De Frida Kahlo da la impresión que se ha contado todo, que no hay nada más que añadir acerca de una artista única, considerada símbolo del feminismo contemporáneo y la pintora mexicana más reconocida a nivel mundial. Sin embargo, el documental Frida: Viva la vida, que se estrena este domingo 8 de marzo de forma especial en algunos cines españoles -el 9 y el 10 en más de noventa salas- coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, pone en evidencia que a día de hoy aún la seguimos descubriendo, como un pozo sin fondo, siempre infinito y misterioso.
Para muestra, el viaje que durante 90 minutos, amenizado por la presencia de la actriz Asia Argento como hilo conductor, invita al espectador a sumergirse en las dos almas de un ser herido que convirtió su profundo dolor en arte y que supo disfrutar de la vida a consciencia a pesar de los golpes recibidos en forma de poliomielitis o las terribles secuelas de un accidente -un tranvía chocó contra el autobús en el que viajaba- que le fracturó la columna vertebral, entre otras graves heridas, a los 19 años y que la mantuvo postrada en la cama durante largos periodos de tiempo, acercándola a unos pinceles que no abandonaría jamás. “Nunca pinté mis sueños, pinté mi propia realidad”, decía. Una realidad profundamente marcada por “la pérdida de tres hijos, además de otra serie de cosas que habrían dado sentido a mi horrible vida” y que plasmó con fuerza desgarradora en todas sus obras.
Bajo la batuta del director italiano Gianni Troilo (Los nenúfares de Monet), la película escapa de la narración clásica para converger, estructurada en seis capítulos, en una pieza ágil y amena que alterna material de archivo de la época con entrevistas exclusivas, reconstrucciones evocadoras y un repaso a las obras más emblemáticas de Kahlo, como Las dos Fridas (1939), La columna rota (1944) o El ciervo herido (1946).
Y asistimos al descubrimiento de cartas, fotografías, diarios y demás objetos personales que llevaban guardados bajo llave durante 50 años dentro de unos baúles en La Casa Azul (hogar de la artista en Coyoacán y actual Museo Frida Kahlo) que se encargó de sacar a la luz en 2004 Hilda Trujillo, directora del museo. “Sentía que estaba invadiendo su privacidad, pero luego entendimos lo que realmente significa el arte a través de Frida, algo que ningún libro puede enseñar”, señala Trujillo, que muestra con entusiasmo ante la cámara collares, diademas y vestidos coloridos que ayudaron a construir la imagen de una Frida alegre y vitalista, así como los rígidos corsés y las prótesis que tuvo que llevar con humillación.
A través de esa dualidad formada por la pintora comprometida con su tiempo y la mujer atrapada en un cuerpo torturado, la cinta recorre el corazón de México y se embriaga del amor de Kahlo por el tequila y los mariachis, por la cultura indígena de su país, interés compartido por Diego Rivera, con el que compartió una tormentosa relación empañada por las infidelidades, pero siempre auspiciada por una camaradería sin fisuras hasta la muerte de la artista en 1954, a los 47 años, a causa de una bronconeumonía.
Frida: Viva la vida está producida por Ballandi Arts y Nexo Digital y se enmarca en el contexto de la temporada de arte que lleva a los cines la distribuidora A Contracorriente Films.
Fuente: La Vanguardia