Se necesita de una gran imaginación para transformar el espíritu de un juego mecánico en un largometraje de ficción. La película Jungle Cruise se une a la selecta –pero interesante– lista de filmes cuya génesis se encuentra en el corazón de Disneylandia y que se las ingenia para inyectarnos una buena dosis de adrenalina en la pantalla.
Protagonizada por Dwayne Johnson y Emily Blunt, la película Jungle Cruise nos hace parte de una odisea contrarreloj para salvar a la humanidad. Aquí, la doctora Lily Houghton (Emily Blunt) viaja de Londres al Amazonas en busca de un antiguo árbol con novedosas habilidades curativas. La travesía, capaz de cambiar el futuro de la medicina, será guiada por Frank Wolff (Dwayne Johnson). Lo llevará través de innumerables amenazas y retos de la naturaleza, así como de un puñado de villanos, donde figuran rostros como el de Paul Giamatti, Edgar Ramírez o un fabuloso Jesse Plemons.
Bajo la dirección de Jaume Collet-Serra (El pasajero, 2018), Jungle Cruise adquiere un espíritu de aventura y cierto peligro que resulta bastante atractivo. Ése es el mayor acierto de la cinta. El guion escrito por Michael Green (Logan; Blade Runner 2049) y Glenn Ficarra y John Requa (Bad Santa) permite, por un lado, que Dwayne Johnson interprete por primera vez a un hombre enteramente cínico. Alejado de esos héroes solemnes que le hemos visto ya una y otra vez en la pantalla. Y por otro, nos deja ver a una Emily Blunt valiente, aguerrida y aventurera; una especie de Indiana Jones femenina que da gusto ver en la pantalla.
La narrativa recuerda a La reina africana, de John Huston (1951), Tras la esmeralda perdida, de Robert Zemeckis (1984) o al ya mencionado Indy. La película Jungle Cruise se apoya enteramente en el enorme carisma de sus protagonistas. En eso sienta las bases de su aventura y nos emociona por lo que está por suceder. Sin embargo, cuando las aguas que la guían se dividen en dos caminos diferentes, La Quila, embarcación de Frank Wolff que protagoniza esta historia, decide irse por el lado equivocado.
Jungle Cruise nos presenta distintas subtramas que, más que abonar, parecen enredar un camino confuso e innecesariamente largo. Emular la atracción de Disneylandia en la pantalla grande termina sintiéndose como un gran desacierto de la cinta.
De hecho, hay momentos donde la película se siente muy apegada ese juego mecánico. Vemos una larga lista de elementos que posiblemente sean sólo perceptibles por quienes hayan visitado el parque de diversiones. Los que no podrán revisar el especial Detrás de las atracciones, recientemente lanzado en Disney+. Ése les ayudará a entender esas pequeñas cosas que esta película no termina por esclarecer.
Al final, Jungle Cruise se siente como la típica película de aventuras que parece no ofrecer nada nuevo. El filme pudo atreverse a algo diferente, como darle gran protagonismo a la figura aventurera de Emily o, incluso, mostrar a un personaje que, posiblemente más que nunca, hable de su homosexualidad en una cinta de Disney (Jack Whitehall como MacGregor Houghton). No obstante, la cinta opta por seguir al pie de la letra los requisitos que nos enseña un libro de texto sobre el género sin abonar nada. Aquí hay serpientes, jaguares, insectos gigantescos, villanos con acentos muy marcados –y estereotipados–, un amor evidente entre sus protagonistas, locaciones alucinantes, un peligro constante y un gran score –esta vez, a cargo de James Newton Howard– pero nada más.
A pesar de un excesivo uso de CGI, su mezcla de elementos genéricos funcionan a la perfección para invitarnos a bordo de esta nave, relajarnos, desconectar la mente, no darle muchas vueltas al asunto y disfrutar del paisaje y la aventura. Jungle Cruise es una cinta que se queda a medias en todo. Pero nos deja con la sensación de que aquí hay algo que podría detonar algo más interesante. En manos de Disney –y tras buenos resultados en la taquilla– seguramente éste será el inicio de una nueva y lucrativa franquicia. Si es el caso, esperamos que la embarcación no termine ahogándose como ciertos piratas. Ellos, por varios años –y después de una primera gran película–, navegaron por el caribe hasta resquebrajarse y desaparecer en las misteriosas aguas del fracaso cinematográfico.
Fuente: Cinepremiere/ Arturo Magaña Arce
