Sin el respaldo siquiera de su primer círculo de aliados, colaboradores y aplaudidores, visto ya con indiferencia, desagrado y hasta desconfianza por los panistas de cepa, el ex alcalde Eduardo Rivera Pérez emprendió el camino del chantaje y la fuga del Partido Acción Nacional (PAN), con los primeros pasos que lo dirigirán, de manera abyecta e incongruente, a sumarse al proyecto de Andrés Manuel López Obrador y al Movimiento Regeneración Nacional (MORENA). El otrora niño predilecto de El Yunque ha tocado las puertas de la izquierda más contumaz, esa que la organización secreta de ultraderecha, en la que se formó, aborrece y combate históricamente.
Su afiliación al lopezobradorismo se cocina desde hace semanas, pero fue hasta hoy que, sin pudor, Lalo Rivera se asomó con su nuevo rostro y lo hizo de la mano del ex priísta, marinista y ahora morenista Alejandro Armenta Mier, impregnándose del tufo de la preciosa corrupción que antes denunció.
Timorato como es, sus pasos son lentos, escasos y dubitativos, pero avanza hacia el cobijo del tabasqueño. Para ello cuenta con la asesoría y la guía de otro personaje singular: Fernando Manzanilla, que de morenovallista y cuñado cómodo de repente apareció muy cerca de López Obrador.
Lalo Rivera necesita fugarse hacia MORENA, pues entre los panistas ya no hay quien lo defienda y se trague el cuento de la “persecución política” sobre sus cuentas públicas y la sanción que le impuso el Congreso local.
La reunión que sostuvo este miércoles, con convocatoria a reporteros, con el diputado federal Alejandro Armenta es prueba de que ya no representa al PAN.
Luego de esa fallida conferencia de prensa que ofreció con su nuevo aliado –aunque en el pasado los dos se proclamaron odios y rencores–, el impoluto Eduardo Rivera Pérez escuchó el anuncio, ya antes pactado, de que Armenta lo defenderá con uñas y dientes en la tribuna del Congreso de la Unión, por las anomalías en su administración.
Esas sobre las que, por cierto, ha caído en el incumplimiento de la documentación que pruebe su “inocencia”.
Ahora, se escuda cobardemente en MORENA, para que lo defienda.
Ya que en el PAN nadie saca la cara por el yunquista, ahora le hará el favor el neolopezobradorista Alejandro Armenta –y Manzanilla, desde las sombras-.
¿Estará enterado el presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) panista, Ricardo Anaya Cortés, de la manera en que Lalo Rivera mendiga el cariño de MORENA?
¿Qué sanción procede?
La historia se parece mucho a la de su comadre Ana Teresa Aranda, quien buscó pretextos para victimizarse e irse del PAN.
También, por cierto, al camino seguido por el propio Armenta para huir del PRI, que le dio todo, dando un portazo de cantina.
Chantaje puro.
Pero las cosas no le salen a Eduardo Rivera.
Incluso en su fallida presentación en sociedad con MORENA, se le apareció un enemigo, para reventarle el show.
Armenta, con todo y su cinta negra en Karate-Do, no pudo defender la mañana de este miércoles a Rivera de la tunda verbal y el reto a un debate público que le puso y le propuso el también ex alcalde panista Luis Paredes Moctezuma.
Lalo Rivera tuvo ganas de salir corriendo, aunque no lo hizo, cuando Paredes llegó al hotel en que se juraba amor con Armenta y donde hasta se había sacado una foto previa con el marinista Javier López Zavala, otro que clama por los brazos de López Obrador.
El reto acalorado vino por el litigio en su contra por daño moral, que costaría a Rivera todo su patrimonio, al menos el declarado, como indemnización.
Se anuncia que Paredes le dará marcaje personal a quien lo bloqueó para ser candidato a la gubernatura y lo exhibió públicamente como la “vergüenza” del PAN.
Luego vino la batalla en la tuitósfera, en donde Eduardo Rivera se quedó también solo y vapuleado.
Los mensajes en su mayoría manifestaron desaprobación de la alianza entre el todavía panista y el ex priista, esa que se mueve por la ambición a secas.
La credibilidad de los dos quedó sometida a juicio y condenada al descrédito.
Tampoco los panistas que lo han acompañado recientemente en sus aspiraciones políticas le dieron juego ni presentaron defensa.
Bueno, ni un pálido retuit le regalaron a las fotos que publicó con Armenta y Javier López Zavala, sus amigos Rafael Micalco, Juan Carlos Mondragón, Humberto Aguilar Coronado y Juan Carlos Espina von Roehrich.
Prefirieron el silencio.
Ese que delata un dejo de deshonra.
Entienden, como diría el propio Juan Carlos Mondragón, que en caso de ser gobernador de Puebla, Eduardo Rivera gobernaría con algunos de estos renglones torcidos del marinismo, como Armenta y López Zavala.
Penosamente.
Sí, el otrora niño prodigio de El Yunque está hoy más solo que nunca.
La fuga hacia adelante para salvar su pellejo tiene olor a MORENA.
La ultraderecha y la ultraizquierda sellaron un avieso pacto rumbo al 2018.
Y sin asomo de vergüenza.