Después de varios meses de retraso, por fin llegó a las salas de cine la película Peter Rabbit 2: conejo en fuga para divertir, en apariencia, a los pequeños con las aventuras del irreverente conejo. En apariencia porque la realidad es que se trata de un filme que también puede resultar divertido para los adultos, no sólo por la dimensión emocional de su historia, sino por ese gran equilibrio logrado entre el humor infantil y otro dedicado a las audiencias más grandes.
En esta ocasión la guerra entre el conejo y el humano ha llegado a su final. En cambio comparten con armonía el huerto de aquella residencia en la campiña inglesa, que en algún momento fuera un campo de guerra. Thomas (Domhnall Glesson) ahora está casado con Bea (Rose Byrne) y esta última ha trasladado sus dibujos de conejos a un libro en donde también narra las aventuras de Peter (con voz de James Corden) y su familia. Inesperadamente su obra se ha convertido en un éxito y esto atrae la mirada de un ambicioso editor que pretende llevar el texto a las grandes ligas, para comercializar la imagen de Peter en juguetes, playeras y espectaculares.
Lo más interesante de Peter Rabbit 2 es que, aunque no deja ser una película enfocada en la comedia familiar, se toma la molestia de llegar a otros lindes con algunos trucos metanarrativos. Su antecesora fue duramente criticada por hacer de Peter más un diablillo vengativo, que un entrañable conejo como lo fuera originalmente en las historias publicadas por Beatrix Potter a inicios del siglo pasado. Como en respuesta a todas las críticas, el director Will Gluck sitúa el argumento principal de esta secuela en la crisis de identidad del conejo en aras de corregir los errores cometidos en la primera.
Una vez que la figura de Peter está lista para ser comercializada, todos están de acuerdo en que su atractivo principal es el ser un rebelde conejo que no conoce del buen comportamiento y las reglas. El animal, herido por los comentarios, se cuestiona quién es en realidad y cuál es su verdadera naturaleza: ¿ser una mascota y convivir en armonía con los humanos o seguir sus instintos para dedicarse al saqueo indistinto de jardines o huertas?
A su crisis existencial -y a todas las situaciones que devienen de él en su huida a la ciudad de Londres- le acompañan una vez más canciones exitosas y pegajosas que ilustran descaradamente lo que sucede en pantalla o la situación emocional interna del personaje. Otro de los aspectos criticados en la anterior entrega, fue precisamente el de la música. Aquí, el director sigue en la línea, pero al mismo tiempo hace que sus personajes rompan la cuarta pared para señalar por sí mismos la obviedad de las canciones que suenan al fondo. «¿Cómo es que sabes exactamente por lo que estoy pasando?», le pregunta Peter a otro animal que siempre aparece cantando en el fondo.
A diferencia de su antecesora, Peter Rabbit 2 ya no es una película que se construya por los excesos, sino que se aprovecha de ellos para crear una comedia más natural y situaciones risibles que a final de cuentas son muy divertidos. Como por ejemplo, los momentos convenientes en los que los humanos pueden entender las palabras de los animales, pero en los que al mismo tiempo se señala que probablemente están locos y todo se trata de una conveniencia necesaria en este tipo de historias. La comedia física también resulta agradable, como no lo era en la pasada y aunque existen gags que se repiten -como el ciervo anonadado con los faros de los automóviles- están colocados al servicio de la historia.
En muchas ocasiones las películas de acción real con elementos animados, fallan al momento de encontrar un equilibrio entre la narrativa del mundo real y el mundo animado. Peter Rabbit 2 es una película que sabe lidiar con esos elementos y gran parte de su éxito se debe a que los personajes humanos también atraviesan por historias interesantes. En cierto momento, Bea se cuestiona si su creación merece una comercialización masiva y este comentario cuestiona a la película misma. La voz de Rose Byrne afirma que odiaría la idea de ver a su libro adaptado en una comedia pícara que sólo persiga la ganancia comercial y que fuera conducida además por un americano.
Con mucho sarcasmo, ingeniosos trucos meta narrativos y una historia tan interesante como divertida, es como Will Gluck defiende su derecho a realizar sus películas de Peter Rabbit. Es la muestra de cómo un autor puede tomar las críticas o los malos comentarios para construir sobre ello y generar así una obra entretenida que, gracias a sus temas, puede hablarle directamente a su todo tipo de público, tanto el infantil, como el adulto. Y es que cualquier niño se ha sentido en algún momento como Peter: totalmente incomprendido y malinterpretado por sus padres.
Fuente: Cinepremiere