Ad Astra: Hacia las estrellas, esto opinan los críticos

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 24-09-2019

Ad Astra: Hacia las estrellas invita a soñar en las infinitas posibilidades tecnológicas que la humanidad mantiene en el tintero, en un escenario donde viajar a otros planetas es tan sencillo como abordar un avión. Un mundo en el que familias enteras son turistas lunares o personas nacen en Marte… Estas quimeras, sin embargo, son las raíces de la ciencia ficción que ofrece la cinta, una cimentada en conflictos abrumadoramente terrenales, humanos y profundos.

Por encima de todo, la película protagonizada por Brad Pitt –él y los efectos especiales son la columna vertebral de la cinta– y dirigida por James Gray –quien también escribe– es un viaje intimista, una exploración espacial de carácter filosófico. Es una examinación cósmica sobre la existencia. Es un viaje emocional laberíntico y de reconciliación con uno mismo y la biografía personal.

Roy McBride (Pitt) es el hijo de un connotado astronauta más célebre que Armstrong o Aldrin. H. Clifford McBride (Tommy Lee Jones) fue el primero en llegar a Neptuno, el conquistador de planetas que marchó en una misión 30 años atrás. Pero de pronto, las ansias de soledad y la conducta autodestructiva de Roy son puestas a prueba cuando descubre que su padre podría estar vivo y haber cometido un acto deleznable en otro punto del sistema solar. McBride hijo se embarca entonces en un trayecto por descubrir la verdad sobre su padre y, tal vez, finalmente librarse de él y el yugo de su memoria.

Ad Astra: Hacia las estrellas es una hazaña visual desentrañada con lentitud. Yace a años luz de distancia del blockbuster trepidante, aunque cuenta con dos escenas de alto calibre en términos de acción. La primera es el recibimiento de la historia. Observamos a un hombre caer desde el espacio, ingresar a la atmósfera en una sucesión de cortes subjetivos, tomas abiertas y movimientos corporales emocionantes. En serio. Es un hombre sin ningún tipo de nave, en caída libre desde el espacio exterior. No hay forma de enfatizarlo suficientemente. La segunda ofrece una espectacular persecución lunar con reminiscencias al western, a las pugnas por tierras de nadie, sólo que el escenario es el espacio desértico y su inmensa oscuridad.

Fuera de momentos puntuales, Ad Astra: Hacia las estrellas se esfuerza por hilvanar una evolución interna. Mediante remembranzas, disertaciones y lenguaje cinematográfico desdobla la soledad y su costo, especialmente cuando es autoimpuesta. Se adentra, igualmente, en los pedregosos terrenos de la obsesión, el remordimiento y la herencia. No una herencia monetaria, sino el peso del legado –a veces luminoso, a veces sombrío– que los padres siembran en sus hijos. Nos muestra a un Pitt que, con una mirada melancólica y depresiva, se rehúsa a convertirse en aquello que detesta, pero cuyo camino podría estar trazado por los dioses de la ciencia.

Pese a la pobre elaboración de algunos puntos sobre su universo diegético y la probable decepción que se llevarán quienes esperen los convencionalismos del blockbuster hollywoodense, Ad Astra se construye sobre su propio terreno, porque, aunque comparte elementos con El primer hombre en la luna, sigue su propia vertiente. Por medio de las particularidades de este (mal) padre y las secuelas que su crianza dejó en su hijo, se exponen males como el autoritarismo, la instrumentalización y, sobre todo, la manera en que el ser humano parece destinado a cometer los mismos errores: destruir mundos y, a veces, a sí mismo.

Fuente: Cinepremiere

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