¿El mejor Batman de la historia?

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 11-02-2020

“Está claro que si un tipo que se disfraza de murciélago es porque tiene problemas”, afirma Christian Bale con una sonrisa socarrona en ‘Batman Begins’ (2005). Tal como su co-guionista, David S. Goyer, explica en los extras de la edición doméstica, es muy fácil encontrar un buen Bruce Wayne o un buen Batman, pero muy complicado dar con un actor capaz de interpretar ambas facetas del mismo personaje. Bale hizo algo aún más encomiable: desarrollar diferentes personalidades para ambas caras de la misma moneda a medida que la saga iba avanzando y volviéndose más ambiciosa. Su Batman no es un concepto tan monolítico como los imitadores de su voz (esa voz) nos han hecho creer. Su Wayne directamente contiene multitudes.

Cuesta creerlo, pero Henry Cavill fue uno de los (GQ estima) alrededor de trescientos millones de actores angloparlantes entre 20 y 40 años que Christopher Nolan vio durante el cásting de la primera entrega de su Trilogía del Murciélago —Cavill también estuvo cerca de ser James Bond en ‘Casino Royale’ (2006), pero eso es una historia para otro día—. Además del futuro Clark Kent, por esas sesiones se dejaron caer nombres como Jake Gyllenhaal, Billy Crudup o Hugh Dancy, por no hablar de dos pesos pesados, Heath Ledger y Cillian Murphy, a los que Nolan acabaría ofreciéndoles otro tipo de papeles en la misma saga. Ninguno de ellos se presentó a las pruebas tan preparado como Bale, quien se pasó las semanas anteriores a su prueba estudiando los cómics de Batman en busca de una clave para el personaje. Halló dos: a) las bat-películas anteriores siempre prefirieron concentrarse en los villanos antes que en el héroe, luego él contaría con más espacio para crear; y b) Wayne no es exactamente Wayne una vez se pone el traje, sino algo más parecido a una criatura.

De ahí la voz grave, profunda e intimidante con la que el actor galés sorprendió a todos los presentes en su prueba. Ninguno de los otros candidatos le había dedicado tanto tiempo a pensar en una manera de diferenciar tan enfáticamente al héroe oscuro de su personalidad civil, pero sólo había un problema: Bale había acabado de rodar ‘El maquinista’ (2004) hacía relativamente poco premio, por lo que su forma física aún estaba muy lejos de la deseada para Batman. Nada que el mejor equipo de preparadores físicos que el dinero de Hollywood pueda pagar no solucione en un par de meses, claro, aunque los que Warner Bros. contrató para ‘Batman Begins’ hicieron su trabajo demasiado bien. Días antes de rodar, Christian Bale se dio cuenta de que había superado el peso y masa muscular ideales para entrar en el traje en unos 15 kilos, luego tuvo que dejarse la piel para perderlos a tiempo.

Vista hoy, es evidente que la película tiene sus problemas —hay algo en su tono y diseño de producción que no encaja con los del resto de la trilogía—, pero el recital de su protagonista está fuera de dudas. La construcción narrativa que los hermanos Nolan aplicaron a los primeros pasajes de la historia, con numerosos saltos temporales y flashbacks dentro de flashbacks, corre el riesgo de resultar confusa, luego la responsabilidad de anclarnos en cada momento recae en los hombros de su protagonista. Bale es capaz de encarnar a un Bruce post-adolescente cambiando únicamente de corte de pelo y lenguaje gestual, pero también nos sabe vender con la misma convicción el proceso de toma de conciencia del personaje: de intentar matar a Falcone (Tom Wilkinson) con un revólver a encaminar toda su vida (por no hablar de la fortuna familiar) a la consecución de un ideal de justicia, el héroe de ‘Batman Begins’ es un ex-niño rico en transición hasta alcanzar su destino como protector de Gotham. 

La aproximación de Bale también tiene mucho de reflexivo, en el sentido de que las diferentes facetas de su personaje siempre presentan un fuerte componente de performance. Bruce finge ser un millonario inmaduro y caprichoso para que nadie sospeche a qué dedica en realidad sus noches, pero tanto Nolan como su actor van más allá al preguntarse cuál es la auténtica máscara en el binomio Wayne/Batman. La respuesta llega en ‘El Caballero Oscuro: La leyenda renace’ (2012), el operístico y desproporcionado cierre de su ciclo heroico, y no es exactamente la que los aficionados al personaje estaban esperando: en lugar de vivir su cruzada contra el crimen como una llamada vital con alto grado de autocondena sisífica, el Wayne de Christian Bale es capaz de cerrar las heridas de su obsesión y cederle el testigo a las nuevas generaciones. Una idea radical, pero ejecutada con mucha mano izquierda por parte de su intérprete, que antes del clímax ha podido canalizar a su mejor Howard Hughes e incluso poner en práctica su querencia por los personajes físicos y dolientes durante las secuencias en la cueva. 

Ningún director se ha interesado tanto por presentar a un Wayne poliédrico e interesante por sí mismos como Nolan, para quien podemos sospechar que el millonario de carne y hueso tiene mucho más atractivo que el ser de la noche en el que se transforma de cuando en cuando. En concreto, ‘El Caballero Oscuro’ (2008) nos habla de las dudas e inseguridades románticas de su protagonista, un asunto en el que el cine nunca había entrado tan de lleno. Bale hace su mejor trabajo en los momentos de dolor tras la muerte de Rachel (Maggie Gyllenhaal), cuando la máscara cae del todo y vuelve a ser ese adolescente asustado que entró en el restaurante de un mafioso sin saber muy bien qué hacer a continuación. Por lo demás, y superadas ya las restricciones de movimiento que le imponía el traje de ‘Batman Begins’, ‘El Caballero Oscuro’ es la primera película en la que realmente nos creemos a Batman como una presencia realista en los planos que lo contienen, en lugar de como la traducción a imágenes imperfecta de un icono de cómic. Este Batman resulta, en otras palabras, creíble. Podría estar en esa sala de interrogatorios con el Joker (Ledger), podría conducir su moto por los túneles de la ciudad, podría irrumpir en un rascacielos para secuestrar a alguien. Nos lo creemos, maldita sea, y eso parecía imposible hasta que Bale lo hizo realidad.

Fuente: GQ

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