El Periódico informa que pillar sin pillarse. Está de moda el no querer, el responder cada ocho horas en WhatsApp, el no mostrar interés, el "sino se acerca él yo no lo voy ha hacer". Está de moda el placer. Pues yo aún me acuerdo de mi primer beso en Boulevard con un guiri al que le sabía el aliento a chicle de menta.

Me acuerdo de mi primera relación sexual con un chico de Tinder que decía llamarse Carlos y se llamaba Víctor. Aún recuerdo el olor del que me tiré en la parte de atrás de un Volkswagen Golf. 

"No lo conozco, solo nos hemos acostado". Estoy cansada de no sentir. ¿Por qué nos da tanto miedo mostrarnos? Y es que nada tiene sentido si no sentimos. ¿Para qué guardarse nada? No emocionarse, no conectar, no demostrar lo que sentimos a aquellos que nos importan, y, ¿a qué precio?

He llegado a la conclusión de que lo mejor es mostrarse a la vida a corazón abierto y si tengo miedo, hacerlo con miedo. Que nada me impida cargarme un "qué hubiera pasado"; lo prefiero a arrepentirme de no haber hecho algo. Y si me tiene que doler que duela, pero que el dolor no me paralice poniéndome límites.

¿Hemos sustituido el tabú del sexo por el tabú del amor? ¿Por qué los jóvenes de hoy en día tenemos tanto miedo a enamorarnos? ¿Dónde ha quedado el ir a tomar un café? Justo cuando el sexo se vive abiertamente y sin tabús, se ha dado prioridad a lo carnal por encima de las conexiones. Me niego a no haber sido lo suficientemente valiente de dar. Porque sé que no recibiré lo mismo que doy, pero daré lo que soy y eso ya me vale. Me niego a morir sin ninguna cicatriz.