Que Kylian Mbappé se equipe con Jordan, la firma de basket de Michael Jordan, es noticia mundial. Tanto como para que acudan a las puertas del estadio del Parque de los Príncipes 300 influencers de todo el mundo para la presentación oficial. El espectáculo es magnífico: bigardos de dos metros vestidos en chándal de lujo, ropa athleisure parcheada de logos de Supreme, Off- White y Nike. Looks raperos. Pieles tatuadas. Estamos en la nueva era y las marcas de moda no tienen seguidores, tienen comunidades. Y las comunidades como esta, la niky, se hacen no solo compartiendo gustos, sino principios.
Mbappé, el futbolista post Ronaldo, el millennial sobre el que sobrevuela la corona del mejor del mundo, se va a vestir de Jordan. Y entrará en la comunidad. Y compartirá los valores. El black power. El rap. El deporte. El mundo global. El laissez vivre. El amor al like. Y así ocurrirrá que el fútbol ya no es blanco y el basket ya no es solo americano. Por eso en la lista de personas para entrevistar al astro no hay periodistas, hay influencers. Ellos sí son de la comunidad.
En la escaleta hay 25 nombres. Y 35 minutos. Solo un par de periodistas. EsquireEspaña es uno de ellos. Algunos millennials que no han sido seleccionados me miran con recelo: Esquire no forma parte de la comunidad. Las revistas tenemos lectores, no seguidores. Llevamos ropa que se plancha y grabadora y preguntas para Mbappé. No somos nikys.
Comienzan las audiencias. La escaleta es brutal. Entran ocho big brothers con cámaras de vídeo y micrófonos con grúa. Seis minutos. Salen apresurados. Espera ya un cuarteto de japoneses. Uno de ellos con un balón de baloncesto y una canasta de todo a cien. Se oyen risas. Salen. Un rapero italiano. Nadie tiene entrevista con Mbappé. Los agraciados quieren selfies. Gifs. Stories de Mbappé con la zapatilla. Con camiseta. Encesta la canasta.
¿Los periodistas? Nos llaman. La palabra resuena viejuna en la sala. Como ebanista o afilador. Entro y Mbappé me sonríe. Sabe que, después de 23 influencers, soy la periodista que le va a hacer preguntas. La assistant me previene (¿o amenaza?): solo hablará de moda. Me siento. Va vestido con los ropajes de la comunidad, todos los distintivos que indican que el delfín ha sido investido de Jordan. Es un niky. ¡Viva Nike!
Y le pregunto lo más tonto, porque la assistant y la tan hierática disposición del delfín han conseguido que me arruge: “¿Disfrutas con la moda?”. “No siempre puedo ir a comprar”, contesta como aletargado. “Generalmente me la compra mi madre”. “¿Y qué te parecen las zapatillas que Virgil Abloh (el otro astro sideral del diseño millennial) hizo para ti?”. “Sí, son muy chulas. Me encantaría conocerle”. “Y cuando juegas al FIFA con tus amigos, ¿con qué equipo juegas? ¿Con el Madrid?”. Y ocurre. Kylian sale del letargo. He conectado con la frecuencia de su cerebro. Sonríe y responde: “Claro, no puedo jugar con mi equipo. Eso es un rollo, así que con cualquiera que no sea el Marsella”, dice. Se levanta la assistant. Fin.
Mi amigo Yeesus, un gran youtuber de 281 K pregunta: “¿Qué tal? ¿Qué te ha contado?”. “Nada interesante”. Y mira mi móvil. “¿Y qué tienes? ¿No tienes un selfie?”. Me mira confundido. No entiende. Yo tampoco. ¿Por qué iba a tener que hablar de moda Mbappé?
Fuente: esquire