Vanguardia dio a conocer que antes de abordar el tema del sexo on line con los hijos es preciso un pequeño glosario, dominado por anglicismos. Porque somos muchos los padres despistados respecto a conceptos como sexting y grooming que abundan en la red. Para ello, consulto las páginas del último libro de Anna Plans, Respeta mi sexualidad (ed. Nueva Eva), donde da pautas para educar en un mundo hipersexualizado.
Empecemos por el sexting. La autora lo define como “la autoproducción de textos, imágenes o videos digitales en los que aparecen menores o personas adultas, desnudos o semidesnudos, o con contenidos explícitamente sexuales”. El sexting “implica la transmisión de estos contenidos a otros menores o personas adultas, a través de medios tecnológicos como la telefonía móvil, el correo electrónico o las redes sociales”. Según un metaestudio de 2018 de la revista estadounidense Jama Pediatrics, uno de cada cuatro jóvenes había practicado el sexting. El mismo año, un estudio de la Universidad del País Vasco reveló que, en España, el 31% de los menores de entre once y dieciséis años también lo habían hecho.
Dato preocupante
Un estudio de la universidad del País Vasco reveló que el 31% de menores de entre 11 y 16 años había practicado ‘sexting’
Vayamos ahora al grooming. Esta palabra define las conductas en la red “de adultos que buscan satisfacer sus deseos sexuales”. Hombres, mayoritariamente, quienes bajo identidades falsas rastrean internet en busca de menores que les resulten atractivos. “Tras acercarse a ellos de forma amistosa, intentan ganarse su confianza hasta involucrarlos en alguna actividad sexual”, describe Plans. “Una vez establecen contacto, les seducen hasta conseguir imágenes sexuales y así poder chantajearles (…) en algunos casos, se puede llegar a un encuentro físico que puede acabar en violación”.
A medida que se avanza en la lectura de Respeta mi sexualidad, internet se dibuja como una especie de salvaje Oeste. Un lugar donde cabalgan desbocados el porno, el sexting, el grooming, la sextorsión y la pornovenganza. Y en el que lanzamos a los hijos sin apenas supervisión. Porque, como recalca Plans: “La mayoría de los menores crecen solos delante de las pantallas”. Y cada vez más precozmente: en 2019 el Instituto Nacional de Estadística revelaba que el 66% de los niños españoles de entre diez y quince años disponía de teléfono móvil.
El mundo virtual favorece una hipersexualización de los menores, que copian modelos, generalmente de más edad
Todo ello hace que el libro de Plans, en ocasiones, se lea como si fuera un relato de terror. Pero es que esa era, precisamente, su intención. “Sí, ‘dar miedo’ es un poco es mi estrategia para abrir los ojos; para que padres y madres sepan que esto está pasando. Para que nos demos cuenta que es posible —o puede ser posible— que nuestros hijos consuman porno, practiquen el sexting o sean víctimas de grooming”.
Plans es licenciada en Ciencias Políticas y en Filosofía y es presidenta de la Asociación de Consumidores de Medios Audiovisuales de Catalunya. Se define como una activista de los derechos del menor. En concreto, en una cuestión tan delicada y fundamental como es la sexualidad. Un aspecto, asegura, que debe desarrollarse de una forma plena y sana. “Porque la sexualidad es mucho más que la genitalidad y el placer como fin. Es también el consentimiento, los vínculos, el afecto y la seguridad”. Pero en la inmediatez del mundo on line, donde las fronteras entre lo público y lo privado se desdibujan, estos conceptos desaparecen. De ahí su particular cruzada para alertar sobre la normalización de la hipersexualización en nuestra sociedad.
Una normalización, explica, que tiene diversos grados. De esas niñas niñas de cinco años vestidas con mallas de leopardo y trikinis a esos padres “que aseguran que, como sus hijos ven pornografía y no hay nada que hacer pues… la ven con ellos”. Pasando por las adolescentes que posan de forma provocativa en su perfil de Instagram por la sencilla razón que "todo el mundo lo hace". O las canciones y las series dirigidas a ellos. Algunas tan exitosas como Élite, que se analiza en el libro: "El guión parecía haber sido escrito por guionistas de películas pornográficas, porque de las situaciones más cotidianas son excusas para tener sexo", se lee.
El acceso a la pornografía se está produciendo cada vez a edades más tempranas y esto afecta a la maduración psicológica y al aprendizaje sexual del menor
Porno a edades muy tempranas
En España, la media de edad de acceso a la pornografía es de 14 años, aunque hay estudios señalan que a los 8 —incluso, 6 años— hay niños y niñas que han visto en la red contenidos de este tipo. Muchos menores están descubriendo la sexualidad a través del porno, lo que puede generar problemas futuros. “Como adicción, disfunción eréctil, masturbación frecuente con poca o nula satisfacción, dificultad para alcanzar el clímax en pareja; además del aumento de conductas sexuales de riesgo a edades más tempranas e impactos negativos en el cerebro”, desgrana Plans.
Para ella, esta hipersexualizacion imperante “es la puerta abierta a la legitimización de la pornografía”. Una industria que se está blanqueando en algunos medios de comunicación e, incluso, en charlas en Secundaria en las que se habla de “porno ético” o “feminista”. Ambos conceptos, para Plans, son falacias: “La pornografía no debería formar parte de una educación afectivo-sexual. Y es responsabilidad de padres y madres prevenir este acceso”. Y, aunque los dispositivos de control parental funcionan, nada será tan efectivo, asegura, como nuestras palabras.
No se trata de ser carca, recalca Plans, sino de alertar de la erotización de la infancia que se está produciendo ante nuestros ojos. Y mientras que en la publicidad existe un cierto control sobre ella, en la red campa a sus anchas de la mano de instagramers y youtubers, del reguetón y de series en streaming. Sin olvidar, por supuesto, plataformas dedicadas al porno como la canadiense Pornhub. El décimo sitio web con más tráfico del mundo contiene miles de videos de menores de edad. Muchos proceden del sexting y se accede a ellos desde un buscador convencional. El éxito de esta plataforma (que para el New York Times “monetiza violaciones a niños y la pornovenganaza”), es un buen ejemplo de esta normalización de la hipersexualización que denuncia Plans.
Por ello, Plans insta “a hablar de este tema con los hijos a partir del momento en el que tienen acceso a un dispositivo, ya sea propio o ajeno”. No solo porque los contenidos están ahí y la curiosidad existe (o se despierta, a través de un amigo), sino porque también se produce por el acceso involuntario, inocente: “La cuestión es lo que hoy se encuentran cuando, por ejemplo, escriben la palabra 'culo' en el servidor”, ejemplifica Plans. La respuesta es lo que se quiera entre 'aproximadamente 875.000.000 resultados', según Google. Entre ellos, imágenes pornográficas, cuyo impacto en los niños es muy potente: “Sus cerebros son más vulnerables, porque están en formación y les dejan una huella profunda. Sin olvidar que los menores aprenden por imitación. Las posturas, las expresiones, los atuendos que ven… Por ello, hay que empezar a hablar y educar lo antes posible”, reitera.
¿Cómo? “El primer paso será enseñarles el concepto de privacidad”, tan desdibujado en las redes. Plans recomienda empezar por dar ejemplo y no sobreexponer a los hijos en internet, una práctica habitual entre los padres. Otro aspecto clave es no dejar al crío con la tableta y que se entretenga, sino escoger contenidos adecuados para su edad. Y no solo en la red: “También en la ropa, en los juguetes, la música…”.
Las redes sociales han roto el concepto de privacidad y los menores deben aprender que cuando comparten una foto pierden el control de lo que se puede hacer con ella
Es asimismo muy importante que los hijos sepan que existe algo llamado abuso sexual. Y para ello hay que explicarles, ya desde pequeños, que su cuerpo es suyo y que hay unas partes que son íntimas: “Y que nadie, nadie, puede tocarlas”. Asimismo, hay que alertarles que en los dispositivos abundan las imágenes de alto contenido sexual “y que si alguna vez ven algo raro o que les asusta, nos lo pueden contar”. El aprendizaje de la asertividad es otro factor clave. Se puede decir 'no'. “Explicarles que si un amigo le quiere mostrar pornografía, lo mejor es rechazar la propuesta con un '¡No quiero verlo!'”.
A partir de los diez años —el promedio de edad en la que se empieza a sentir la atracción sexual—, Plans recomienda abordar la cuestión de la actual obsesión por la imagen corporal. Valorar a los hijos por lo que son, no por sus atributos sexuales. Sin olvidar educar en la empatía. “Si uno es capaz de ponerse en el lugar de la víctima, no compartirá esa foto explícita fruto del sexting”. Esta práctica, que puede arruinar vidas, también se ha ido normalizando. “Incluso se habla de un sexting seguro que… ¡No existe! A la que tu compartes una imagen o un vídeo, ya se te han ido de las manos. No es controlable”.
En la adolescencia, hay que seguir hablando. Aunque cueste. “No hay que dejar de hacerlo porque se hacen mayores. Nuestros hijos necesitan padres informados y formados”. Que fomenten un pensamiento crítico ante los contenidos que consumen. Al fin y al cabo, nos resume esta experta: “¿Quién los educa? ¿Tú o su influencer?”.