Cuando Roland Emmerich decidió dejar a un lado sus grandilocuentes cintas de desastres para decantarse por una de corte histórico con Anónimo, en 2011, fue inevitable para la industria soltar una mirada de extrañeza, pues desde El patriota, con Mel Gibson, no se había embarcado en este género, aunque sí había explorado aventuras bélicas. Su más reciente trabajo como director, sin embargo, lo devuelve a ese tipo de filmes de corte histórico, sólo que aquí los hechos no se basan en una especulación, como en aquella historia que cuestionaba la autenticidad de las obras shakesperianas.
Midway: Batalla del Pacífico le permite, en cambio, seguir algunos de los pasos que Michael Bay dio con Pearl Harbor; es decir, retomar una batalla naval crucial dentro de la Segunda Guerra Mundial y recrearla con elaborados efectos especiales. Se trata del encuentro sostenido entre los ejércitos estadounidense y nipón en el atolón de Midway –ubicado a la mitad entre Asia y América–, la cual tuvo lugar durante cuatro días.
Gracias a su atractivo cast, con los nombres de Patrick Wilson, Nick Jonas, Luke Evans, Dennis Quaid, Woody Harrelson y hasta un Ed Skrein como un sorpresivo protagonista, y un acertado manejo del suspenso, se podría afirmar que estamos ante uno de los mejores trabajos del cineasta británico, sino es que ante el más sólido desde Día de la Independencia. Claro, también es menester reconocer que Emmerich ha sido la cabeza detrás de fiascos como Día de la Independencia: Contraataque, La caída de la Casa Blanca o 2012.
Con Midway: Batalla en el Pacífico da continuidad a Pearl Harbor. Abona el hecho de que la Batalla de Midway es consecuencia directa de aquel ataque japonés, pues fue lo que detonó los enfrentamientos entre nipones y estadounidenses. La cinta deja ver lo crucial que fue esta colisión aeronaval como punto de quiebre dentro de la guerra misma. A partir de ese momento el espíritu asiático fue perforado. El suspenso se encuentra bien manejando, especialmente porque, gracias al star power del elenco, el espectador siente que en cualquier momento los personajes pueden caer a merced de una bala, un misil o un desperfecto mecánico. Pueden morir.
Del otro lado de la balanza, el guion no se encuentra a la altura de los hechos a narrar. Frases hechas, diálogos anticlimáticos o inverosímiles, y clichés del género son un continuo ataque a la naturalidad de la historia. Midway: Batalla del Pacífico tampoco se escapa de los artilugios hollywoodenses ni del pecaminoso patriotismo inherente al género bélico, pese a que Emmerich es un cineasta británico.
En teoría, el cometido de Emmerich estaba enfocado en mostrar a los soldados de uno y otro bando como víctimas de las circunstancias, carne de cañón de una guerra que no les pertenecía pero sí los aniquilaba. Y, aunque esto se percibe hacia el final, con la dedicatoria a los soldados caídos sin importar su nacionalidad, en el largometraje la inclinación al bando de las barras y las estrellas es evidente tanto en términos dramáticos como en la exposición. Midway: Batalla en el Pacífico intenta asirse a la neutralidad pero sus influencias ideológicas se dejan ver de principio a fin.
