La Semana Santa ya está aquí. Con el aumento gradual de la temperatura en territorio nacional, la Secretaría de Turismo estima que en el periodo vacacional, 10 millones de turistas nacionales enfilarán hacia los principales destinos del país.
Y aunque las playas del Pacífico y el Caribe mexicano se perfilan como las ciudades más buscadas para Semana Santa (Puerto Vallarta, Los Cabos, Cancún y Acapulco serán los únicos destinos turísticos nacionales por encima del 70% de ocupación hotelera), nunca es tarde para improvisar un viaje corto de fin de semana hacia destinos asequibles en carretera partiendo desde el centro de México. Estas son algunas opciones:
Tequisquiapan (Querétaro)
Una ruta que celebra la cultura del vino
A tres horas de la Ciudad de México y treinta minutos de la capital de Querétaro, el pueblo mágico de Tequisquiapan y su municipio vecino, Ezequiel Montes, conforman una incipiente región vitivinícola especializada en acoger viajeros de fin de semana que buscan experiencias dedicadas al mundo del vino. Partiendo de Tequisquiapan en dirección al norte, se concentran al menos una veintena de productores que ofrecen catas guiadas por sommeliers, comidas entre viñedos y recorridos a través de sus bodegas.
San Pedro Cholula (Puebla)
Arte novohispano y recorrido al interior de una pirámide
Siete kilómetros al oeste de Puebla, se levanta la pirámide más grande de Mesoamérica. Sobre ella, el Santuario de la Virgen de los Remedios: se trata de una alegoría viva de la Conquista y el principal atractivo de Cholula, un asentamiento prehispánico devenido pueblo mágico que ofrece un museo de sitio, recorridos guiados por la zona arqueológica (entre los que resalta un túnel al interior de la pirámide que permite observar sus distintas etapas constructivas) y una intensa vida nocturna. A 20 minutos de Cholula también se encuentra Val’Quirico, un conjunto residencial con callejones y plazas que simulan un pueblo de la Toscana.
Real del Monte (Hidalgo)
Un pueblo mágico con herencia inglesa entre minas y bosques
La primera parada del corredor de la montaña de Hidalgo es Real del Monte, una localidad que se abre paso a través de zonas boscosas, presas y los vestigios de la actividad minera de la región durante el siglo XIX, un pasado del que heredó los tejados a dos aguas y las empanadas conocidas como pastes. A veinte minutos de Pachuca y menos de dos horas de la Ciudad de México, Real del Monte es conocido por un par de minas aún accesibles al público, un viejo panteón inglés que da cuenta de su herencia británica y sus días nublados, en los que la venta de chocolate caliente y pastes resalta en cada esquina.
Tepoztlán (Morelos)
Comida prehispánica y misticismo al pie del Tepozteco
Hace más de 700 años, los nahuas del céntrico estado de Morelos levantaron un complejo ceremonial en la cima del Cerro del Tepozteco. Dos siglos más tarde, manos indígenas bajo las órdenes de frailes dominicos construyeron la Parroquia de la Natividad en la parte baja del pueblo, a dos kilómetros del templo prehispánico. El contraste entre ambos resume el carácter de Tepoztlán, destino de fin de semana por excelencia, donde la gastronomía prehispánica se funde con rituales ‘new age’ y las opciones de alojamiento van desde hostales de habitaciones compartidas, hasta hoteles boutique con todas las amenidades.
Bernal (Querétaro)
Ascenso al tercer monolito más grande del mundo
La puerta de entrada a la Sierra Gorda de Querétaro ofrece experiencias ecoturísticas, recorridos por los callejones del pueblo a través de sus leyendas y un museo dedicado a los dulces típicos, todo alrededor de su principal atractivo: el ascenso a la Peña de Bernal, el tercer monolito de roca más grande del mundo. Después de conquistar la cima, decenas de restaurantes y alojamientos para cualquier presupuesto esperan en las calles principales, un cierre idóneo para una escapada de fin de semana.
Guanajuato (Guanajuato)
Bohemia y romance en la ciudad colonial por excelencia
Al margen del Festival Internacional Cervantino, la capital de Guanajuato es una ciudad vibrante, con vida cultural propia y una infraestructura de servicios que la convierte en un destino ideal de fin de semana. A través de escaleras, túneles y calles subterráneas, su intrincada geografía privilegia descubrirla a pie, revelando plazas, jardines y callejones que igual guardan siglos de historia que se remontan a la lucha independentista, que restaurantes o cafeterías de moda frecuentados por universitarios.