En el papel, Nueva York sin salida es la promesa de un espectáculo atractivo: es protagonizado por Chadwick Boseman, mejor conocido como Black Panther, y cuenta con los hermanos Russo –Joe y Anthony, los mandamás detrás de Infinity War y Endgame– en la producción. Su premisa deja ver que, tras un crimen devastador en el que casi una decena de policías pierden la vida, el detective Andre Davis (Boseman) queda a cargo de la investigación.
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En una carrera contrarreloj para evitar que otras facciones de autoridad intervengan en su escena del crimen e impedir que los asesinos escapen, decide cerrar todo acceso y salida de La Gran Manzana. La ciudad está bajo sitio, al menos por unas horas.
Desde la secuencia inicial, la película de Brian Kirk se esfuerza por demostrarnos que Andre tiene una deuda particular contra los asesinos de policías. En primera instancia, su propio padre fue acribillado de esa manera. En la secuencia de apertura nos recibe un niño pequeño en el funeral de su papá, momento que lo marca hasta convertirlo en el adulto que minutos después observamos en pantalla.
Secuencia tras secuencia, Nueva York sin salida enfatiza la implacabilidad de Andre. “Le disparó a ocho personas en nueve años. ¿No ve rostros por las noches?”, lo cuestiona un sujeto en una sala donde se lleva a cabo una valoración sobre la conducta pasada del protagonista. Davis lo rechaza y se limita a responder que sus disparos siempre han estado justificados, lo cual se recalca en varias escenas más adelante conforme la persecución de los bandidos, interpretados por Stephan James y Taylor Kitsch, cobra forma.
Pero desde que ellos entran a escena la situación y el armado del conflicto se inmiscuye en terrenos delicados. Su aparición a cuadro detona el desmoronamiento policial por venir. Arriban a un local para cometer un robo donde hay una cantidad exorbitante de droga y, acto seguido, ocurren sucesos que por su rareza encienden las alarmas del espectador menos incauto. No obstante, el perspicaz personaje de Boseman es incapaz de reconocer las turbias obviedades cernidas ante sus ojos pese a que se le dibuja como un genio en su puesto.
Junto a ello, el guion se sustenta en el cliché de dos ladrones de pasados ofuscados y personalidades opuestas. Uno es la voz de la razón: calmado, azuzado; el otro es impulsivo y, por ende, los conduce hacia un empedrado camino de complicaciones.
Nueva York sin salida es un enigma, pero no por lo bien conducido de su guion, sino por las incongruencias en torno a la propuesta argumental delineada e incumplida para cuando nos adentramos en el tercer acto. A Andre Davis le toma toda una madrugada resolver un caso, que para la audiencia queda claro desde los primeros cinco minutos de la historia. Ni la serenidad de Boseman ni el renombre de los Russo o la ayuda de Sienna Miller y J.K. Simmons pueden subsanar esta cacería deficiente en la ciudad que nunca duerme.
Fuente: Cinepremiere