Cuando una película te deja los ojos llenos de lágrimas, las manos temblorosas y la piel de gallina, sabes que ha hecho un buen trabajo. Y es que, para mí, lo más lindo del cine es precisamente dejarte emocionar.
Ya sea con sensaciones dulces o amargas, las historias en la pantalla grande tienen como misión apoderarse del espectador y, aunque en esta ocasión me haya tocado vivir a través de la tristeza, “Sin novedad en el frente” es de esos films que prometen dejarte con el corazón en la boca. De arranque, comienza siendo una de las favoritas a los premios de la Academia, con nueve nominaciones, incluida en la categoría principal.
Lo más duro de la película no es su desmesurada cantidad de sangre –que, por momentos, hacía que mi presión baje–, ni el constante sonido de balazos y gritos de auxilio. Me atrevería a decir que lo más difícil de digerir es la crudeza con la que nos narra lo que inicia como el sueño nacionalista de un grupo de adolescentes que termina convirtiéndose en nada más que una eterna y agonizante lucha por la supervivencia. El temerario Paul Bäumer es el protagonista de esta historia en la que, inundado por el anhelo de la grandeza, miente sobre su edad para enlistarse en el ejército alemán y combatir en la Primera Guerra Mundial junto con sus amigos. Lo que no se espera es que, rápidamente, todas esas fantasías sobre el combate terminarán cayéndose a pedazos cuando, uno a uno, sus compañeros empiecen a morir a sangre fría.
La excelencia de la película quizás radique en su cinematografía. Los colores y los planos secuencia crean una narración precisa, sobre todo en los puntos más fuertes de los enfrentamientos. Vemos tonos grises y opacos cuando estamos en el frente occidental, mientras que algunos más cálidos en la línea de Matthias Erzberger, político encargado de gestionar acuerdos y alianzas para el cese de la guerra. Diría que, al menos en esta categoría, la película tiene la estatuilla asegurada.
Cuando una película te deja los ojos llenos de lágrimas, las manos temblorosas y la piel de gallina, sabes que ha hecho un buen trabajo. Y es que, para mí, lo más lindo del cine es precisamente dejarte emocionar.
Ya sea con sensaciones dulces o amargas, las historias en la pantalla grande tienen como misión apoderarse del espectador y, aunque en esta ocasión me haya tocado vivir a través de la tristeza, “Sin novedad en el frente” es de esos films que prometen dejarte con el corazón en la boca. De arranque, comienza siendo una de las favoritas a los premios de la Academia, con nueve nominaciones, incluida en la categoría principal.
Lo más duro de la película no es su desmesurada cantidad de sangre –que, por momentos, hacía que mi presión baje–, ni el constante sonido de balazos y gritos de auxilio. Me atrevería a decir que lo más difícil de digerir es la crudeza con la que nos narra lo que inicia como el sueño nacionalista de un grupo de adolescentes que termina convirtiéndose en nada más que una eterna y agonizante lucha por la supervivencia. El temerario Paul Bäumer es el protagonista de esta historia en la que, inundado por el anhelo de la grandeza, miente sobre su edad para enlistarse en el ejército alemán y combatir en la Primera Guerra Mundial junto con sus amigos. Lo que no se espera es que, rápidamente, todas esas fantasías sobre el combate terminarán cayéndose a pedazos cuando, uno a uno, sus compañeros empiecen a morir a sangre fría.
La excelencia de la película quizás radique en su cinematografía. Los colores y los planos secuencia crean una narración precisa, sobre todo en los puntos más fuertes de los enfrentamientos. Vemos tonos grises y opacos cuando estamos en el frente occidental, mientras que algunos más cálidos en la línea de Matthias Erzberger, político encargado de gestionar acuerdos y alianzas para el cese de la guerra. Diría que, al menos en esta categoría, la película tiene la estatuilla asegurada.
Fuente: María Paula Regalado/ El Comercio