El mercado de cine navideño suele ser enorme en los Estados Unidos. Y con esto no me refiero solamente a la cantidad de películas que se estrenan antes de la Navidad sino a las que la tienen directamente como tema. Es un clásico comercial/cultural que no siempre se traslada bien a otros países (como la cantidad de álbumes de música «navideña») por el carácter específico de la celebración y que ha crecido mucho, además, con la llegada de las plataformas de streaming. La mayoría de estas películas no ameritan una cobertura y menos una crítica, pero la aparición de una versión libre de UN CUENTO DE NAVIDAD, protagonizada por Will Ferrell y Ryan Reynolds en clave comedia musical, por lo menos genera intriga y promete sorprender.
SPIRITED sorprende y no, divierte y no tanto, entretiene y un poco cansa. Como diría algún memorioso de la política: «cumple, pero no dignifica» el subgénero. Dicho de otro modo: no es una decepción ni mucho menos, se trata de un musical ingenioso con algunas muy buenas canciones y coreografías pero a la vez es una película que gira demasiadas veces sobre su propio eje (dura 127 minutos) al punto que uno termina pidiendo la hora, como una fiesta que ya se estiró demasiado y de la que uno se quiere ir hace un rato pero se ve obligado a quedarse hasta, inclusive, después de los créditos.
De las variadas ironías que hay sobre el subgénero, la principal de SPIRITED acaso sea la de ser un musical protagonizado por dos personas que no cantan nada bien, algo que llevan demostrando casi con orgullo a lo largo de sus carreras. Pero Ferrell y Reynolds suelen superar este «problemita» con carisma, talento, mucho humor autoparódico y, en lo posible, con buenas canciones. Aquí lo logran, ya que los compositores son los mismos de LA LA LAND –ahora conocidos directamente como Pasek & Paul– y sacan algunas muy simpáticas canciones de la inagotable canasta de temas navideños. Si a eso se le agregan algunas excelentes coreografías de Chloé Arnold, puestas en escena de modo efectivo/brutal por el realizador de THAT’S MY BOY y la «saga» DADDY’S HOME, hay material para una muy buena película.
Que no termine de serlo –no es mala, solo que la ilusión que genera su primera hora se va desvaneciendo con el paso de los minutos y más minutos– es una pena y seguramente un problema de guión, que aglutina desventuras como para una temporada de una serie de 13 episodios. Resumiendo los variados cambios de ejes, tiempos y personajes que tiene la película diremos que Ferrell encarna a uno de los tres Fantasmas de la Navidad clásicos de la novela breve de Dickens. Ellos son los fantasmas del Pasado (Sunita Mani), del Presente (Ferrell) y del Futuro (no se le ve la cara pero es la voz de Tracy Morgan) y su misión es la de «rehabilitar» con el espíritu navideño a personas hurañas, fastidiosas o nocivas que hay en el mundo. Y aquí lo que existe es una operación casi empresarial para hacerlo, una que recuerda a la de ELF, otro clásico navideño de Ferrell, conducida –como en la novela– por un tal Marley (Patrick Page).
Tras «rescatar» a una mujer y demostrar sus habilidades para el musical (el número inicial es uno de los mejores de la película), los Fantasmas se ponen como objetivo salvar a uno cuya carpeta dice «irredimible», de esos personajes nefastos que parecen imposibles de cambiar. Interpretado por Reynolds, Clint es un consultor de marketing que trabaja en redes sociales buscando armar conflictos para vender mejor los productos que promociona o, literalmente, ganar elecciones con falsedades. Es un tipo que no tiene pruritos ni reparos en mentir, engañar y dañar a personas con tal de conseguir sus objetivos. Y es, además, un tipo egoísta que no presta ninguna atención a su familia, que tiene una historia un tanto dramática.
La historia creada por Dickens hace recorrer al personaje su pasado y su futuro, además de su presente, con la intención de hacerle ver el daño que ha hecho en el mundo (una inversión de QUE BELLO ES VIVIR, también basada en un cuento del autor) y cómo es posible y hasta necesario que cambie su manera de actuar. En el caso de Clint, entre otros problemas, el principal daño está ligado a una serie de posteos en redes sociales que arruinaron y complicaron la vida de algunos niños, incluyendo a su sobrina. Pero el hombre parece inconmovible, convencido de que esas cosas hubieran sucedido con o sin él, ya que está seguro que la naturaleza del ser humano es dañina y tiene pruebas para demostrarlo.
Y es cierto que «volverlo bueno» será una tarea prácticamente imposible. A tal punto que, en uno de los giros de la película, pronto la situación se dará vuelta y será Clint el que quiera (y hasta quizás pueda) convencer al Fantasma de lo contrario y hacerlo pasar a su más cínico bando. Y es así que, entre canción y canción –en su mayoría simpáticas pero que estiran todo demasiado–, SPIRITED irá intentando traer al presente las alegorías navideñas dickensianas, con una no muy disimulada mirada crítica a las personas y grupos que desinforman y generan los llamados «discursos de odio» en las redes.
No es difícil pensar en Elon Musk, Steve Bannon (o hasta el propio Donald Trump) cuando uno contextualiza al personaje de Clint y lo que sucede en la película. Pero SPIRITED se aleja de todo contacto con la realidad (más allá de los previsibles chistes/guiños de los protagonistas, como cruzarse con Judi Dench de casualidad y mencionarla, o alguna que otra broma de ese tipo) para apoyarse en la fantasía musical que Anders narra con claro entusiasmo y energía. Lo que termina aplacando el impacto inicial de la película es su doble apuesta (el guión no repasa la vida de uno sino de los dos personajes) y su innecesariamente enredada trama, que la torna confusa y le hace perder el efecto y el impacto más directo que tienen las canciones.
SPIRITED es uno de esos musicales que son mejores durante las canciones que fuera de ellas. Más allá de las poco tradicionales voces de ambos (salvo Mani, nadie emboca una nota sin ayuda digital acá, ni siquiera Octavia Spencer, cuyo rol como interés romántico de Ferrell es algo que da bien en los papeles pero es muy poco creíble en la película), las melodías creadas por los compositores de LA LA LAND tienen su gracia y originalidad, especialmente dentro de un subgénero imposible como son las canciones ligadas al «espíritu navideño». Pero en el fondo, como sucede también con el clásico SCROOGED, con Bill Murray, basado en la misma novela corta de Dickens, es una película sobre las dificultades y complicaciones de tratar de ser una buena persona en un mundo cada vez más violento, cruel y dividido. Y, en ese sentido al menos, Dickens –o la Navidad, en su interpretación secular– no ha perdido nada de actualidad.
Fuente: Micropsiacine