El Clarín dio a conocer que cada vez que se encuentran se toman la temperatura, parados uno frente al otro en la puerta, con distancia social. No hay febrícula, sienten que están bien, entonces entran. Aun sin tocarse, cada uno se da una ducha. Se miran por turnos. Uno se lava las manos despacio, después el cuerpo metódicamente. El otro se enjabona rápido, frota. No necesitan hablar, hacen esto cada 15 días. Higienizados, van a la habitación. Caen las toallas.
Podría ser un encuentro clandestino de dos amantes. O de una trabajadora sexual y su cliente. También funciona como inicio de una porno o de un relato erótico, leído o dicho por chat, a alguien a quien se desea ver. Es una de esas cosas, pero la persona implicada pide reserva. El sexo durante el aislamiento se altera. La libido cambia. Pero nada desaparece. “Esta situación pandémica que nos atraviesa está modificando, en varias partes del mundo, costumbres sociales y hábitos del orden de lo íntimo. También la sexualidad y cómo estamos tramitándola, incluso lo afectivo y el deseo”, dice la doctora en ciencias sociales Laura Milano, especialista en comunicación, géneros y sexualidades.
La masturbación es una variante clásica practicada y recomendada no solo para quienes quedaron sin compañía en la cuarentena.
No todo matrimonio se encuentra deseable después de más de 100 días de confinamiento conjunto. Si tienen hijos, además no hay privacidad. Muchas personas en pareja viven en casas distintas y otras tantas no tienen un vínculo sexo afectivo fijo. Luciana Peker, periodista especializada en género, recomienda no creer que lo que no es físico es menos real. “En el sexo virtual pasa lo mismo que en el presencial. Puede ser hermoso, no es solo un accesorio o previa a un encuentro. El sexteo abre la posibilidad de la fantasía, de la novela erótica propia, ayuda a desinhibirse y a decir cosas que por ahí se callan en la cama, pero a través de la pantalla, salen”, dice.
“Quiero morderte los labios hasta que digas ay”. Send. “Ay”. Send. “Quiero que me beses acá”. Send. Foto. Send. “Ay”. Send. “El sexo virtual es una herramienta muy valiosa para la mayoría de las mujeres y disidencias, porque implica texto, escritura. Esto posibilita decir qué te gusta. Esa es la gran apertura de charla cuando se chatea hot. Y es una pregunta hermosa que, en general, los varones no habilitan en la cama”, reflexiona Peker.
En enero, en pleno confinamiento español, una mujer robó 40 vibradores y se los regaló a sus vecinas. El aparatito en cuestión es el Satisfyer, un juguete sexual no fálico que se promociona en su página como “The next sexual revolution”. Es un succionador de clítoris que promete orgasmos intensos. Sirve como chiche en pareja, pero también, y sobre todo, para el momento de soledad femenino. No es un invento cuarentenero. Lo lanzaron en 2019 y fue un boom. Es un suceso social en Europa y desde hace unos meses se consigue aquí. Es número uno en ventas tanto en sex shops como como en webs eróticas y en Amazon.
Supervivencias sexuales
En su libro Film Facts (Aurum Press, 2001), el coleccionista de cine Patrick Robertson asegura que la película pornográfica más antigua de la que se conoce la fecha de fabricación es À l’Ecu d ’Or ou la bonne auberge (Al Escudo Dorado o el buen albergue), filmada en Francia en 1908. Pero también se sabe que el puesto número uno podría tenerlo la Argentina. El Satario es un corto que rodó un ignoto valiente en las costas de Quilmes en algún momento entre 1907 y 1912. Con altibajos, desde entonces siempre hubo cine triple X local y no hay aislamiento que pueda detenerlo.
La bailarina Natasha Szuka enseña bailes sensuales desde la pantalla en su casa en Buenos Aires.
“Previo a la pandemia, la pequeña industria porno argentina venía produciendo filmes y novedades tan potentes como interesantes. Aparecieron nuevos realizadores, que a veces también son sus propios productores y hasta actores. También surgió una nueva camada de performers. Estábamos en un estado de brotes verdes. Ahora, en lo inmediato, hay una retracción de la actividad, como la hay en casi todas las otras esferas del quehacer humano”, cuenta César Jones, que terminó de rodar Vicios de familia 3: las depravadas, su largometraje número 19, justo antes de que el Covid-19 hiciera su aparición y, actualmente,se encuentra en postproducción.
“El porno es energía pura y bruta abriéndose paso y encontrará el cauce a como dé lugar. La industria a gran escala eventualmente se va a reinventar, se instaurarán protocolos”, dice Jones. “La situación de aislamiento podría aumentar el consumo de pornografía”, analiza desde el lado del público Milano, que durante la cuarentena comenzó a brindar el curso virtual “Porno, quiero revolcarme con vos”. Ya en su quinta edición, la especialista sigue compartiendo información y material sobre porno feminista y posporno.
“El distanciamiento sexual no empezó con la cuarentena ni se terminó con el fin del aislamiento. Sin embargo, mirarnos sin poder salir puso en crisis el machismo hogareño: la violencia doméstica de la inseguridad puertas adentro. Y la soledad como salvavidas de los insultos, golpes, clavadas de vistos y desprecios”, escribe Peker en su último libro, Sexteame (Paidós), y cuenta: “Me gusta el juego de palabras entre ‘sex’ y ‘te amé’, creo que ahí se agrega una capa más de sentido a algo que ya existía y estaba en práctica, pero que se jerarquizó a partir delos confinamientos”.
La clave de supervivencia sexual está, parece, en la reinvención. Incluso en el teatro. Como en el caso de Sex virtual, el espectáculo nuevo de José Maria Muscari. “Pasar a lo no presencial fue un proceso natural que se dio durante la primera parte de la cuarentena”, cuenta el dramaturgo y director. Cuando empezó el aislamiento ya llevaba un año llenando la sala con dos semanas de localidades agotadas. Era una obra provocadora y provocativa en contenido, pero de sostén formal: escenario con actores y butacas con público.
El proyecto estuvo inactivo durante casi dos meses. Pero durante ese tiempo Muscari pensó la forma de traducir, de alguna manera, a lo virtual, el fenómeno que generaba el espectáculo presencial. Sabía que era imposible si trasmitía la obra grabada por streaming. “Y así apareció este objeto artístico multiplataforma. Durante tres días, cada dos semanas, generamos material para hacer interacción. Usamos Instagram, Twitter, Zoom, Vimeo, YouTube, Telegram y hasta WhatsApp. Y generamos con cada espectador una relación íntima, privada, personal”, cuenta.
El área relacionada al placer físico que tiene menos posibilidades para la reinvención durante el aislamiento es la del trabajo sexual, que está en crisis. Aunque hay trabajadoras del rubro que tienen encuentros, lo hacen porque necesitan subsistir y no cuentan con herramientas para aggiornarse a lo virtual. Se ponen en alto riesgo, no solo de salud. Si bien en la Argentina la prostitución no es ilegal ni está penada por el Código Penal, existen normas que criminalizan el trabajo sexual autónomo. Más en pandemia.
Trabajadoras sexuales autoconvocadas realizaron 3l 3 de septiembre una protesta en Palermo en reclamo del cupo laboral trans y que se les permita desarrollar el trabajo sexual en esa zona de la ciudad.
En marzo, cuando aún no había llegado el coronavirus, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) empezó a pensar estrategias de supervivencia para el futuro inminente. Así crearon el Fondo Nacional de Emergencia, una campaña que apela a la solidaridad de otras organizaciones y de la sociedad. Con los aportes compran comida y arman bolsones. Igual no alcanza. A principio de junio, en una conferencia de prensa, denunciaron que son un sector que no puede generar ingresos y no cuenta con apoyo estatal.
Solo para mirar (y tocarse)
Ella es pelirroja, curvilínea, delgada. Una Jessica Rabbit rollinga que en Instagram se hace llamar @belitobabe. “Mi nombre de puta es Belito”, dice. Es trabajadora sexual independiente desde hace dos años. “Lo que más disfruto son los encuentros y era a lo que más me dedicaba en lo cotidiano antes del aislamiento. Me iba bien, podía vivir sola sin compartir casa, en un departamento lindo, no en una pensión. Estaba tranquila con generar lo suficiente para pagar el alquiler, los gastos y las cosas que me gustan, haciendo algo que me encanta”, dice.
Al principio, Belito solo hacía contenido virtual. Cuando comenzó con los encuentros mantuvo algunas de esas cosas como complemento. Su plataforma de venta de servicios siempre fue la web. “Ahora, con el aislamiento, tuve que volver al inicio. Así que en este tiempo de pandemia armé nuevos videos y fotos. También hago videollamadas. No me quejo, por suerte tengo los medios y sigo manteniendo mi estilo de vida. Pero el trabajo no presencial me cuesta emocionalmente. No me gustaba esta modalidad, no entendía los horarios, las personas a veces llamaban a las cuatro de la mañana. Igual de apoco le fui agarrando la mano y acomodé las cosas para que no se me haga tortuoso”, dice.
Una empleada muestra un juguete sexual inteligente en una feria de tecnología en Berlin, el 3 de septiembre.
“A lo largo de la pandemia el deseo fue pasando por distintos grados. En el mundo femenino se abrió algo que no es un descubrimiento, pero sí se masificó, que es la autosatisfacción. Es un gran paso. Creo en una sociedad en la que las mujeres puedan conocerse a sí mismas, y los varones también. Por eso es interesante, a la vez que importante, que se incluya la masturbación entre las prácticas sexuales. Es algo que tiene que estar liberado, es el mejor modo de poder encontrarse cada uno, para después vincularse con otro”, reflexiona Peker. Esta aspiración para la sociedad que tiene la periodista, de algún modo Milano la ve reflejada en la práctica, en sus talleres y campo de estudio. “Las páginas de pornografía mainstream, que en su mayoría son pagas y suelen ofrecer porno tradicional, empezaron a notar que había un nuevo interés”, dice. Aunque no fue por nobleza, si no para competir, plataformas como PornTube comenzaron a ofrecer contenido “más relacionado con la reflexión sobre la sexualidad”, explica la socóloga y cuenta que “se generó una producción muy interesante en torno a la pornografía feminista a raíz de la cuarentena”.
Durante el aislamiento, el sexo y el deseo se reinventan. “Son impresionantes las devoluciones que tiene Sex en relación a cómo modifica la libido. Muchas parejas agradecen haber podido abrir temas que nunca habían podido hablar o siquiera pensar. También gente que está sola nos dice que nos convertimos en su acompañamiento, en su diversión, en un romance de 72 horas”, cuenta Muscari. Pero no se puede vivir así por siempre. ¿O sí?, ¿o será esa la nueva realidad? “Pensando en un futuro cercano, no creo que haya un modo de tener un sexo seguro. Hay medidas que se pueden tomar, que se hicieron públicas, como ciertas posiciones, que no haya tanto roce de cuerpo. O implementar otras cosas, como jugar con dildos, que en esta pandemia hay mucha movida de juguetes sexuales”, imagina Belu, que declara: “Cuando se pueda voy a volver a lo físico de manera diaria”.
El post virus se imagina como una potencial nueva Era de Acuario. Una explosión orgásmica. Que todo el mundo va a salir del encierro con ganas de tener mucho sexo. Se comenta eso entre amigas, amigos, en las redes. Es una posibilidad, o tal vez solo un consuelo, una expresión de deseo. No es posible hacer futurología. Desde el optimismo, con recaudos, Peker lo intenta y dice: “La pandemia, pero más que nada la cuarentena, es la posibilidad de descubrirnos en lo dolorosa y difícil que es a veces para algunas personas la soledad. Encontrarse con un otro no es tan fácil como comprar un producto online. Entonces, esta situación actual es una posibilidad de revalorizar el modo de vincularnos”.
Podría ser un encuentro clandestino de dos amantes. O de una trabajadora sexual y su cliente. También funciona como inicio de una porno o de un relato erótico, leído o dicho por chat, a alguien a quien se desea ver. Después de dejar caer las toallas, finalmente se tocan. Al principio despacio, pronto bestialmente y, entonces sí, tienen sexo. Hablan por primera vez justo cuando llega el orgasmo. Uno dice “cómo necesitaba esto” y el otro contesta “ay”.