La prensa estadounidense es mucho más nacionalista de lo que suele admitirlo. En su momento apoyaron las guerras en Vietnam y en Afganistán, y cuando se trata de cine siempre asumen que sus películas más originales son renovaciones absolutas de la forma. Nunca he coincidido. Las solas menciones de Tarkovski y Bergman que han hecho algunos críticos estadounidenses al hablar de El faro (The Lighthouse), de Robert Eggers, me parecen irresponsables porque no hay cómo justificarlas. Si hay un parecido debe ser la extrañeza y el blanco y negro. No veo más.
En cambio, El faro sí parece aludir al cine de Jean Grémillon –como me lo hizo notar mi amigo J.J. Negrete– o al del Carl Theodor Dreyer que dirigió Vampyr (1932). Además de la forma de encuadrar y la relación de aspecto 4:3, hay otra cosa que The Lighthouse comparte con Vampyr: su incoherencia narrativa.
En La bruja (2015) Eggers parecía consumido por su investigación del folclor del siglo XVII en lo que serían los Estados Unidos. Su trama abarcaba demasiadas cosas y estuvo a punto de salirse de control. En El faro finalmente pasó. Entre la obsesión sexual y el puritanismo; el encuentro de una figura paterna y un doble, y la explotación laboral a principios del siglo XX, uno no tiene idea de a qué se dirige Eggers. Su ambigüedad no ayuda, y en vez de crear un misterio no logra mucho más que un desastre.
Afortunadamente la trama de dos cuidadores en un faro en la costa de Maine sí logra motivar algunas imágenes desconcertantes y un par de actuaciones incomparables por parte de Robert Pattinson y Willem Dafoe. Además de los logros de su representación, su compromiso con Eggers sobrepasa el de muchos otros actores cuando los vemos admirablemente sometidos a los elementos y al daño físico.
The Lighthouse no se parece mucho a lo que los críticos estadounidenses dicen que es, pero los fracasos de su narración tampoco la convierten en un absoluto opuesto. Más bien estamos ante lo que podría llamarse película rescatable. Puede decirse lo mismo de su director, que está aún a tiempo de conseguirse un mejor coguionista.
Fuente: Cinepremiere