Decir que la película Amor sin barreras, en su versión de 2021, es un remake no sería justo para los involucrados en la realización del proyecto. Steven Spielberg y su equipo crearon una cinta que en no pretende emular lo hecho por Jerome Robbins y Robert Wise en su clásica adaptación. Esta nueva entrega sale airosa en su misión de separarse de aquella producción estrenada en 1961. En la versión primigenia, por más que se intente, es imposible ignorar esa sensación de que lo que estamos viendo fue previamente preparado. En aquella época, era imperativo que el tecnicolor y la alegría lo dominaran todo. Pero hoy, el artificio es sumamente notorio en la ganadora del Óscar a Mejor película. Por el contrario, Amor sin barreras de 2021 se inclina en todo momento por presentar algo que se percibe real y aterrizado.
Se nos cuenta la historia de María (Rachel Zegler, en su debut en pantalla) y Tony (Ansel Elgort), quienes se conocen e inmediatamente la chispa del amor juvenil los toma por sorpresa. El problema es que María es hermana de Bernardo, líder de los Sharks, un grupo conformado por migrantes puertorriqueños. Tony, por su parte, es integrante de los Jets. Aquel es el bando compuesto por norteamericanos caucásicos. Con las asperezas entre ambos grupos en su punto máximo, los enamorados harán lo posible por darle fin al conflicto.
Lo primero que destaca de Amor sin barreras (2021) es que el realismo antes mencionado fue aplicado a sus dos áreas principales, visual y narrativa. Spielberg y el guionista, Tony Kushner (Lincoln) saben que los tiempos han cambiado y que, para que la audiencia pueda conectar de manera orgánica con el conjunto, es necesario deshacerse de cualquier elemento que pueda devolvernos a la sala de cine en un abrir y cerrar de ojos. La buena noticia es que el resultado no podría ser más inmersivo. Desde su apertura –un hipnotizante paneo que orbita la construcción del Lincoln Center– se vuelve evidente que estamos entrando a un Nueva York nunca visto. Imponente y grisácea, la ciudad nos atrapa y no nos suelta.
Aunque quizá lo más natural son los sentimientos. Aquí, la lucha que los Sharks hacen por ser aceptados está mejor delineada. Como víctimas de un racismo ridículamente hiriente, las motivaciones que llevan a la pequeña comunidad latina a desarrollar su enemistad con los Jets están muy bien fundamentadas. Ellos están orgullosos de sus raíces y están decididos a tener libertad. En el caso del grupo rival, su desdén por los puertorriqueños no roza la caricatura. Más bien funciona como una crítica incisiva a los peligros de la xenofobia impulsada por temor puro. A pesar de estar ambientada en la década de los 50, la maestría con la que están escritos los diálogos dota al conjunto de una vigencia y modernidad innegables. Si a esto le agregamos el hecho de que todos los intérpretes de los Sharks en realidad tienen raíces latinas, la propuesta se vuelve más interesante.
Ni siquiera la irrupción de los números musicales y la partitura desentonan. Es curioso, pero Spielberg tiene la habilidad de conjugar los elementos menos pensados con una gran efectividad. No parece, para nada, que este sea el primer musical del director. Cuando temas como “America”, “I Feel Pretty” o “Tonight” comienzan a sonar en la Amor sin barreras (2021), la cámara de Janusz Kaminski danza sin esfuerzo y sigue a los protagonistas con elegancia y un ritmo por demás firme. Gracias a esto, la edición de Michael Kahn y Sarah Broshar adquiere una agilidad adecuada al tono de lo que se presenta. Esta versión se promueve no como una recreación de la cinta del ’61, sino como una adaptación directa a la obra de teatro montada en 1957 por el compositor Leonard Bernstein, el letrista Stephen Sondheim y el libretista Arthur Laurents.
Sin embargo, cabe mencionar que, para disfrutar el todo, no es preciso tener conocimiento de la puesta en escena. Aunque nunca se haya visto el musical en directo, es imposible que pasen desapercibidas las cualidades teatrales de la producción para cines. Los colores –porque sí los hay, y muy brillantes, no todo es gris– y las coreografías de Justin Peck se mezclan ofreciendo un espectáculo mágico. Todo esto se potencia con las magníficas interpretaciones vocales y actorales de Zegler y Ariana DeBose como María y Anita, respectivamente. El porte y la seguridad que ambas proyectan mantiene todo a flote. De igual forma, la participación de Rita Moreno, quien regresa para esta versión en el papel de Valentina, es un verdadero deleite.
La película Amor sin barreras es prueba de que los musicales todavía viven. Y, si se hacen con dedicación técnica, sin perder de vista el trasfondo social de lo que se cuenta, vibran y resuenan con una fuerza que marcará generaciones enteras.
Fuente: Cinepremiere/ José Roberto Landaverde