Segunda entrega de la saga 'Creed' y octava película en contar con Rocky Balboa (Sylvester Stallone) entre sus personajes, 'Creed II' contiene elementos de casi todas sus siete predecesoras: como 'Rocky II', incluye subtramas sobre la vida amorosa de su púgil protagonista y el nacimiento de su primer hijo; como 'Rocky III', asimismo, retrata a un campeón exitoso y confiado que resulta no estar preparado para enfrenarse a un boxeador más hambriento y furioso que él. 'Creed II' ha sido coescrita por Stallone, por lo que es lógico que su guion se apoye en la mitología erigida por una saga que ya suma 42 años. De hecho, Stallone figura como guionista de todas sus entregas excepto una, 'Creed' (2015). Para muchos, casualmente o no, la mejor de todas ellas. Quizás eso explique por qué la nueva película casi funciona menos como continuación de 'Creed' que como secuela directa de 'Rocky IV', sin duda la más estúpida de esas entregas previas y quizá la única de ellas en la que Rocky Balboa se convirtió directamente en un superhéroe.
En todo caso, lo más extraño no es que los responsables de 'Creed II' hayan querido conectarla con un mundo de tebeo a pesar de que buena parte del éxito de 'Creed' tuvo que ver con su realismo 'indie'; lo raro de veras es que, en lugar de usar la película para afianzar ese éxito y construir un marco suficientemente resistente para soportar futuras entregas, se contenten con asumir los modos de una época pasada en la que el principal propósito de las secuelas era aprovecharse del éxito de sus predecesoras para hacer un poco más de caja. Esa actitud se demuestra, en primer lugar, en una premisa argumental que es puro reciclaje.
Cuando Rocky e Ivan Drago (Dolph Lundgren) lucharon por primera vez, en aquel ring no solo se resolvió la Guerra Fría; 'Rocky IV' también le dio a Balboa la oportunidad de vengarse de la muerte de su amigo y rival, Apollo Creed; y 'Creed II' traslada esa motivación más o menos intacta a la siguiente generación. El hijo de Apollo, Adonis (Michael B. Jordan), ya es el campeón de los pesos pesados, pero la victoria no llena el hueco provocado por la ausencia de su padre. Por eso, cuando el hijo de Drago, Viktor (Florian Munteanu), toma un vuelo de Kiev a Filadelfia y desafía públicamente a Adonis a una pelea, es incapaz de decir que no; aunque solo sea porque la película le exige que diga que sí.
Después de todo, ¿por qué, después de dejarse la piel en su lucha hasta la cima, iba Adonis a enfrentarse a un rival desconocido que prácticamente no tiene trayectoria y que lo dobla en tamaño? ¿Por la endeble creencia en que derrotar al hijo del hombre que mató a su padre de alguna manera equilibraría la balanza? Más bien porque 'Creed II' tenía que existir, y porque una idea que invita a los espectadores a volver a ver películas anteriores es más valiosa que una que no lo hace. Sea como sea, que Adonis acepte el combate solo lo hace parecer estúpido, especialmente cuando descubrimos que su novia, Bianca (Tessa Thompson), está esperando un hijo.
Lo que pasa es que, para 'Creed II', los motivos de Adonis son menos importantes que los de Rocky. A pesar de que Stallone tiene un papel bastante pequeño en la película, su guion se asegura de que la presencia de Balboa planee sobre cada escena. Su decisión de entrenar a Apollo para la pelea que lo mató necesita ser enmendada, y su victoria sobre Drago debe ser rubricada. 'Creed II' amolda la historia de Adonis para hacer que la de Rocky siga siendo trascendente.
"Solo hay tres pasos camino del cuadrilátero”, sentencia Rocky en una escena, antes de describir el ring como "el lugar más solitario del mundo". Y que conste que esa es una de sus mejores frases; en su mayoría, el resto son observaciones pomposas, sensibleras y estereotipadas, e ir escupiéndolas es casi todo cuanto hace durante su tiempo en pantalla. A efectos prácticos, es un personaje mucho menos interesante que Ivan Drago, que en su primera aparición cinematográfica era una montaña de granito y aquí es un ser humano que carga una mochila psicológica y emocional de peso.
Cierto que, en el caso concreto de esta saga, el sentimentalismo explícito y la grandilocuencia pseudofilosófica han demostrado ser más una cualidad que un defecto, y el director Steven Caple Jr. demuestra ser consciente de ello; también de la importancia que el universo Rocky da a asuntos como la familia y los traumas que se transmiten entre generaciones, el perdón y la aceptación del paso del tiempo. Pero 'Creed II' no es tanto un relato fiel al espíritu de la saga como un refrito, tanto de las entregas que la preceden como de las convenciones del cine deportivo; poco más que una previsible película deportiva más, compuesta de escenas de combate aburridas y una estructura narrativa más bien confusa cuyo mayor interés es formar parte de un universo cinematográfico indudablemente icónico. Viéndola, da la sensación de que sus responsables no cuentan con que 'Creed III' vaya a existir. Aunque, por supuesto, 'Creed III' sí va a existir.
Fuente: El Confidencial