Más allá de los quejidos emitidos en la rueda de prensa ofrecida el pasado lunes 19 por Eduardo Rivera, Rafael Micalco, Juan Carlos Mondragón y Humberto Aguilar, está el sentimiento de quienes han sido sus prosélitos o sus simpatizantes al ir entendiendo que si Rafael Moreno Valle se hizo del PAN fue porque estos personajes se lo entregaron de la manera más torpe que pudieran imaginar: a cambio de nada.
Cuando ellos eran los dueños del partido impedían que alguien a quien no pudieran manipular llegase a una dirigencia partidista o a una candidatura, y cuando alguien no tripulable lo lograba, lanzaban todo tipo de denuestos y complots en su contra.
Frecuentemente para impedirlo acudieron a la oportuna expulsión de algún líder natural que con seguridad ganaría la presidencia de un comité directivo o una candidatura; lo hacían mediante el más insignificante pretexto que era frecuentemente desechado por el TRIFE, pero había pasado el momento en que se definía dicha posición y la susodicha persona quedaba fuera de la jugada.
Así fueron marginando a sus cuadros más competitivos e inflando a escuálidos dirigentes y candidatos que fueron incapaces de ganar elecciones, pero que les daban ocasión para tratar y contratar con el poder real. Así Lalo Rivera negoció la candidatura de Paco Fraile para asegurar la victoria de Mario Marín, quien en su momento les retribuyó ampliamente.
De los años de crisis (1970-2000) muchos de ellos salían en precaria situación económica, lo que facilitó el sometimiento de muchos ante aquellos que distribuían chambas. Así, los mediocres vividores que pudieron controlar al PAN (tras bambalinas o como mascarones de proa) tuvieron una legión de personas de “confianza” con las que empezaron a hacer “trampitas inocentes” en asambleas, convenciones y órganos directivos, hasta que poco a poco se hicieron traficantes y adictos a puestos que pudiendo haber sido de poder, quedaron en meras chambitas.
Sabiéndose incapaces de ganar una elección y repudiando a los mejores cuadros que tenían, actuaron como las ranas de la fábula de Esopo, quienes, cansadas de su propio desorden y anarquía, decidieron elegir a una reina de entre ellas, pero con nulo éxito, dado que nunca lograron ponerse de acuerdo bajo el argumento de que si todas eran iguales, ¡cómo una de ellas podría ser su reina!
Para resolver el entuerto, pidieron entonces a Zeus -padre de los dioses- les enviara una.
Éste atendió a su petición y, en efecto, se las envió, pero como reina de las ranas escogió a una enorme cigüeña que al llegar al estanque las fue devorando una a una, sin piedad…
Las ranas que sobrevivieron imploraron a Zeus les liberase de aquel tirano, pero él les respondió: “Sufrid los resultados de vuestras fastidiosas suplicas; pues con tanta ansia pedían una reina, que ella gobernara siempre sobre vosotras.”.
Eso es justamente lo que les ha pasado. Por ambición y mezquindad, relegaron a los verdaderos líderes que había entre sus filas y trajeron a alguien ajeno a gobernarles, mismo que ahora sujeta ese espacio que ellos antes dominaban.
Es evidente su desesperación ante la osteoporosis (desmoronamiento de los huesos) que les aqueja.
Lalo Rivera no se imagina a sí mismo sin un cargo público y exige: “Pregunten a Ricardo Anaya por qué no hay sanciones para Moreno Valle” (La Jornada de Oriente 21.06.17), mientras Anaya responde: “No está en la agenda del CEN discutir ese tema” (ibídem), y pretenden mantener la disciplina de su grupo mediante las falsas expectativas de que retomarán el control del partido.
Ya sea con Moreno Valle o con Anaya, y aún con los Calderón, es muy poco probable que lo logren. Todos los conocen y les saben incompetentes, falsos y traicioneros, de manera que quien logre el control del partido a nivel nacional pondrá en Puebla a alguien que sí dé buenos resultados (no como el cuarto lugar en el Estado de México).
Juan Carlos Mondragón hizo candidato a Rafael Moreno Valle; Rivera fue alcalde gracias a la exitosa campaña y estrategia electoral de éste, tuvo una mediocre gestión y es incapaz de responder por sus actos cuando sufre lo mismo que él le hizo a Luis Paredes, y no olvidemos que se decía que Micalco era (¿o sigue siendo?) el chofer de Lalo. No tienen estatura de líderes; supieron manipular los procesos internos del partido y negociar con el poder real, pero por su cobardía han sido ninguneados lo mismo por Calderón que por Moreno Valle y por Anaya…
Hay ya un claro sentimiento de rechazo a quienes por incompetencia, falsedad y tibieza entregaron el partido a Moreno Valle, no sólo por parte de Anaya y los Calderón, sino de aquellos que bien intencionados les siguieron sin percatarse de la calaña de quienes les fueron presentados como sus líderes.
Y hoy lloran como ranas lo que no supieron defender como hombres, a pesar de que muchos les advertimos lo que pasaría con la llegada de Moreno Valle al PAN.
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Por cierto: el pretendido frente común yunquista formado al amparo de Lalo Rivera, incapaz de enfrentar solo la embestida de Luis Paredes –que lo demandó por daño moral-, tuvo una inmediata, y altamente eficaz, respuesta por parte del morenovallismo, al que sin escrúpulo alguno le reclamaron “apertura”, “diálogo” e “inclusión”.
Más tardaron en juntarse para la foto el citado Rivera, Mondragón, Humberto Aguilar y Micalco, que Francisco Fraile (el pastor e “inventor” de Lalo) y Pablo Rodríguez Regordosa (él sí, verdadero “Príncipe” de El Yunque) en aparecer al lado de la secretaria general del Comité Directivo Estatal del PAN, Martha Érika Alonso, en una gira de trabajo por la Mixteca poblana.
La resurrección de Fraile fue acompañada de otra reaparición, la del también ex dirigente estatal Ángel Alonso Díaz Caneja, objeto de un homenaje del PAN morenovallista por sus más de 30 años de militancia.
Si se decodifican correctamente ambos sucesos, el mensaje de fondo fue tan obvio como contundente: en el PAN todos tienen cabida pero sin chantajes.
Para nadie es un secreto que voceros de Lalo Rivera han condicionado el diálogo a una negociación in extremis de su inhabilitación para ejercer un cargo público durante 12 años por irregularidades en sus cuentas públicas como presidente municipal de Puebla.
Invariablemente la respuesta ha sido negativa, y bajo un sólido argumento: el tema no está en el ámbito del partido, sino en el del poder Legislativo y la Auditoría Superior del Estado.
En todo caso, el diálogo se construye a partir del arte de la política, no de los lloriqueos ni desde el pedestal de la victimización; Lalo Rivera dinamitó los dos únicos puentes que le quedaban con el morenovallismo: el gobernador Tony Gali y el alcalde Luis Banck -una historia que en breve voy a contar-.
Y hoy Lalo Rivera está más solo que una rana en una balsa perdida en medio del océano Atlántico.