Son, seguramente, los lugares más fascinantes y extraños delUniverso. Aunque se especula que existen cientos de miles de millones de ellos, jamás se han podido ver. No se sabe qué los compone, ni tampoco qué ocurre en su interior o qué pasa cuando una estrella es succionada hacia el interior de estas oscuras regiones. No en vano los agujeros negros constituyen uno de los grandes misterios de la física que, desde que a principios del siglo XX Albert Einstein los predijera en su Teoría de la relatividad general, los físicos han tratado, sin éxito, de resolver.
“Son apasionantes, distintos a todo, un concepto muy abstracto y difícil de imaginar, monstruosos, que se lo tragan todo. ¿Cómo puede existir algo así?”, explica con vehemencia Mar Mezcua, investigadora postdoctoral del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) y del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC).
A pesar del nombre que reciben, agujeros, no tienen nada de espacios vacíos ni tampoco de objetos. Son regiones del espacio donde la gravedad es infinita y de los que ni la luz puede escapar, por lo que son completamente invisibles; ninguno de nuestros telescopios, ni los de radio, ni de rayos X, ni ópticos, ni rayos gamma, pueden ver lo que hay en su interior.
Los científicos pueden saber que existen y detectarlos a partir del comportamiento de la materia cerca de ellos. Por ejemplo, gases y polvo cósmicos giran alrededor de estas regiones casi a la velocidad de la luz, formando el denominado disco de acreción; la fricción hace que se calienten y alcancen temperaturas elevadísimas que liberan enormes cantidades de radiación de alta energía. Y esa radiación sí se puede captar con la tecnología actual.
Los agujeros negros se forman al comprimir masas enormes en un punto pequeño, como la cabeza de un alfiler. Ese punto en el que toda la masa es atrapada se denomina singularidad, que a pesar de que puede ser infinitamente pequeña tiene una enorme influencia.
Alrededor de la singularidad hay un área, como si rodeásemos el punto con un círculo, denominada horizonte de eventos. Es como una frontera, cuando se traspasa, la gravedad es tan fuerte que succiona la materia, incluso la luz.
Y aunque en el imaginario colectivo, tal vez por las películas de ciencia ficción, se suele pensar en los agujeros negros como una especie de aspiradoras cósmicas que engullen todo lo que tienen a su alrededor, para ello “hay que situarse a una cierta distancia. Solo dentro de un radio muy cercano al agujero negro y que depende de la masa del agujero negro todo cae hacia su interior”, especifica Mezcua, en referencia a este horizonte de eventos.
Esta investigadora explica que “en el caso de un agujero negro de la misma masa del sol, el radio dentro del que todo sería chupado hacia el interior del agujero es de 3 km. De manera que podríamos acercarnos con una nave espacial mucho hasta el agujero, a pocos kilómetros, y aunque afectaría su atracción, aún seríamos capaces de evitar caer en él”. En cambio, dentro del horizonte de sucesos ahí sí que ya no podríamos escapar.
“El radio dentro del cual ya no podemos salir, denominado radio de Schwarschild, para un agujero negro de la masa de la Tierra sería de tan solo 1 centímetro”, apostilla Mezcua.
Tipos de agujero negro
Existen tres tipos de agujeros negros, clasificados en función de su masa: estelares, supermasivos y de masa intermedia. Los estelares son los más frecuentes; cuentan con masas de entre 4 y 15 veces la masa del Sol, y suelen producirse como resultado de la muerte de una estrella masiva. Los de masa intermedia tienen unas cuantas miles de masas solares.
Finalmente, los supermasivos se sitúan en el centro de las galaxias. Tienen masas superiores a más de un millón de veces la del Sol. Se cree que estos agujeros negros ya existían cuando el Universo, que tiene una edad de 13700 millones de años, era muy joven y que se formaron a partir de agujeros negros de masa intermedia. La Vía Láctea, nuestra galaxia, tiene uno, Sagitario A, que es más de cuatro millones de veces más masivo que nuestro Sol.
“Se cree que los agujeros negros supermasivos están muy relacionados con la galaxia en la que viven, que crecen a la vez -explica Mezcua-. Las partes más externas del agujero negro, el disco de acreción, emite unos vientos, partículas, y chorros en radio, que afectan a la galaxia. De hecho, un agujero negro es capaz de destruir la formación de estrellas en la galaxia. Afecta, pues, a cómo evoluciona la galaxia, al número de estrellas que tiene. Regula, en definitiva, el crecimiento de la galaxia en que vive”.
Fuente: La Vanguardia