Con una voz en off y el empleo de una cámara subjetiva, El escándalo pretende captar no sólo la atención del espectador sino su empatía desde el principio. Basado en hechos reales que derivaron en el despido por acoso sexual de Roger Ailes, pero con algunas modificaciones y adiciones para acentuar los efectos dramáticos según se nos advierte, el filme arranca con un tour por los recovecos de Fox News. Quien lo guía, rompiendo la cuarta pared, es Megyn Kelly (Charlize Theron mimetizada con prostéticos en la presentadora estrella de la Fox en 2016). En su ceñido vestido camina por los pasillos de la emisora y soporta ecuánime los piropos y las miradas de algunos de sus compañeros atentos a sus movimientos (acento a la normalizada violencia de género del lugar) mientras va presentando con ligereza el problema brutal. Así, comienza a hablar de Ailes, el jefe de Fox News que fuera asesor de Richard Nixon, Ronald Reagan y George W. Bush antes de, en 1996, convertirse en la cabeza del canal de noticias fundado por Rupert Murdoch. Y entonces, ella habla de que Roger ve todo y se nos muestran los monitores desde los que el viejo observa los movimientos de los empleados.
Ya con nuestra atención en sus manos, el filme de Jay Roach deja el asunto del rompimiento de la cuarta pared, para retomarlo unas cuantas veces más posteriormente, y se mete de lleno a su tema: las empleadas, en este caso presentadoras estrella, que sufren de acoso, además institucionalizado, para poder ya no digamos avanzar en su carrera sino mantenerse. Quien se niega, o cae de la gracia del jefe, sufre las consecuencias, como Gretchen Carlson (Nicole Kidman en otra de sus acertadas interpretaciones), una presentadora venida a menos que finalmente es despedida, o la propia Kelly por hacer preguntas incómodas sobre su misoginia a Donald Trump en un debate presidencial, a las que éste respondió con una andanada de tuits que se volvieron noticia más que el propio debate y que la Fox permitió.
El tema sobre el abuso, el acoso y violencia de género sería suficiente, pero no en Estados Unidos, donde gran parte del público tiene sus dudas respecto a la credibilidad de los empleados de un canal desprestigiado por reaccionario y misógino. Eso, que de algún modo se toca en el filme, explica en parte por qué este escándalo al que refiere el título y que acabó con el despido del nefasto y poderosísimo en términos políticos Ailes (interpretado por un soberbiamente desagradable John Lithgow), no contó con la resonancia que un año después sí tuvo la del productor Harvey Weinstein. Para paliar eso, Roach tuvo el acierto de apoyarse en un reparto que además de talento y alcurnia fílmicas tiene un peso en el activismo feminista. Además de Theron y Kidman, Margot Robbie complementa el cast en un papel totalmente ficticio como Kayla Pospisil, la representación de las mujeres jóvenes y guapas de procedencia ultraconservadora que, no obstante, sufren la misma violencia planteada como una cuestión de lealtad (esa escena en la que conoce a Ailes es brutal).
De hecho, si en algo destaca El escándalo es en mostrar cómo el abuso y el acoso sexual en los ambientes corporativos puede además convertirse en bullying, una coerción sistemática, institucionalizada y generalizada que puede hacer que ocultes tus inclinaciones, tus sentimientos, tus ideas por no ser afines a lo que en ese ambiente se considera normal o apropiado. Tres escenas cortas pero contundentes le bastaron a Roach para retratarlo (además del principio ya referido, de los ataques de Trump a Kelly): la de una joven reportera que se tiene que disculpar por la propuesta sexual de su jefe que ella no acepta, la de Kayla pidiendo ayuda a su compañera lesbiana pero ésta diciéndole que no le cuente nada y la de Carlson agradeciendo el consejo de Ailes cuando este baja hecho una furia para regañarla y decirle que nadie quiere ver a una cuarentona sudando por aparecer en su espacio vespertino sin maquillaje.
El toque ligeramente cómico que Roach le pone a algunos momentos, que provocan esa risita nerviosa del espectador, ayuda al engranaje de El escándalo, que se apoya en una fotografía correcta de Barry Ackroyd pero sobre todo en las actuaciones de sus tres protagonistas femeninas, que consiguen profundizar en sus personajes y sus contradicciones. Por un lado, Theron, que estudió a conciencia a Kelly, nunca intenta ser agradable. Kidman, cuyo personaje es quien hace la denuncia que desata el vendaval, aporta una ligera veta cómica pero encima de todo un sobrio realismo acotado no obstante por un fallido sentimentalismo cortesía de Roach. Y Robbie aporta el lado emotivo, dándole profundidad a un personaje que podría haber resultado lacrimógeno; lo consigue a partir de su lenguaje corporal con el que es capaz de reflejar el horror que sufre Kayla, quien ha quedado mancillada no sólo física sino también moralmente. Pero además, las tres muestran la ambición que las hace aceptar como normales esas conductas misóginas y acosadoras.
La película tiene que lidiar con las contradicciones propias del caso. Ailes es retratado como un personaje siniestro, que puede parecer paternal y protector pero también oscuro y vengativo. Esa alusión a Santa Claus es magnífica: tiene el poder de sacar de su lista a las chicas malas, es decir, aquellas que no cumplen su promesa de lealtad, de que las cuatro paredes de su oficina fortificada guardan los secretos de lo que allí ocurre por desagradables que estos sean. Pero en el caso de Murdoch, el poderoso magnate dueño de Fox News que probablemente tenía conocimiento de los casos, es retratado casi como el jefe bonachón que retoma el timón que había dejado en las manos equivocadas. Lo interpreta Malcolm McDowell.
Roach consigue un filme verosímil a pesar de eso. Sus actrices, y ese salvaje Lithgow cayendo en la furia y el temor en la parte final, lo llevan a buen puerto. Tal vez el escándalo no sea tanto la historia verídica que le dio pie al filme, sino la respuesta que pueda provocar en una audiencia que probablemente encuentre reflejos a su propio entorno.
Fuente: Cinepremiere