Cine: El sastre de la mafia

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 04-09-2022

Luego de verla uno podría que pensar que El sastre de la mafia funcionaría mejor como una obra de teatro que como una película. Más tarde, al reflexionar, uno entiende por completo la propuesta. Una historia diseñada a partir de los detalles, los primeros planos, las actuaciones de sus personajes y diálogos que potencian el desarrollo de la historia. En esta ópera prima de Graham Moore (guionista de El código enigma) la trama se configura como las piezas de un traje hecho a la medida. Y de la misma manera el resultado final es similar a un traje de sastre: clásico, elegante, sobrio y modesto. 

La película inicia con un monólogo del protagonista llamado Leonard (Mark Rylance). Lo vemos en el proceso de creación de un traje. Tomar las medidas, hacer los cortes, comenzar las costuras. Su voz en off nos explica que mucha gente piensa en un traje como en un vestuario de dos piezas, pero que en realidad es más complejo de lo que parece. Se compone de cinco telas diferentes, poco más de 40 cortes y la unión de casi 200 pasos que se deben seguir hasta tenerlo completado. 

Las imágenes nos muestran la delicadeza y minuciosidad con la que se construye dicha vestimenta. Y todo es un reflejo de la hechura que se esconde detrás de la película misma. Cada corte de edición es como un corte en la tela. Un encuadre es como una pieza dispuesta a unirse a otra. Cada costura es como cada uno de los diálogos que van uniendo todas las piezas del rompecabezas. Lo anterior no es solo querer hacer un símil entre la película y la vestimenta. Durante todo el metraje la acción ocurre en un solo lugar y son justamente los detalles los que construyen el conflicto. 

Situada en 1956, nos cuenta la historia de un sastre británico que se retiró a la ciudad de Chicago luego de la guerra. Allí tiene un negocio de trajes que es concurrido sobre todo por la familia de mafiosos de apellido Boyle. Leonard no tiene un problema con ello porque son sus mejores clientes, pero incluso en su taller se ha instalado un buzón en donde estos hombres intercambian cartas cifradas y paquetes secretos. El sastre es un cómplice involuntario que nunca se involucra en dichos asuntos. 

Todo cambia cuando una noche Ritchie Boyle (Dylan O’Brien), el hijo mayor del jefe, ingresa a la tienda junto a su mano derecha Francis (Johnny Flynn), luego de recibir un disparo. A partir de allí son varios los personajes que concurren. El sastre de pronto está al centro de una partida de ajedrez en donde las piezas son: el FBI, el jefe de la mafia Roy Boyle, la familia competencia de mafiosos Lafontaine y su propia recepcionista, quien al igual que él, es completamente ajena al mundo que acaba de ingresar por la puerta.

Este ejercicio cinematográfico es llevado a cabo a las viejas usanzas. Su misión es destapar secretos y resolver un conflicto que se desarrolla en tan solo unas horas. El epicentro de la acción es un solo lugar con tres sets bien diferenciados: la recepción de la tienda, la sección más hogareña que funciona como probadores y el taller de costura acomodado al fondo. 

El relato es formal, pero no carece de giros y sorpresas. El guion va deshilachando la historia de poco en poco. Sus personajes también se presentan uno a uno, como si fuera una pasarela de modelaje. Al centro siempre está el sastre, pero, sobre todo, las incógnitas que se cocinan a fuego lento y que hierven en el momento preciso durante el clímax de la cinta.

Para su buen funcionamiento se apoya sobre todo de la cámara del Dick Pope (El Ilusionista, 2006). El veterano director de fotografía se las ingenia para capturar mil veces el mismo espacio sin parecer repetitivo. Potencia las tensas charlas y debates de los personajes con encuadres que comunican el suspenso constante que se asienta sobre toda la historia. 

Desde luego nada estaría bien sujeto sin las actuaciones del elenco. Afortunadamente su reparto es escaso y todos juegan un papel fundamental. Razón de que cada uno de ellos tenga su propio momento de lucimiento. No obstante, es Mark Rylance quien construye la mejor de todas las interpretaciones. El sastre es respetuoso, pero sin llegar a ser tímido. Enarbola en los momentos necesarios, pero su actuación no excesiva. Más bien se trata de un trabajo contenido, basado en el ritmo con el que pronuncia sus diálogos y la sutileza con la que mueve su cuerpo. Una labor hecha al corte para su personaje. 

En suma, es una cinta bastante interesante. No del todo llamativa en forma ni en fondo, pero tampoco es su finalidad. Se percibe como una digna aportación al cine de gángsters, un subgénero que lleva ya algún tiempo sin hacerle justicia a todas esas grandes obras de la llamada corriente noir. A decir verdad El sastre de la mafia es ese tipo de película que nos recuerda más al suspenso inteligente y juguetón de Alfred Hitchcock. Como una bocanada de aire fresco con aromas del pasado, entre tantos olores a remakes, secuelas y franquicias.

Fuente: Cinepremiere

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