Cine: Diamantes en bruto, esto opinan los críticos

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 04-02-2020

Los hermanos Safdie han mostrado una mano notablemente audaz al momento de dirigir sus cortometrajes y películas. Desde la feroz readaptación del clásico infantil Le ballon rouge (1966) en The Black Balloon (2012), pasando por el agudo retrato de adicción a la heroína en Heaven Knows What (2014), hasta llegar a la exploración del frenesí y la desesperación en Good Time (2017), Josh y Benny Safdie redefinen la urbanidad neoyorquina en términos distintos a los de maestros como Martin Scorsese o Sidney Lumet. Su visión, más ágil pero también más cínica, filma la urbe como un asfixiante laberinto de concreto y cristal, que en el caso de su más reciente largometraje, Diamantes en bruto, encierra lo sagrado y lo profano en una vitrina de joyería.

Adam Sandler interpreta a Howard Ratner, un joyero neoyorquino que constantemente busca aumentar sus ganancias a través de empeños, subastas y apuestas arriesgadas y cuantiosas en el basquetbol. En medio del acoso de usureros, el rechazo de su esposa (Idina Menzel) y de su familia y la inestable relación con su joven amante (Julia Fox, extraordinaria), Howard recibe desde minas africanas una extraña opalina incrustada de gemas que capturan la atención del célebre basquetbolista Kevin Garnett, de quien dependerá la última apuesta de Howard, la más audaz de todas.

La película inicia con la extracción de la opalina en una mina etíope, cuyas resplandecientes gemas son exploradas por la cámara antes de transformarse en la colonoscopia de Howard. Los Safdie comienzan su frenético relato con la misma audacia que habrá de llegar hasta el final de sus poco más de dos horas de duración. El vigor de su estilo, prodigiosamente refinado en Good Time, parece venir de los clásicos de Cannon Films –como 52 Pick-Up (1986)– e incluso el estupendo score de Daniel Lopatin parece evocar ese espíritu constantemente, tan sucio e inmoral como atrayente y adictivo.

Además de una eficientemente caótica puesta en escena, montaje trepidante y Furbys incrustados de diamantes, un elemento que resulta indispensable para que una apuesta como la de los Safdie funcione es una actuación como la que ofrece Adam Sandler. Aunque para la mayoría su nombre se asocia a comedias igual de escatológicas que populares, como Jack y Jill (2011) o Son como niños (2010), Sandler ha demostrado en más de una ocasión su versatilidad. Además, ha convertido su singular presencia en sinónimo de contención y melancolía, en películas como Embriagado de amor (2002), Espanglish (2004) o The Meyerowitz Stories (2017). Sin embargo, en la película de los Safide se transforma en un hombre carismático pero repulsivo, dominado por una compulsión incesante: la de ganar.

Uncut Gems, su título en inglés, podría parecer a primera vista una película sobre los peligros que rodean a la codicia, pero apunta a un lugar muy diferente: la necesidad de ganar y de creer que el destino se puede controlar a través de una apuesta. Si la apuesta se gana, es posible adelantarse al designio divino y llegar a un punto casi orgásmico, pero si se pierde, siempre existe la oportunidad de volver a intentarlo. Eso es lo que nos hace identificarnos con él irremediablemente: la incapacidad de detener nuestra propia espiral hacia abajo y dejar de apostarle a nuestra propia tragedia. La peor decisión es la de desear “ganar”, quizá por ello, no dejamos de tomarla.

Fuente: Cinepremiere

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