Hace unas semanas, el confinamiento nos regaló una de las postales más ridículas del machismo en México. Dos hombres adultos, conocidos como los hermanos Pancardo, inundaron las redes sociales con “consejos de vida” y tips para ser todo un casanova. Con ajustadas camisas y atuendos inapropiados para su edad, sus videos buscaban aleccionar a las mujeres sobre su comportamiento y le daban a los caballeros consejos para “ligarse” a las más bellas. Aquellas imágenes se convertían en un espectáculo grotesco de la misoginia mexicana. Hoy, de cierta forma, ese espíritu se ha apoderado de la esencia de Escuela para seductores.
En un largometraje de una hora y 20 minutos, la ópera prima de Giovanna Zacarías brilla, tristemente, por las razones equivocadas. El filme se esmera en construir un par de mensajes que no deberíamos ver más en la pantalla: por un lado, el decir que la valía de los hombres radica sólo en el número de personas con las que se han acostado, y por otro, que los caballeros deben comportarse de la forma más cínica para enamorar a una mujer.
Entre camisas a medio abrochar, pantalones que no alcanzan la suela del zapato y calcetines inexistentes, la cinta protagonizada por Juan Ugarte y Carmen Aub trata de narrarnos una historia cuyo propósito no queda claro: Raúl (Ugarte) es un hombre al que una mujer le rompió el corazón. Luego de ser humillado por ella, viaja a E.E. U.U. para aprender a convertirse en un seductor y olvidar a quien se burló de él. Ahora, se hace llamar “Sombra” y se refiere a las mujeres como “hotbabes”. Según su forma de vida, el género femenino se diferencia de acuerdo con sus atributos físicos por lo que aquí veremos a “hotbabes” calificadas del 0 al 10… o hasta el 12. Ya como todo un semental, Sombra buscará aleccionar a otros hombres –fracasados como él solía ser–, para que sigan sus pasos y conquisten a todo aquello que se mueva a su alrededor.
Durante todo el desarrollo de su trama, la historia se siente llena de huecos argumentales que no terminan de trazarnos el camino que se busca seguir. Quizá limitados por esto, todo su elenco se muestra a cuadro con actuaciones acartonadas que nunca llegan a conectar realmente con la audiencia. Ni siquiera el divertido Guillermo Villegas –el hombre que dio vida al policía cocainómano que aquel video en redes sociales– o el talentoso Armando Espítia –protagonista de Nuestras madres o de la celebrada Te llevo conmigo– logran que su talento sobreviva a la catástrofe que atestiguamos aquí.
Resulta curioso –y francamente sorprendente– que Giovanna Zacarías haya elegido esta historia para su primer largometraje. Más allá una escena –donde vemos a tres caballeros portando una humillante tanga–, la esencia que ha distinguido a Giovanna delante y detrás de cámaras se percibe ausente. Poseedora de una gran pasión, Zacarías –hoy nominada al Ariel 2020 por su trabajo en Sonora– es una de las actrices más talentosas del cine nacional. Esa fuerza suya –capaz de transmitir un sinfín de emociones tan sólo con una mirada– logró trasladarse detrás de las cámaras y dirigir una poderosa historia en Ramona, cortometraje ganador del Ariel en 2014.
No queda claro si esta cinta busca burlarse del machismo en nuestro país. Y justo por eso, la voz de una mujer valiente que ha dedicado a combatir las injusticias y lo erróneo del mundo que nos rodea, a ratos desaparece. Y su ausencia lo único que hace es enaltecer un montón de diálogos y situaciones misóginas que definen la esencia de Escuela para seductores.
Fuente: Cinepremiere