momento (y mucho menos a sus propios botes). Todo lo que sabían era que aquellas personas, desesperadas y angustiadas, necesitaban ayuda y no podían darle la espalda, incluso si eso significaba poner en riesgo sus propias vidas.

“Si flotaba, y podía llegar hasta allí, llegábamos hasta la persona”, comenta en el documental uno de los capitanes. “Nunca quería escuchar la palabra “debería haberlo hecho”, explicaba Vincent Ardolino, capitán del Amberjack V. “Le digo a mis hijos lo mismo, nunca pases por la vida diciendo que deberías haberlo hecho. Si quieres hacer algo, hazlo”.

“Acabo de dar la vuelta a mi bote”, cuenta en un momento dado Rick Thornton, capitán del ferry Waterway, recordando los segundos después de que una bola de fuego explotara en la Torre Sur. En lugar de hacer su ruta programada, dirigió el ferry hacia el sur. “No llamé a nadie por radio, no me registré con nadie a bordo para decir: ‘Me voy a desconectar’”. ... Mi instinto puro era simplemente ir al centro”.

Obviamente, antes de esa mañana, ninguna agencia federal, estatal o de la ciudad había previsto la necesidad de evacuar lower Manhattan, por lo que no existía ningún plan. Cuando a primera hora de la mañana comenzó a salir humo espeso y gris a través del agujero en forma de avión en la Torre Norte, se estimaba que había entre 16.000 y 18000 civiles en el complejo del World Trade Center, y muchos más en las casas y negocios colindantes.

Desesperadas por salir de la isla, las personas se apilaban contra las barandillas a lo largo de la orilla. Lo que había comenzado como una especie de servicio de ferry ampliado se había transformado en un completo (y complejo) rescate. Al caer la noche, aproximadamente 150 embarcaciones diferentes, tripuladas por un número estimado de más de 800 marineros, habían ejecutado con éxito una evacuación histórica, y además, con casi ningún incidente o heridos graves.

“Nunca he visto tantos remolcadores a la vez”, contaba el Capitán del Ferry de Staten Island, James Parese. “Trabajé en el mar durante 28 años, y nunca había visto que tantos barcos se unieran en un momento tan rápido. Una llamada de radio y todos se juntaron”.

Posiblemente ese sea uno de los aspectos más asombrosos de esta operación a gran escala: no había planes de evacuación para tal rescate. A diferencia de Dunkerque, donde existió cierta planificación cuando la flota de rescate se desplegó usando una batería de teléfonos para llamar a los propietarios de botes y posibles voluntarios británicos, en 2001 todo surgió de forma espontánea.

Cuenta Rosenstein en su documental que posiblemente fue el propio código ético de los mares lo que hizo que los botes rescataran con esa tasa de éxito. Si un bote necesitaba reabastecerse de combustible, otro se estacionaba junto a él y le pasaba combustible sin preguntas o sin que nadie pidiera un pago. Si una mujer en silla de ruedas necesitaba que la levantaran sobre la cerca en el borde del agua para subirse a uno de los botes, había manos suficientes para ayudarla. Nadie se quedó atrás.

Hoy es imposible saber con exactitud cuántos marineros que participaron en la evacuación terminaron sufriendo enfermedades relacionadas con su servicio. Se cree que al menos 120 capitanes y muchas de sus tripulaciones están registrados en el Programa de Salud del World Trade Center (WTCHP), con el 53% de los que padecen al menos una enfermedad o afección que los médicos e investigadores creen que está relacionada con las exposiciones del atentado en las Torres Gemelas.

Sea como fuere, fue un día en el que muchas personas anónimas se convirtieron en héroes. En el transcurso de tan solo nueve horas, un grupo de marineros rescataron a más de 500.000 personas de la isla de Manhattan. La mayor evacuación marítima de la historia. 

Fuente: Gizmodo

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