CuidatePlus informa que a lo largo de los últimos años, el llamado chemsex (de la expresión anglosajona chemical sex, sexo con sustancias químicas) ha ido aumentando su número de adeptos. Según la encuesta europea EMIS sobre conductas sexuales, entre 2010 y 2017 en España se pasó del 12% al 14,1% de personas dentro del colectivo de hombres que tienen sexo con hombres (el 97% de las personas que reconocieron haber usado drogas estimulantes para que las relaciones fueran más intensas se encontraban dentro de este nicho poblacional).
De esta manera, se cree que sus potenciales perjuicios también podrían estar creciendo, especialmente los relacionados con las infecciones de transmisión sexual (ITS). “Las consecuencias para la salud son muy diversas, pero las más importantes están en relación con tres áreas fundamentales: las ITS, los trastornos mentales y las conductas adictivas”, apunta Ruth Olmos, jefa del departamento de Asistencia de la Subdirección General de Adicciones de Madrid Salud.
Infecciones de Transmisión Sexual
Según Olmos, también responsable de los programas de tratamiento que se llevan a cabo en los Centros de Atención de las Adicciones (CAD) de la ciudad de Madrid, la utilización de drogas para mantener relaciones sexuales puede desinhibir y prolongar las sesiones de sexo. Y, de esta manera, tener más posibilidades de mantener relaciones sin protección, incrementando los diagnósticos de ITS en estas personas.
“Por ejemplo, estudios realizados en el Centro Sanitario Sandoval de Madrid encuentran que hasta un 80% de las seroconversiones para la infección por el VIH podrían estar relacionadas con la práctica de chemsex”, comenta Pablo Barrio, psicólogo en la asociación Apoyo Positivo. Por otra parte, el Informe sobre chemsex en España de la Secretaría del Plan Nacional sobre el Sida indica que el uso de drogas inyectadas durante estas prácticas se asocia también a un mayor riesgo de contraer hepatitis C, además de implicar importantes repercusiones en la salud mental del consumidor.
A estas se añaden otras tres patologías que pueden resultar graves sin un tratamiento adecuado: clamidia, sífilis y gonorrea. Así se muestra en el estudio U-Sex, realizado por el Grupo de Estudio del Sida Gesida en 22 hospitales madrileños y publicado en 2018. Según éste, de los pacientes que reconocieron haber utilizado drogas durante sus relaciones sexuales, el 62% fue diagnosticado de alguna ITS, siendo la sífilis la más frecuente.
Adicciones
Aunque según las fuentes consultadas las personas que practican chemsex no suelen presentar cuadros de adicciones a las drogas utilizadas durante el sexo, todas coinciden en que el riesgo a padecerlas es mucho mayor en ellas. “Pueden desarrollar un trastorno por dependencia de sustancias, con las consecuencias que esto conlleva. Sin olvidar las interacciones que estas drogas tienen con los fármacos que se toman para tratar diversas enfermedades”, asegura Olmos.
“Consideramos más apropiado hablar de consumos o usos problemáticos”, especifica Jordi Garo, responsable del proyecto ChemSafe, puesto en marcha por las ONG Energy Control y la Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD). Éste aclara que puede ocurrir que una persona únicamente se vea capaz de mantener relaciones sexuales estando bajo efectos de consumo, pero que no lo necesite en el resto de áreas de su vida ni para su funcionamiento en el día a día.
“O puede que alguien consuma seis veces al año pero de una forma que le ocasione dificultades. Ambas situaciones pueden no cumplir los criterios de adicción, pero pueden ser percibidas y vividas por la persona como un problema que repercute en el buen funcionamiento de su vida”, afirma Garo.
Entre las sustancias más utilizadas en el chemsex están la mefedrona, el popper y el GHB, así como la ketamina y la metanfetamina, la cocaína, el éxtasis, speed, viagras o derivados y alcohol. “Se trata de drogas estimulantes y depresoras o perturbadoras del sistema nervioso central, que ayudan a amplificar sensaciones”, explica Pablo Barrio, psicólogo en la asociación Apoyo Positivo. Según Olmos, el patrón de uso más frecuente es la combinación de varias de estas sustancias durante las relaciones.
Efecto de las drogas
Laura Moreno, psicóloga y coordinadora en el Servicio de Atención Especializada al chemsex del Área de Drogas de Madrid de la ABD, resume para Cuídate Plus cuáles son los principales perjuicios de las sustancias habituales en esta práctica:
Alcohol: Es el neurotóxico más consumido en estos contextos, es hepatotóxico y teratogénico, además de tener un particular vínculo con la violencia. Además, en un contexto de policonsumo, empeora la deshidratación producida por las sustancias estimulantes, por su efecto diurético, y destaca su capacidad para inducir al coma etílico si se mezcla con GHB.
Popper: No se considera un psicoactivo y su efecto de ‘colocón’ se debe a su condición vasodilatadora. Del popper se reportan pocos casos de abuso. Los problemas con esta sustancia se deben más a accidentes, ya que quema si se vierte encima de la persona.
Metanfetaminas: Tienen efectos de larga duración, de entre 12 y 24 horas. Suelen provocar una privación del sueño, que junto con el uso de estimulantes puede llegar a generar episodios psicóticos por el aumento de dopamina en el sistema de alarma.
Mefedrona: Su consumo se ha asociado a episodios de vasoconstricción (estrechamiento brusco de las arterias), con cambios de coloración y enfriamiento de pies y manos, que pueden indicar problemas graves. Además, es una sustancia que produce rápida tolerancia, lo que lleva a consumirla de forma más compulsiva.
GHB/GBL: Es una sustancia con efectos parecidos al alcohol a dosis recreativas. El principal riesgo para la salud está en el margen estrecho de seguridad que tiene entre la dosis recreativa y la dosis tóxica, por lo que conviene estar bien informado al respecto.
Enfermedad mental
Según las fuentes consultadas, son frecuentes los trastornos por ansiedad y depresión entre los usuarios de chemsex que acuden a tratamiento, aunque no representan una mayoría.
Atendiendo a los datos aportados por la ABD, un 20% de los pacientes se ven influidos por experiencias traumáticas. “Suelen ser personas que han vivido situaciones de violencia homófoba; o discriminación y estigmatización por ser la mayoría de ellas VIH positivo y por el efecto que la desinformación e ignorancia en relación a este diagnóstico ocasiona (serofobia). Algunas además están pasando por un proceso migratorio y las dificultades que conlleva”, afirma Jordi Garo.
También incluye en este grupo a pacientes con dificultades o malestar intenso en la esfera relacional-emocional (sentimientos de soledad, dificultades en las relaciones personales o en la gestión emocional). “Algunas de ellas han sido víctimas de abusos sexuales o físicos; o son personas que presentan problemas con el uso de drogas, utilizándolas para aliviar estados disfóricos y malestar por motivos como los señalados hasta ahora”.
Pablo Barrio comenta que, en general, cuando hay un problema derivado de la práctica del chemsex es importante una intervención multidisciplinar. “Biomédica, con pruebas de infecciones de transmisión genital; psicológica, abordando todo lo que tiene que ver con las creencias, pensamientos, emociones que llevan a desarrollar dicha práctica; y en el contexto social para conocer los puntos de apoyos que tiene el paciente en torno a su relación con el chemsex”.