Basada en un hecho real a partir de la novela de Robert Harris, El acusado y el espía, el más reciente largometraje de Roman Polanski, es una película de corte histórico situada en los últimos años del siglo XIX, cuando el capitán del 14 regimiento de artillería Alfred Dreyfus (Louis Garrel) es acusado de alta traición por pasar información al imperio alemán y enviado al exilio, aislado en la isla del Diablo, degradado y humillado en una ceremonia pública ocurrida el 5 de enero de 1895.
Este hecho es atestiguado por el coronel Georges Picquart (el oscareado Jean Dujardin por El artista), quien fuera profesor de Dreyfus y que repentinamente es asignado a encabezar el departamento de espionaje del ejército. Allí descubre que el escandaloso caso tiene más deficiencias que certezas y que todo apunta al encubrimiento de otro oficial por razones de discriminación, dado que Dreyfus es judío y se vive un odio generalizado. El hecho ocasionó una conmoción en Francia pues era una época de radicalismos.
Con reflejos claros a la actualidad, el filme de Polanski se construye desde la óptica de Picquart. Cuando asume el cargo, llega a unas oficinas asfixiantes y apestosas en un edificio que él creía abandonado. Su segundo, el coronel Henry (Grégory Gadebois solazándose en la despreciabilidad de su personaje), desde el principio se asume como su antagonista en una oficina cuyo personal parece que oculta más cosas que las que descubre en su labor de inteligencia y contraespionaje. Una de ellas es un telegrama que encuentra Picquart y cuya autoría es de un tal coronel Esterhazy (Laurent Natrella); la caligrafía es idéntica a la de la carta atribuida a Dreyfus (quien se declara inocente) como prueba determinante de su culpabilidad.
Conforme se sumerge en la investigación, Picquart descubre una serie de pruebas y evidencias dejadas de lado alevosamente para inculpar a Dreyfus. Cuando asiste con sus superiores, es invitado a dejar de lado la investigación y de hecho, relevado de la misma. Pero entonces, ayuda al hermano del oficial acusado en su campaña pública para limpiar su nombre y es arrestado justo el día en que el escritor Émile Zola publica su conocida carta abierta al presidente francés, Yo acuso (de la que la película toma su título original), en la que expone la falsedad de las evidencias.
El acusado y el espía se construye como un thriller histórico. Polanski se toma su tiempo para elaborar un relato sobre intrigas políticas, racismo y radicalismo ideológico que apunta evidentemente a la actualidad. Dujardin consigue ser convincente como el oficial que cree en la justicia y en la institución de la que forma parte a pesar del cochinero que va descubriendo. La recreación histórica es sorprendente. Desde los uniformes militares hasta los carruajes y los decorados de viviendas y celdas, todo tiene una referencia al pasado que se palpa presente. La fotografía de Pawel Edelman tiene esos tonos fríos, en los que abundan los tonos grisáceos y los paisajes nublados que han sido su sello en colaboraciones anteriores con Polanski, como El pianista (2002), Oliver Twist (2005) y El escritor fantasma (2010), que permiten sumergirse en ambientes fraguados por la tragedia y la desesperanza.
La música de Alexandre Desplat (nominado al Óscar en el rubro por Mujercitas) ayuda a acentuar las tonalidades emocionales de la película. El acusado y el espía tiene una ejecución impecable, que logra hacer inmersiones a cada uno de los locales donde se desarrolla la historia, pero es una obra regular en la filmografía de un cineasta como Roman Polanski.
Fuente: Cinepremiere