El ser humano ha visto el tiempo como ese gran enemigo invisible que consume todo, avanza sin detenerse, sin pausa y barre con todo ser vivo y no vivo. Sin embargo, el tiempo ni nos topa, ni nos conoce o conocerá. No somos nada para este gran villano e incluso ni siquiera él se considera enemigo: simplemente es.
Naturalmente, este concepto ha sido objeto de estudio y obsesión por parte de historiadores, filósofos, científicos, poetas y artistas. Prácticamente toda la filmografía de Christopher Nolan gira en torno al tiempo: invertido, en sueños, en la guerra, en la memoria, en todo. ¿Pero qué pasa cuando es abordado por un director de suspenso como lo sería M. Night Shyamalan?
El resultado es Viejos, una de sus películas más serias. Aquí hay poca cabida para el humor o para aligerar un tema tan tenebroso como envejecer rápidamente y ver a nuestros seres queridos hacer lo mismo. La trama es sencilla y aterradora. Un grupo de personas en una playa paradisiaca que, en cuestión de minutos, se dan cuenta de que están envejeciendo a una velocidad preocupante. Por cada hora que pasan ahí, su cuerpo madura alrededor de siete años, por lo que cuando llegue la noche estarán muertos, y lo peor de todo, no pueden escapar del lugar.
Filmada durante el pico de la pandemia por el Covid-19, M. Night Shyamalan sorteó como nadie los contagios que podrían haber tenido durante la producción. Por un lado la película en sí misma no exigía el cambio de escenarios. Por otro, su limitado elenco les permitió autoaislarse sin problema alguno. La producción terminó siendo un espejo de la trama misma: el mundo libraba una enfermedad que desconocían y que quizá los hubiera matado.
La familia protagonista tiene a Gael García Bernal y Vicky Krieps (El hilo fantasma) como un matrimonio que decide pasar algunos días con sus hijos mientras tratan de resolver una crisis. Por otro lado, los acompañan otros personajes en la playa: un doctor con su esposa modelo y su pequeña hija; un famoso rapero; una mujer que sufre de ataques epilépticos, su esposo enfermero, y hasta un perrito.
Naturalmente, al tratarse de una película de Shyamalan, sería fácil esperar giros en la trama y sorpresas. Pero aquí el único giro que ocurre es a lo largo de la película y a la constante pregunta de qué va a ocurrir en el minuto siguiente. Es una carrera contra el tiempo y éste está ganando con cada segundo.
Al ser partícipes de este escenario de terror, lo que llegamos a pensar como audiencia es en las reacciones de los protagonistas. En el qué haríamos nosotros si estuviéramos en esa posición. Quizás algunos lleguen a dudar de las decisiones que se toman en la película o piensen que es ilógico lo que hacen. Pero hay que recordar que en momentos de tensión y poco conocimiento de lo que ocurre, la gente hace cosas como comprar papel de baño en cantidades industriales… como sucedió al principio de la pandemia. Así que ya sabemos de buena fuente que, en momentos de desesperación e incertidumbre, cualquier puede tomar decisiones muy estúpidas.
La playa como escenario paradisiaco es aquí transformado en una cápsula de tiempo que atrapa a todo el que se atreve a pisarla. Nos presenta como pocas veces en el cine de Hollywood que algo bello y pacífico puede ser la antesala al infierno.
Shyamalan entrega así una obra que nos sumerge en el terror de una simple y sencilla idea: envejecer. No se pone moralista, ni nos da una moraleja cursi al estilo La Sociedad de los poetas muertos con su ‘Seize the day’ (‘Aprovecha el día’). Aquí Shyamalan, a diferencia de la novela gráfica en la que está basada la película, ofrece respuestas. Quizá debió detenerse unos cinco o diez minutos antes de los créditos finales para que su película fuera más contenida. No obstante, eso no impide que Viejos sea una experiencia cercana a la desesperación de vernos arrugas conforme pasa el tiempo. De saber que no hay nada que podamos hacer para vencer a uno de los peores enemigos de la humanidad… y al cual ni siquiera le importamos.
Fuente: Cinepremiere