Desde que se anunció que habría una versión live action de la exitosa serie animada Dora, la exploradora (2000-2019), llamada Dora y la ciudad perdida, asaltaba una aterradora inquietud: ¿Qué pasaría en una sala cinematográfica con esos incómodos silencios cuando Dora pregunta a la cámara que opción tomar? ¿Cómo adaptar un programa televisivo que apostaba a la interactividad de sus jóvenes espectadores?
Para Dora y la ciudad perdida, los realizadores se decidieron por el camino de la autoparodia, que en pantalla funciona con eficacia. La referencia a los distintos elementos clásicos de un episodio de Dora, en un entorno de supuesta realidad, resultan hilarantes. Las palabras en inglés y en español, la mascota Botas, la mochila o el mapa, junto con muchos otros elementos, encuentran su lugar en la película.
No debe descartarse la relevancia de la dupla del director James Bobin (cocreador de la serie Flight of the Conchords, 2007-2009) con el guionista Nicholas Stoller. Juntos ya habían trabajado en Los Muppets (2011) y Muppets 2: Los más buscados (2014), demostrando una habilidad especial para trabajar con una consolidada franquicia, dotándola a la vez de frescura para nuevas generaciones.
Un aspecto interesante es que recurren a un consabido recurso narrativo, el del «pez fuera del agua», para verter la dosis de comicidad. Es cuando el personaje protagónico se encuentra, de un momento a otro, en un nuevo entorno sin saber cómo desenvolverse. Un ejemplo sería Marty McFly en Volver al Futuro (1985) y su súbito traslado temporal de 1985 a 1955.
En este caso, Dora es la hija de dos dedicados investigadores y expedicionarios que viven y trabajan en el corazón de una jungla en Perú. Como adolescente de 16 años, Dora que tendrá que irse a vivir a Los Ángeles en Estados Unidos, cuando sus padres deban internarse aún más en la selva para buscar una mítica ciudad Inca. La impericia social e ingenuidad de Dora en su nuevo ámbito será el motor de ocurrentes momentos. Pero los papeles se invertirán cuando ella regrese a la naturaleza acompañada de sus compañeros de clase urbanos.
Destaca también un reparto multinacional de ascendencia latina. Isabela Moner como Dora y Michael Peña y Eva Longoria en los roles de sus padres. Eugenio Derbez se presenta como un despistado explorador, Adriana Barraza interpreta a una dulce abuela e Isela Vega a una misteriosa mujer.
En la simpática fábula que nos presentan, con una intención básica que alude a Indiana Jones, hay espacio para un humor que se sostiene con los recursos de la imaginación de los personajes, peligros inminentes, alucinaciones y hasta magia.
Un paquete familiar que nos permite reconocer a Dora, la exploradora como el relevante fenómeno cultural y televisivo que significó -al grado de «inspirar» productos similares, como Mickey Mouse Clubhouse para el canal de Disney-, así como para relanzarla en un distinto formato y encontrar así nuevos públicos.
Fuente: Cinepremiere
