Uno de los legados más valiosos que tiene la arquitectura de América Latina, es la residencia atemporal donde solía vivir el Pritzker mexicano: Casa Luis Barragán en la Ciudad de México.
Este destino obligado para todo diseñador, residente de la CDMX, turista, o amante del arte, es bastante popular, ya que desde su construcción (1948) se conserva intacta, con todo y los muebles del arquitecto. Pero antes de que decidas emprender tu viaje al barrio de Tacubaya, a ver este Patrimonio Mundial de la UNESCO, hay cosas que debes saber:
Barragán inició la construcción de la casa en 1947, creando a propósito una fachada que puede ser casi desapercibida para que fuera parte del contexto del barrio de Tacubaya, una colonia popular en la Ciudad de México.
Lo único que la distingue son sus dimensiones, ya que ocupa los números 12 y 14 de la calle General Francisco Ramírez. El espacio en el número 12 fue el taller de arquitectura de Barragán, mientras que el 14 es el acceso a su casa.
Desde el recibidor, todo visitante se da cuenta que se trata de un espacio muy emocional, considerando que este es completamente amarillo, y le siguen colores rosas mexicanos, azules, y otros que alertan los sentidos para vivir la experiencia a tope.
Los pisos son de piedra volcánica, un material tradicional en México, que la mayoría de las pirámides aztecas fueron construidas con esta. He aquí el más grande tributo del arquitecto a su país natal.
La mayoría de los muebles artesanales están hechos de madera maciza, piel, fibras vegetales y lanas, y algunos de estos fueron reelaborados por la diseñadora Clara Porset.
La casa Luis Barragán es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde el 2004, así que más que una casa, es prácticamente un museo, porque es el único inmueble individual en América Latina que tiene este título.
La construcción se conserva intacta desde 1988, con todo y las pertenecías del arquitecto, en el orden que él las tenía cuando habitaba el lugar.
A lo largo del recorrido existen elementos clave de diseño, como una bugambilia que está cercana hacia una de las ventanas. Ese árbol no está ahí en vano, sino que la visión del arquitecto era dar el paso de la luz de tintes rosados a la habitación para pintarla.
Fuente: AD