Ballet Folklórico de Amalia Hernández en Puebla, el 23 de septiembre

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 09-09-2022

En el año de 1952 Amalia Hernández tomó la decisión de formar su propia compañía de danza. Su experiencia como bailarina, maestra y coreógrafa, adquirida en la Academia Mexicana de la Danza, la motivó a crear un pequeño taller dancístico que comenzó con apenas ocho integrantes.

Este reducido elenco denominado “Ballet Moderno de México” comenzó a trabajar esporádicamente en la Sala Chopin haciendo presentaciones con coreografías creadas por la propia Amalia. En esta primera experiencia como artista independiente, estrenó su conocida coreografía Sones antiguos de Michoacán con un éxito indiscutible. A partir de entonces, adoptó el reto de seguir experimentando y aportando su creatividad en el campo del folklor.

El grupo logró permanecer vigente gracias a que en poco tiempo se le presentó la oportunidad de trabajar en el programa d Gala, un proyecto que promovió y patrocinó Don Emilio Azcárraga Vidaurreta, presidente de Telesistema México (hoy Televisa).

“El Ballet de Amalia Hernández es, en verdad, un museo viviente que transmite por el mundo las tradiciones culturales de México”.

Con la responsabilidad de sacar al aire un número nuevo cada semana, la directora, bailarina y coreógrafa hizo acopio de todas sus facultades y talento para lograrlo. El resultado fue sorprendente, ya que pudo realizar 67 programas con un equipo de trabajo que fue contar con 20 bailarines, entre los que se incluyó la propia Amalia.

La pequeña compañía atrajo a su vez, la atención del Departamento de Turismo, institución que solicitó a la directora del Ballet llevar su espectáculo a otros países del continente. De esta forma, el recién creado Ballet visitó Cuba y Canadá e inclusive participó en Pacífico. Por esa misma época, en 1958, viajó también a Los Ángeles, California, donde actuó con motivo de las fiestas patrias mexicanas.

En 1959, el Ballet de Amalia Hernández fue invitado a participar nuevamente con representación oficial. En esta ocasión el Lic. Miguel Álvarez Acosta, director del Organismo de Promoción Internacional de Cultura (OPIC), le solicitó a Amalia Hernández la preparación especial para que su grupo representara a México en los Juegos Panamericanos de Chicago, Estados Unidos. Se organizó así una gira en la que el ballet viajó con 50 elementos, adoptando para tal acontecimiento el nombre de Ballet Folklórico de México.

Entre las coreografías que para entonces integraban el programa y que tuvieron un gran éxito estaban: Los hijos del Sol, Antiguos sones de Michoacán, El Cupidito, Fiesta Veracruzana, Los Quetzales, La Danza del Venado y Navidad en Jalisco.

El resultado obtenido en Chicago proporcionó a la compañía de folklore otra dimensión. Concretamente, el entonces presidente de México Adolfo López Mateos, manifestó un especial interés en el grupo y le ofreció todo su apoyo para convertirlo en “el mejor Ballet del mundo”.

Como consecuencia del ofrecimiento presidencial, Amalia Hernández consiguió que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) programara cada domingo funciones del espectáculo de su grupo en el Teatro del Palacio de Bellas Artes. De este modo, a partir del 11 de octubre de 1959, todos los domingos a las 9:30 de la mañana la compañía se presenta, luego de la exhibición al público de la cortina de cristal Tiffany.

RECONOCIMIENTOS

La década de 1960 se inició de manera magistral para el Ballet Folklórico de México con la noticia de su victoria en el Festival de las Naciones de París, Francia, en 1961, en el que obtuvo el premio como mejor grupo dancístico del mundo. Dicho galardón, que había sido conquistado por el prestigiado ballet ruso Moiseyev en 1956, le abrió las puertas a nuevos e importantes escenarios internacionales, e impulsó su proyección nacional.

En febrero de 1963, el señor Mario Hernández, entonces presidente de la Agrupación de Críticos de Teatro, Música y Danza, le otorgó un premio a Amalia por su brillante trayectoria como coreógrafa y por su extraordinaria labor en el extranjero.

“… Y me di cuenta, que tenía no solamente que estudiar todo eso, sino también vivirlo, hacerlo propio, para que después a la hora de crear resultara algo que no fuera fríamente intelectual, sino algo de vida”.

En mayo de 1969 el Ballet Folklórico de México obtuvo el Premio Roma en el certamen organizado por el Festival Internacional del Espectáculo, con sede en la capital italiana.

La espectacular trayectoria del Ballet en esa época fue reconocida también en Managua, Nicaragua en diciembre del mismo año de 1969. Aquí, Amalia Hernández recibió la condecoración Rubén Darío en el acto inaugural del Teatro Nacional que lleva el nombre del poeta.

El 11 de marzo de 1975 la Unión de Cronistas de Teatro otorgó al Ballet Folklórico y en especial, a su creadora, un diploma por su labor en el ámbito de la coreografía y la difusión de la danza.

De igual manera, en el año de 1977 la Secretaría de Relaciones Exteriores concedió a Doña Amalia la medalla “Águila de Tlatelolco” por su trabajo de difusión del folklor mexicano tanto en México como en el extranjero.

El 18 de diciembre de 1992 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de Bellas Artes, de manos del Presidente de la República Carlos Salinas de Gortari 1988-1994).

En 1992, la compañía recibió el Premio Tiffany en Nueva York. Más adelante, en México se le otorgó el Premio Fundación México Unido y las Lunas del Auditorio, 2003.

El Ballet Folklórico de México es una compañía con fuerza y estilo propios, virtudes que lo han hecho prevalecer sobre infinidad de circunstancias. A través de él, el espíritu de Amalia continúa vivo.

A sus 60 años de vida, es una institución cuya presencia se mantiene ligada a su artífice, ofreciendo al espectador una propuesta artística vigente hoy en día. Esta compañía, reconocida mundialmente es una organización emblemática de la danza folklórica mexicana.

SEMBLANZA

En un México convulso, producto de la lucha revolucionaria que surgía en 1910, durante la presidencia de Venustiano Carranza, nació Amalia Hernández el 19 de septiembre de 1917, en la Ciudad de México. Don Lamberto, su padre, fue un conocido político y militar regente del Departamento del Distrito Federal en el lapso de 1930 a 1931; Doña Amalia, su madre, fue maestra.

Aparte de su primogénita, el matrimonio Hernández Navarro tuvo cuatro hijos: Lamberto, Agustín, Delfín y Gabriela.

Desde muy pequeña, Amalia mostró gusto por el baile y participó en los festivales infantiles de su escuela. Cuando contaba con ocho años de edad, expresó a su familia su afición por la danza. Sus padres, aunque un tanto renuentes a que su hija mayor tuviera inclinaciones artísticas, decidieron que tomara clases particulares, para cuyo fin Don Lamberto le construyó un estudio en casa. Así se perfiló su carrera como bailarina…

“El ballet de Amalia Hernández es, en verdad, un museo viviente que transmite por el mundo las tradiciones culturales de México”.

Sus primeros maestros fueron profesionales de reconocido prestigio: Nesly Dambré, bailarina de la Ópera de París y el exiliado ruso Hipólito Zybin, considera bailarín del Ballet de Anna Pavlova.

Gracias a su sólida formación en danza clásica y moderna, Amalia adquirió gusto por los bailes autóctonos de las diversas regiones del país y como bailarina empezó a desarrollar la idea de convertir el folklor mexicano en un espectáculo teatral.

Amalia Hernández fue en este sentido, una mujer visionaria que supo resaltar el valor artístico de la cultura mexicana cuando nadie pensaba que ello pudiera expresarse en un escenario.

La necesidad de crear una institución oficial que impulsara la profesionalización de los bailarines en todas las ramas de la disciplina dio lugar a la fundación de la Academia de la Danza Mexicana en 1947. En este nuevo espacio, Amalia participó como bailarina, maestra y coreógrafa.

Con una clara conciencia de su quehacer en el campo del folklor, fundó en la década de 1950 su propio grupo de Ballet. A partir de entonces, la investigación antropológica se convirtió en parte fundamental de su proceso creativo. Así fue como inició su trayectoria como representante del folklor mexicano.

Entre las grandes aportaciones de Amalia a México y el mundo, está la creación de más de ochenta coreografías inspiradas en diferentes regiones del país.

Al par de su vida artística, en su perfeccionamiento como bailarina, coreógrafa y directora de su Ballet, la vida privada de Amalia Hernández se desarrolló como la de cualquier mujer. Con base en la premisa –descrita por ella misma- de que “no se puede meter el ballet a casa”, entonces metió su casa al ballet”. De este modo involucró a sus dos hijas, Norma y Viviana, en la danza, asegurando que su legado se transmitiera de una generación a otra.

El 4 de noviembre del año 2000, Amalia Hernández dejó de existir a los 83 años de edad.

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