La novela del mayor atracador de bancos de la historia

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 07-11-2019

El mayor atracador de bancos de Estados Unidos jamás disparó una bala. Se llamaba Willie Sutton (1901-1980), alias el Actor. Empezó su carrera en los años 20, la ejerció durante unos cuatro decenios y pasó media vida en diversas cárceles de su país. A pesar de sus actividades criminales, se granjeó el cariño de la opinión pública, que lo vio como una especie de Robin Hood, que robaba a los ricos y tenía su código de honor. Ahora, llega a España la novela inspirada en su vida, A plena luz (Duomo), escrita en el 2012 por J.R. Moehringer (Nueva York, 1964), el autor que saltó a la fama internacional como negro del tenista André Agassi en sus memorias Open (2009), cuyo éxito hizo que se rescatara El bar de las grandes esperanzas (2005), novela que bebe de las propias experiencias de Moehringer como niño criado por una madre soltera y un turbio tío, chaval adoptado por los borrachos habituales de un bar, mitificado como escuela de masculinidad y punto de encuentro de mil historias.

Moehringer, premio Pulitzer, atiende la llamada de este diario en San Francisco. “Desde su primer delito –cuenta–, Sutton ya apareció en los periódicos, fue un notición porque se trató de un robo al padre de su novia, un millonario que fabricaba y vendía muebles a gran escala, el Ikea de la época”.

Contemporáneo de Bonnie y Clyde, “nunca se conocieron, pero tenían poco que ver, ellos eran violentos, estaban llenos de rabia. Sutton jamás disparó a nadie en la comisión de sus delitos. Sí tuvo contactos con mafiosos cercanos a Al Capone y Lucky Luciano. Donde los datos no llegan, entra la ficción, que es una versión posible. Pero soy periodista y me he documentado mucho: entrevisté a todo aquel que lo hubiera conocido, a vecinos, familiares... Vi los papeles del FBI, leí sus memorias, repasé toda la prensa de la época, visité las celdas donde estuvo... Una de sus rehenes contó que ser atracada por él la hizo sentir ‘como en una película de Hollywood’. Un amigo del instituto fue a verle para iniciar una carrera criminal como la suya y él se lo desaconsejó: ‘No te metas en esto, no soy un buen modelo’. Se tomó su trabajo en serio, se esforzaba por ser el mejor: estudiando minuciosamente los lugares que iba a atracar, y las vidas de las personas con las que se encontraría allí. Se disfrazaba, con uniformes diversos, de carpintero a policía, se maquillaba hasta resultar irreconocible. Para él, su oficio era un arte y se dedicaba a él con gran sensibilidad”. Sólo en 1931 atracó 37 bancos. Aunque la gente lo veía como un justiciero, “él no tenía ese concepto tan claro, se metió en la delincuencia para amasar mucho dinero con el que convencer a su chica, Bess, de que se fugara con él”. Moehringer no ha querido “idealizar el crimen, porque la gente que sufrió sus atracos lo pasó mal, pero sí entender su psicología”.

La idea le vino “en un momento de gran rabia contra los bancos, por la crisis global del 2008, tuve que sacar corriendo mi dinero de dos entidades en crisis. Me pregunté por un tema clásico: quien roba a un ladrón ¿se convierte, al hacerlo, en lo mismo?”. Sutton “suspendía atracos si se producían desmayos o había una embarazada. Lo que sucede es que, exceptuando el asesinato en primer grado, ningún otro delito conlleva una pena mayor que el atraco a un banco . ¿Es justa una pena de 50 años para un robo que no afecta a los ahorros de los clientes? ¿Y por qué no se castigó a los banqueros que sí hicieron desaparecer los ahorros de cien millones de personas?”. Por eso cree que “el paralelo más claro que yo haría con un personaje actual es Edward Snowden”. ¿Sutton estaría de acuerdo? “No se hizo un planteamiento social previo. Sabía que estaba mal robar, pero también que estaba mal tener hambre y que la mitad del país sufriera pobreza. Los bancos jugaron a la ruleta con toda la sociedad, causaron el crack de 1929 y allanaron el camino al fascismo, a Hitler y Stalin. EE.UU. es el lugar ideal para los triunfadores, pero el peor infierno para los fracasados”.

Sutton se escapó tres veces de prisiones de máxima seguridad, como la de Sing Sing y sus métodos –como el de la sierra, limando barrotes– inspiraron el fecundo género de la fuga carcelaria. “No era fácil huir, pero cien veces más sencillo que en la actualidad. El complejo industrial carcelario se ocupaba de esos lugares, a veces reduciendo costes. Él aprovechó su tiempo entre rejas para labrarse una cultura, leyendo a clásicos como Cicerón”.

El Sutton real fue detenido –y encarcelado– por última vez en 1952. Por motivos de salud, fue liberado en 1969 y murió en 1980, a los 79 años. En la novela, al salir de prisión, realiza un recorrido en coche junto a dos periodistas por los lugares clave de su biografía, lo que da pie a los flashbacks que se convierten en el eje de la narración. El libro abunda en frases sentenciosas, personajes con estilo, viriles y con un sentido de la estética, tanto cuando hablan con una prostituta como en los momentos más dramáticos, como si un buen guionista de Hollywood les escribiera los textos. “Sutton tenía realmente estilo –afirma el autor–, era un hombre con clase y gracia, cualidades muy apreciadas en mi país”.

¿Cómo acabó sus días Willie Sutton? Escribiendo sus fantasiosas memorias y asesorando a bancos sobre cómo evitar atracos. Incluso apareció en un spot televisivo de la nueva tarjeta de crédito –con fotografía identificativa– del New Britain Bank and Trust Company. “Cuando digo que soy Willie Sutton, la gente me cree”, decía tras glosar las cualidades del producto.

Fuente: La Vanguardia

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