No hay ninguna razón para que luces, compras, regalos y villancicos saquen en estampida los polvos durante la época navideña. Esto, en razón a que un buen número de personas agobiadas por el estrés de la temporada pasan las tareas del catre a un lugar secundario, con el agravante de que el sexo de ocasión, o bajo los efectos del alcohol, es el que se impone por estos días.
No soy partidaria de ubicar el aquello como un elemento que simbólicamente se puede utilizar como regalo. Eso, si no es genuino y enmarcado dentro de una relación genuina, no pasa de ser un embeleco que rápidamente puede llegar a lamentarse. No en vano, en algunos lugares, el mayor número de nacimientos se da justamente en septiembre, nueve meses después de la Navidad.
También, sin mojigaterías, debo decir que las prácticas inseguras sobre el catre, promovidas por la fiesta y los excesos, se cualifican como escenarios propicios para la transmisión de enfermedades sexuales e incluso para el maltrato y el deslizamiento hacia prácticas no consentidas mutuamente, razones de sobra para prevenir y tener la certeza de que un no a tiempo puede ser la diferencia entre una época grata y un desastre que se recordará por mucho tiempo.
Hay que aprovechar la época para incluir la sexualidad como un tema sobre el cual vale la pena reflexionar, todo con el fin de mejorarla, con la intención de darle el lugar de importancia que ocupa como función vital en todas las personas. Y si se trata de hacer balances y también de promover propósitos, no sobra dedicarle tiempo suficiente a este tópico.
Todo lo anterior es con la intención de involucrar el sexo en los elementos de disfrute, alegría y goce, que se promueven por estas épocas bajo la premisa de que ningún exceso sobre el catre es perjudicial, siempre y cuando los polvos navideños se ejecuten con responsabilidad. Hasta luego.
Fuente: El Tiempo