Languidez, la otra pandemia que acompaña a la de COVID-19

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 02-05-2021

Para quienes hemos vivido la pandemia, encontrarnos con el coronavirus fue sumergirnos de pronto en la profundidad de la languidez.

Los días pasan como si fueran domingo, tras domingo, tras domingo. Parece que el tiempo se deformó después de un año de encierros, de vacunas que no llegan, de posibilidades frustradas de contacto. De pronto, la casa está hecha un asco: la cama sin tender, los trastes sucios, el nuevo espacio de trabajo a distancia efervescente con tazas de café apiladas, que llevan días estando frías. Algunos le llaman a este sentimiento languidez.

Desorden dentro y fuera

A raíz del coronavirus, un sentimiento de vacío se apodera de las personas. Con la pérdida del espacio personal y la falta de contacto con otros, pareciera que la orografía de la vida cotidiana se desdibujó. Las distancias entre los espacios sociales desaparecieron: en la sala se trabaja y se mira la televisión.

Detrás del cubrebocas podría estar cualquiera: ese anonimato nos impuso la pandemia por COVID-19. La amenaza latente de un contagio y la precariedad de vacunas parecen haber entumido a las personas. Ya ni siquiera se trata de un cansancio crónico, sino de un franco sentimiento de letargo que parece extenderse en el horizonte, como una mancha gris y densa.

Vestirse bien perdió todo significado. Lo mismo para quienes gustaban de maquillarse para salir a trabajar. Parece que ya no es necesario. Y así, con la pérdida progresiva de los hábitos de cuidado personal, el desorden in crescendo al interior empezó a exteriorizarse. Así se manifiesta la languidez.

En una primera lectura de la pandemia, podría parecer que sólo los frontliners están hartos de sentir angustia. Una mirada más cuidadosa revela que no es así. La proliferación de datos que se contradicen y la proximidad inexorable con el virus no permite una sana distancia con el problema.

La crisis sanitaria global fue disruptiva. Al día de hoy, de acuerdo con The Lancet Psychiatry, se tiene registro de 14 problemas neurológicos asociados al COVID-19, entre los que destacan la ansiedad, la depresión y los derrames cerebrales. En comparación, sólo perder el olfato al contraer el virus parece una buena noticia.

Mientras la infraestructura hospitalaria global se ha encargado de atender los malestares físicos del virus, otra pandemia silenciosa se extiende en la población del mundo. Más allá del sector salud, las personas pierden el aliento al mirar un horizonte sin fondo. 

Decía Jorge Luis Borges que descubrir la literatura de Dostoievski es como encontrarse con la inmensidad del mar. Quizás, para los seres humanos que hemos vivido la pandemia, encontrarnos con el coronavirus fue sumergirnos de pronto —sin alarma, sin aviso, sin realmente quererlo ni pedirlo — en la profundidad de la languidez.

Fuente: Muy Interesante

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