Esta cinta danesa cuenta el relato de una mujer adulta que inicia una relación sexual con su hijastro de 17 años.
Es una historia que ya hemos visto múltiples veces en el cine y en la literatura, y casi podemos adivinar el desenlace. Sin embargo, después de pasar por la mirada y el tratamiento de la directora May el-Toukhy y el guion que ella escribió con Maren Louise Käehne, esta historia que comienza como un relato prohibido de tinte erótico se convierte en un thriller psicológico de consecuencias catastróficas.
Anne (Trine Dyrholm) es una exitosa abogada enfocada en casos de abuso y acoso. Vive en una casa de ensueño junto a su esposo Peter, un amoroso y exitoso doctor, y sus hijas gemelas. Pero esta vida idílica se ve interrumpida tras la llegada de Gustav (Gustav Lindh) el hijo problema de Peter de su matrimonio anterior que acaba de ser expulsado, nuevamente, de la escuela.
Gustav y Anne son una pareja dispareja. Dejando de lado el hecho de que la diferencia de edad es abismal y ella abusa su papel como protectora de este joven afligido, este par realmente no parece tener nada en común. De hecho, cuando los conocemos por primera vez, parecen odiarse, y durante el primer acto, realmente parece muy poco probable que los personajes puedan llegar a construir una química creíble. Esta disparidad va tan lejos que llega hasta al punto de manifestarse como un sentimiento nauseabundo y de incomodidad en el espectador (lo cual es, sin duda, el objetivo del director). No obstante, a medida que se desarrolla la historia, la química está ahí, y aunque su relación pasa al plano físico de una manera repentina, nunca se siente forzada. Su relación tampoco es de naturaleza romántica, hay besos y caricias furtivas cuando se creen inmunes de las miradas curiosas, pero su dinámica es más bien el resultado de llenar un vacío. Siguen siendo una pareja dispareja, pero su relación funciona porque uno le proyecta al otro lo que necesita en ese momento, y viceversa. Pero este efecto camaleónico, claro, es efímero.
Las escritoras May el-Toukhy y Maren Louise Käehne no desperdician ningún momento del guion en explicar las historias de fondo de los personajes o las motivaciones que podrían haberlos llevado, especialmente a ella, a caer en esta relación ilícita–e ilegal, según las leyes danesas. Puede que disfracen un hecho importante de la vida de Anne en el brindis que uno de sus amigos le dedica en su cumpleaños o en una conversación con su hermana, pero eso es todo lo que obtendrás como audiencia. Esta narrativa minimalista es la clave del suspenso, una herramienta sutil que transforma a Reina de corazones de una película erótica a un thriller que culmina con un giro de tuerca oscuro.
En un guion que se apoya más de la acción que de las palabras para que las audiencias libren sus propios juicios morales, las actuaciones llevan el peso de la historia. Trine Dyrholm –quien es una actriz y cantante consumada en Dinamarca– nos envuelve con una interpretación llena de matices que van desde la inocencia hasta la brutalidad. De repente, como audiencia, nos vemos en la misma posición de ingenuidad e incredulidad que Gustav. Por su parte, el actor Gustav Lindh también es sensacional en su papel.
Este es el tipo de película que se queda contigo tiempo después de que hayas salido de la sala de cine. Puede que un día te encuentres absorto en la monotonía de las actividades diarias , y de la nada un diálogo o una mirada de uno de los personajes se te apareceré en la cabeza para ayudarte a terminar de armar el rompecabezas.
Fuente: Cinepremiere