Dónde y cuándo avistar ballenas

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 17-11-2019

Es el mamífero más grande de la Tierra. En concreto la ballena azul – puede medir hasta 30 metros y pesar 190 toneladas - está considerada el animal más grande del mundo. Sólo su lengua puede pesar tanto como un elefante.

Según las investigaciones científicas, y teniendo en cuenta sus esqueletos, descienden de animales terrestres con cuatro extremidades. En algún momento de la historia, decidieron sumergirse en el agua y pasar el resto de sus vidas allí. Son mamíferos como nosotros, lo que les obliga a ascender a la superficie – cada hora, más o menos – a respirar. Y gracias a eso las podemos ver.

De hecho, puede que no exista otro espectáculo natural tan impactante. Algunas especies, como la ballena jorobada, saltan acrobáticamente fuera del agua para caer después con todo su peso sobre la superficie. Como dijo el naturalista Sir Attenborough: “rara vez se puede ver un movimiento tan hermoso”.

La sensación de vulnerabilidad que te produce es espeluznante. El poder de este animal es descomunal. Viven en todos los océanos y se desplazan miles de kilómetros desde los mares fríos, donde se alimentan, a los más cálidos, donde se aparean y reproducen. Si te interesa viajar para avistarlos, toma nota de los siete puntos geográficos más aconsejables:

Hermanus, en Sudáfrica

Hay un pueblecito a una hora y media en coche desde Ciudad del Cabo que está considerado como una de las localizaciones más recomendables para ver ballenas. De hecho, es uno de los pocos lugares en los que no necesariamente te has de subir en un barco para verlas. Se pueden observar desde el paseo marítimo. Cuando el avisador de ballenas toca la campana, todo el mundo pone la mirada sobre el horizonte para verlas salir a la superficie. Si no tienes suerte, siempre puedes zarpar con el barco desde el puerto, donde tendrás muchísimas más posibilidades.

En principio la época de avistamientos es entre los meses de julio y noviembre, puesto que viajan desde el sur hasta la costa de Sudáfrica. Sin embargo, lo más eficaz es viajar en la segunda quincena de septiembre porque coincide con el mayor número de avistamientos, o en noviembre, cuando ya han parido y se acercan más a la costa. La especie más habitual en esta zona es la ballena franca, cuyo nombre le viene por la facilidad en el que los arponeros las avistaban y después cazaban. De hecho, cuando vas en la cubierta del barco, se acercan tanto que se te pone la piel de gallina.

Islas Azores, Portugal

Estas nueve islas portuguesas situadas en medio del océano Atlántico son otro de los puntos a tener en cuenta si queremos avistar ballenas. En realidad, Azores es uno de los mayores santuarios del mundo. En estas aguas se ven muchas especies de cetáceos, hasta 24, pero la más impresionante es la ballena azul, que con sus 30 metros de largo llega a finales de invierno. En verano, en cambio, se pueden ver los delfines manchados, los cachalotes y el rorcual norteño.

Normalmente los avistamientos se hacen entre mayo y octubre desde las torres vigías en la costa o adentrándote en el mar con barcos, de los que la mayoría se concentran en la isla de Sao Miguel, concretamente en Ponta Delgada y Vila Franca do Campo, y las ballenas azules suelen surcar el canal que hay entre Sao Miguel y Santa María.

Península Valdés, Argentina

Si desciendes desde Buenos Aires por la costa atlántica unos 1.400 kilómetros, hay un momento en el que sobresale uno de las mayores áreas naturales de este país sudamericano: península Valdés, un paraíso de la biodiversidad, donde, además de ballenas, se pueden ver pingüinos de Magallanes, guanacos, ñandús, elefantes y lobos marinos. Pero las estrellas de este escenarios son sin duda alguna los cientos de ballenas francas australes – pueden medir hasta 15 metros - que llegan cada año, entre junio y diciembre, para reproducirse y criar a sus ballenatos.

Para ser exactos, los avistamientos se producen en las aguas resguardadas de los golfos Nuevo y San José, y la costa de la caleta Valdés, desde Punta Norte hasta Punta Hércules. También es interesante viajar entre mediados de febrero y abril, cuando se dan cita allí las orcas, excitadas por la abundante población de focas, su alimento predilecto.

Cabo San Lucas, Baja California

De diciembre a abril, está casi garantizada la aparición de ballenas grises o jorobadas en el Mar de Cortés, alrededor de la península de Baja California. Las ballenas jorobadas son seguramente las más fáciles (y más divertidas) de detectar: ante todo gracias a las piruetas que suelen hacer fuera del agua. Allí podrás encontrar un gran número de tours para poder observarlas, desde breves recorridos de una hora hasta travesías de dos días con un biólogo que te explicará todo lo que quieras saber sobre estos gigantes marinos.

De 10 a 12 meses, las ballenas viajan alrededor de 4.800 kilómetros durante su periodo de gestación. Acuden a las cálidas temperaturas de Baja California, donde hay lagunas de agua salada rodeadas por el desierto, para aparearse, reproducirse y amamantar a sus crías. Es un momento emocionante. En algunos de los tramos de esta migración es cuando se produce el enigmático canto de las ballenas. Para escucharlos y entender algo de su significado, puedes hacer una de las expediciones que incluyen hidrófono y las consiguientes charlas de especialistas en la materia.

Husavik, Islandia

No en vano, la llaman “la capital de las ballenas”. La situación, al norte de Islandia de esta pequeña y tranquila población pesquera es privilegiada. Su bahía Skjalfandi (la tierra de los temblores) pertenece al océano Ártico y es muy rica en plancton, lo que atrae a toda clase de cetáceos en busca de alimento. Las ballenas jorobadas y las Minkes (a veces hay avistamientos de la gran ballena azul) se pueden ver entre los meses de abril a octubre, aunque los mejores meses son de junio a agosto.

Una de las grandes ventajas de este lugar es el escenario. Volcanes fantasmales, glaciares con vida propia, enormes cascadas y las aguas fantásticas congeladas del Ártico... piensas que en cualquier momento emergerá del agua la ballena Moby Dick. En el puerto de Husavik se ofrecen infinidad de excursiones por la zona, que duran entre una y cuatro horas, cuestan unos 50€ y se pueden elegir embarcaciones tradicionales o rápidas. Eso sí, garantizan el avistamiento. Tan convencidos están, que si no ves ninguna ballena, te ofrecen una segunda oportunidad sin pagar ni un céntimo.

Hervey Bay, Australia

Al este de Australia, en las costas de Queensland, al norte de Brisbane, se encuentra Hervey Bay. Hay dos cosas que preferentemente se pueden hacer allí: ir a Fraser Island, la mayor isla de arena del mundo, y avistar ballenas jorobadas. Es uno de los lugares donde los saltos de las ballenas son más espectaculares. En su migración a la Antártida, entre julio y hasta bien entrado el mes de octubre, pasan un tiempo en estas aguas acumulando grasas y mostrando a sus crías como nadar.

Seguramente es el lugar más recomendable para ver ballenas en Australia. Las garantías de éxito son casi del cien por cien. En realidad, a parte de las ballenas, lo más impresionante de Hervey Bay es el paisaje del estrecho “Grand Sandy” al que nos referíamos antes, justo delante de Fraser Island. Desde la costa parten las embarcaciones que se acercan tanto a los cetáceos que incluso es posible tocarlos.

Costa sur de Tenerife, España

Para los que no tengan tanto tiempo para viajar tan lejos, deben saber que por las costas españolas también pasan varias especies de cetáceos. El estrecho de Gibraltar, Galicia o el Cantábrico son alguno de los enclaves aconsejables para visitar. Pero puede que las aguas al sur de Tenerife, frente a la Gomera, que son muy profundas – a tres millas de distancia pueden alcanzar los 3.000 metros de profundidad – y de una gran riqueza de nutrientes, sea el lugar idóneo: allí se ven calderones o ballenas piloto, cachalotes; en abril, se avistan con frecuencia los rorcuales tropicales.

Por norma general, las excursiones parten desde Puerto Colón, en Adeje, y desde los Gigantes, en la costa occidental de Tenerife. La travesía básica es de 2 horas, ampliable a más tiempo si también te apetece comer en el barco y luego darte un chapuzón justo debajo de los acantilados. La opción más viable de esta lista, en todo caso.

Fuente: La Vanguardia

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