El mexicano Alfonso Cuarón (Gravity, Y tu mamá también...) estrena hoy en España su última y monumental obra, Roma , después de haber conquistado con ella el León de Oro de Venecia y cuando ya la cinta suena como potente candidata a los Oscars. El estreno se restringe a unas pocas salas de Barcelona, Madrid y Málaga porque la producción es de Netflix y el lanzamiento masivo lo hará la plataforma el próximo 14 de diciembre.
La película, cuyo título se debe al barrio de Ciudad de México donde Cuarón creció, es un depurado trabajo de memoria en viaje deretorno a la infancia del autor. Un precioso fresco en blanco y negro de la capital centroamericana en los movidos setenta. Y, por encima de todo, una enorme y amorosa dedicatoria a la mujer indígena que cuidó al hoy célebre cineasta cuando era niño. Es la nana representada por el personaje de Cleo, cuyo nombre original es Lido y a quien encarna la actriz no profesional Yalitza Aparicio: la personificación del “héroe silencioso e invisible” al que Cuarón prefiere en lugar del consabido personaje humilde que de pronto se revuelve contra sus opresores y los vence. Esta es una de las claves de Roma, sobre la que el realizador habló con un grupo de periodistas españoles en el último Festival de San Sebastián.
Cuarón concibió la película bajo tres premisas: “Una era el acercamiento a esta persona real, el ser que más amo en la vida, representado por Cleo. En segundo lugar, la herramienta de ese acercamiento tenía que ser la memoria. Y, como tercer elemento, la cinta debía rodarse en blanco y negro. Son las tres marcas de ADN del filme.
Para recrear sus primeros años de vida bajo los cuidados de Lido, el cineasta completó sus propios recuerdos con los de la mujer y los de sus hermanos a través de “muchísimas conversaciones”. Así se enteró de no pocas cosas sobre su propia familia que ignoraba por completo. “Todos tendemos a dar por supuesto las virtudes y los defectos de la gente que amamos, de nuestros padres y hermanos. Pero raramente nos detenemos a verles como individuos, como hombres y mujeres con una vida llena de complejidades que desconocemos”, afirma.
Roma contiene una importante carga social, aunque no fuera ese un objetivo prioritario de Cuarón. “Al tomar el personaje de Cleo como elemento esencial, era obligado reflejar sus circunstancias y su contexto”, señala. El resultado es “una especie de caleidoscopio donde se aprecia la perversa relación que existe en ese momento no sólo entre clases sino entre raza y clase”. Cuarón cree que, en los casi cincuenta años transcurridos desde aquellos primeros 70, esta brecha social no sólo no se ha estrechado sino que se ensanchado: en México y en todo el mundo. “Con el fenómeno migratorio y la llegada de gentes con otros recursos sociales, otras etnias y otras culturas, se empiezan a ver esas mismas fricciones, y las máscaras han caído”, afirma. Aunque enseguida precisa: “Pero de la misma manera que eso permanece, también la solidaridad se mantiene”.
Cuando un periodista le pregunta por qué la protagonista de la cinta se muestra tan “pasiva”, el cineasta responde con especial contundencia, aun en su tono siempre amable y respetuoso. “Parece que lo que nos llama la atención es que la protagonista sea una indígena y una persona introvertida”, dice. Y nos extraña porque eso rompe una de las herencias y reglas aún vigentes del cine más comercial: aquél dónde el protagonista tiene que ser proactivo, “como si los que no son proactivos no fueran personas”. Además, el silencio no quiere decir falta de actividad. “Si hay alguien activo en esta película es Cleo. Pues, salvo ella, todo el mundo está sentado en esa casa”, subraya el realizador. Y ella, efectivamente, no para.
El mexicano Alfonso Cuarón (Gravity, Y tu mamá también...) estrena hoy en España su última y monumental obra, Roma , después de haber conquistado con ella el León de Oro de Venecia y cuando ya la cinta suena como potente candidata a los Oscars. El estreno se restringe a unas pocas salas de Barcelona, Madrid y Málaga porque la producción es de Netflix y el lanzamiento masivo lo hará la plataforma el próximo 14 de diciembre.
La película, cuyo título se debe al barrio de Ciudad de México donde Cuarón creció, es un depurado trabajo de memoria en viaje deretorno a la infancia del autor. Un precioso fresco en blanco y negro de la capital centroamericana en los movidos setenta. Y, por encima de todo, una enorme y amorosa dedicatoria a la mujer indígena que cuidó al hoy célebre cineasta cuando era niño. Es la nana representada por el personaje de Cleo, cuyo nombre original es Lido y a quien encarna la actriz no profesional Yalitza Aparicio: la personificación del “héroe silencioso e invisible” al que Cuarón prefiere en lugar del consabido personaje humilde que de pronto se revuelve contra sus opresores y los vence. Esta es una de las claves de Roma, sobre la que el realizador habló con un grupo de periodistas españoles en el último Festival de San Sebastián.
Cuarón concibió la película bajo tres premisas: “Una era el acercamiento a esta persona real, el ser que más amo en la vida, representado por Cleo. En segundo lugar, la herramienta de ese acercamiento tenía que ser la memoria. Y, como tercer elemento, la cinta debía rodarse en blanco y negro. Son las tres marcas de ADN del filme.
Para recrear sus primeros años de vida bajo los cuidados de Lido, el cineasta completó sus propios recuerdos con los de la mujer y los de sus hermanos a través de “muchísimas conversaciones”. Así se enteró de no pocas cosas sobre su propia familia que ignoraba por completo. “Todos tendemos a dar por supuesto las virtudes y los defectos de la gente que amamos, de nuestros padres y hermanos. Pero raramente nos detenemos a verles como individuos, como hombres y mujeres con una vida llena de complejidades que desconocemos”, afirma.
Roma contiene una importante carga social, aunque no fuera ese un objetivo prioritario de Cuarón. “Al tomar el personaje de Cleo como elemento esencial, era obligado reflejar sus circunstancias y su contexto”, señala. El resultado es “una especie de caleidoscopio donde se aprecia la perversa relación que existe en ese momento no sólo entre clases sino entre raza y clase”. Cuarón cree que, en los casi cincuenta años transcurridos desde aquellos primeros 70, esta brecha social no sólo no se ha estrechado sino que se ensanchado: en México y en todo el mundo. “Con el fenómeno migratorio y la llegada de gentes con otros recursos sociales, otras etnias y otras culturas, se empiezan a ver esas mismas fricciones, y las máscaras han caído”, afirma. Aunque enseguida precisa: “Pero de la misma manera que eso permanece, también la solidaridad se mantiene”.
Cuando un periodista le pregunta por qué la protagonista de la cinta se muestra tan “pasiva”, el cineasta responde con especial contundencia, aun en su tono siempre amable y respetuoso. “Parece que lo que nos llama la atención es que la protagonista sea una indígena y una persona introvertida”, dice. Y nos extraña porque eso rompe una de las herencias y reglas aún vigentes del cine más comercial: aquél dónde el protagonista tiene que ser proactivo, “como si los que no son proactivos no fueran personas”. Además, el silencio no quiere decir falta de actividad. “Si hay alguien activo en esta película es Cleo. Pues, salvo ella, todo el mundo está sentado en esa casa”, subraya el realizador. Y ella, efectivamente, no para.
“El hecho de que no despliegue una gran actividad intelectual no quiere decir que Cleo no sea activa. Hay una actividad mucho más profunda, que es la que ocurre dentro de cada uno de nosotros”. Lo que pasa, añade, es que plantearlo así es salirse del cine made in Hollywood pero también de “una cierta “necesidad narrativa de la redención”: la del clásico personaje que ha sufrido algún tipo de opresión y no sólo se rebela sino que “de pronto lanza un discurso inspirador –ironiza– y después resulta que se convierte en físico nuclear y ¡salva al mundo!”. Es la fantasía del relato dominante, cuando para Cuarón “la fantasía es en realidad la propia Cleo”, con “un dolor y una soledad muy activas, y también una generosidad y un amor nada pasivos”.
Roma ha merecido los parabienes de la prensa especializada en todo el mundo allá donde se ha visto. El Círculo de Críticos de Cine de Nueva York le otorgó el pasado fin de semana el premio a mejor película, al mejor director y a la mejor cinematografía. Pero Cuarón trata de tomarlo con calma.
Sobre la carrera hacia los Oscars, donde representará a México en la sección de películas de habla no inglesa, el cineasta señaló: “La clave está en dar a tu producción la mayor presencia posible. Eso es más importante que el hecho en sí de ganar premios”, aunque éstos resulten muy gratificantes. Ahora bien, “nada de eso supone una garantía”. Porque uno puede dar una enorme presencia a su filme, ganar numerosos premios con él y que a los tres años nadie se acuerde de él –explica–. Y, al revés, películas que no tienen presencia ni reciben premios en su día, décadas después se reconocen como obras maestras. “La gratificación la decide el tiempo y normalmente tú no estarás ahí para disfrutarlo”, sentencia. Ante el elogio general, cautela total.
Fuente: La Vanguardia