Según los primeros datos del recuento de este 28-A con el 90,56% escrutado, el PSOE (122) y Unidas Podemos (42) suman 164 diputados. De esta manera no llegarían a la mayoría absoluta (176) y necesitarían el apoyo de otros partidos para gobernar. El bloque de la izquierda ganaría al de la derecha, que se queda todavía más lejos del Gobierno: PP (65), Ciudadanos (57) y Vox (24) sumarían 146. En Cataluña, ERC obtendría 15 escaños, el PSC, 12; JxCat, 7; En Comú Podem, 7 y Cs, 5. El PP solo obtendría un escaño en Cataluña y se quedaría a cero en Euskadi. La participación en las elecciones generales ha sido del 75,78%, nueve puntos más que en los comicios de 2016. En el Senado, con un 21,11% escrutado, el PSOE logra 117 senadores y el PP, 58. En tercer y cuarto lugar estarían ERC (10) y PNV (9).
El PSOE ha vuelto a ganar 11 años después unas elecciones generales, pero se quedaría a 11 escaños de alcanzar la mayoría con Unidas Podemos con el 94,79% escrutado. El temor a una nueva suma de las derechas como la de Andalucía se disipaba en el arranque de la noche electoral: Pedro Sánchez se quedaba cerca de la mayoría absoluta en el Congreso con los apoyos de Podemos y del PNV, aunque en los cuarteles generales de los partidos se vaticina una larga noche. El pinchazo del partido de Carles Puigdemont, el PDeCAT, dejaría en una posición clave a ERC a no ser que, en un giro imprevisto, Ciudadanos levantase el veto al PSOE.
La “amplia mayoría parlamentaria” a la que los socialistas han apelado durante la campaña electoral les sitúa en torno a los 123 diputados según los primeros datos oficiales. Pese al ascenso en 40 escaños, los socialistas están en el filo de poder sumar con Unidas Podemos y PNV, aunque podrían depender de los secesionistas.
“Probablemente esta sea una buena noche para este gran partido”, fue la primera valoración que, a través de su vicesecretaria general, Adriana Lastra, realizó el PSOE. La número dos del partido en el Gobierno destacó la “altísima participación”, superior al 75% —en 2016 fue del 66,5%—, una movilización que para los socialistas significa que la democracia española “es fuerte”.
Antes de que Sánchez anunciase el adelanto electoral —el pasado 15 de febrero—, en La Moncloa y en Ferraz se pusieron precisamente como reto los 130 escaños y una participación por encima del 70%. Desde ese día se han repetido las reuniones en las que el objetivo que se ponían algunos de los principales cerebros del partido en el Gobierno eran los 140 diputados.
Un horizonte muy ambicioso para un partido que desde 2011 ha encadenado sus peores resultados históricos hasta desplomarse a los 84 escaños. Uno de los mayores temores de los socialistas era una desmovilización como la que les hizo perder la Junta de Andalucía tras 36 años de Gobiernos ininterrumpidos. La obsesión era conseguir una participación sin precedentes desde la Gran Recesión de 2008, captando el voto de abstencionistas, nuevos votantes y desencantados de Unidas Podemos y Ciudadanos (Cs). La última semana de campaña el candidato del PSOE concentró su atención en los 800.000 indecisos entre los socialistas y Cs.
La noche del viernes, una vez echado el cierre a la campaña, los datos que fuentes de la dirección del PSOE manejaban eran una victoria holgada en la que doblaban en el porcentaje de votos al PP como segunda fuerza. El PSOE se beneficia de la fragmentación del voto de la derecha. En 2016 los socialistas solo fueron los más votados en tres provincias, todas andaluzas: Sevilla, Huelva y Jaén. Salvo en Cataluña y País Vasco, el PP arrasó entonces en las urnas y les sacó 53 escaños. Los primeros datos dibujaban en los inicios de la noche de este domingo una España en rojo, pero sin la mayoría holgada que reclamaba Sánchez. Más rotundo parecía el triunfo en el Senado, donde el PSOE es el beneficiado en esta ocasión por el sistema electoral. La primera consecuencia es que una de las grandes bazas de Pablo Casado y Albert Rivera, la suspensión de la autonomía de Cataluña sine die mediante la aplicación del 155 de la Constitución, no sería factible salvo que que el desafío secesionista optase de nuevo por la confrontación.