El café frío puede resultar muy refrescante y una alternativa más saludable a los refrescos convencionales. Seguramente por eso es toda una tendencia, especialmente entre gente joven, muy de moda en Estados Unidos, donde el consumo ha crecido un diez por ciento anual entre 2013 y 2017.
En cambio, países tan puristas del café como Francia e Italia se resisten a adoptar esa moda, mientras España es, según la Base de Datos de Nuevos Productos Mintel, el país europeo donde tiene más éxito, aunque sólo un un 10% de consumidores lo compran.
Antes de profundizar en la cuestión de si es mejor el café frío o caliente, conviene saber que no se considera café frío el que se refrigera después de elaborarlo por el método tradicional ni el que se toma con hielo añadido, que es lo más frecuente aquí.
Si hay alguna diferencia desde el punto de vista de la alimentación o la salud entre ambos se debe precisamente a la forma de prepararlo. El café frío se hace mezclando café molido con agua a una temperatura de 20-25 grados y dejando que infusione entre 4 y 24 horas antes de filtrarlo y tomarlo.
La ciencia tiene la palabra
Hasta no hace mucho se creía que éste era más sano, porque contenía menos ácidos, responsables del ardor de estómago que a veces produce el café y también del tono oscuro que adquiere la dentadura si se abusa de esa bebida.
Pero una investigación llevada a cabo conjuntamente por Niny Rao y Megan Fuller, de las universidades de Philadelphia y Thomas Jefferson respectivamente, y publicada hace unos meses en la revista Scientific Reports, ha llegado a la conclusión de que apenas hay diferencias en el ph de uno y otro.
Aseguran que las ideas que se daban por ciertas hasta hace poco de que el café frío es menos ácido no tienen ninguna base científica y son “campañas de márketing promovidas por las empresas productoras”.
Una larga elaboración
Para realizar su estudio utilizaron un café entre ligero y de tueste medio. El caliente lo prepararon con una cafetera a presión convencional durante apenas seis minutos; el frío lo tuvieron siete horas en agua.
Al hacer las mediciones descubrieron que ambos tenían un ph bajo, de entre 4 y 5. Para hacerse una idea de lo que significa, el agua, la única bebida neutra en cuanto a la acidez, tiene un ph de 7. Es decir, que cuanto más bajo es el número, mayor la acidez y al contrario.
“Desde ese punto de vista, la diferencia entre el caliente y el frío es apenas perceptible”, explican los científicos, que sí encontraron una mayor diversidad de tipos de ácidos en el caliente que en el frío, lo que se debería probablemente a que con una temperatura elevada se extraen más fácilmente del café.
En cambio sí advirtieron una diferencia que les llevó a concluir que el café caliente es más sano, porque es más rico en antioxidantes.
Estos son muy beneficiosos para el organismo porque atacan a los radicales libres, unas moléculas muy inestables y perjudiciales, que también interactúan con moléculas sanas y hacer que degeneren. Los antioxidantes contenidos en los alimentos ayudan a deshacerse de los radicales libres antes de que causen daños.
Tienen efectos antiinflamatorios y hacen “disminuir el riesgo de sufrir dolencias hepáticas, metabólicas y neurológicas”, explican los investigadores.
El tiempo no sustituye a la temperatura
Antes de realizar el experimento se mostraban convencidos de que al estar más tiempo el café en contacto con el agua en la elaboración sin calor, resultaría una bebida con un sabor y aroma más intensos.
“Nos sorprendió comprobar que no era así”, prosiguen Rao y Fuller, “creíamos que al tener mayor tiempo el café en el agua tendría un efecto equivalente al calor de la otra elaboración. Sin embargo, lo que descubrimos fue que la temperatura es crucial para que el café tenga el característico sabor que se espera de él”.
Según los entendidos, el café frío resulta mucho menos amargo, algo que aprecian especialmente en esta bebida, la segunda más consumida del mundo, los puristas del café.
En cambio, los partidarios del frío dicen que resulta más aromático y con un sabor más condensado. Al parecer la temperatura elevada hace aflorar más los elementos químicos que producen el sabor amargo mientras que la fría los apacigua.
No parece que existan diferencias motivadas por el tipo de preparado en cuanto a la cantidad de cafeína que aportan uno y otro, unos cien miligramos por taza en ambos casos si se utiliza el mismo café. Las diferencias en cuanto a la cafeína dependen más del tipo y la procedencia del café, el tueste y otras variables.
A la vista del estudio, optar entre una bebida y la otra es una decisión personal que tiene poco impacto en la salud. Las dos aportan energía y la capacidad de despertar y poner en marcha el organismo, que es su principal función.
Fuente: La Vanguardia