Lo peor de escupir al cielo es que no se advierte cuando se está haciendo y menos se presagia que las leyes del karma suelen volver sobre quien blasfema. Los inexorables causa y efecto. Esas normas del equilibrio de las cosas que llegan ahora tras Eduardo Rivera Pérez, el ex alcalde de la capital que causó en el pasado un severo daño moral y político a su antecesor de dos trienios, Luis Paredes Moctezuma, y quien hoy sufre los mismos males que desató –como abierta Caja de Pandora a modo– contra el entonces panista más conocido, quien incluso se consideró que podía ser candidato del PAN al gobierno del estado.
Sí, Lalo Rivera padece hoy las mismas piedras con las que dilapidó hace 12 años la carrera y la reputación de Paredes.
Por un lado, pesa sobre el toluqueño el proceso de inhabilitación y el pago de una sanción económica de 25.5 millones de pesos, que le abrió el Congreso del estado.
Por otro, está este tema entre particulares por la campaña de desacreditación y “reprobación” que Rivera encabezó desde su posición de presidente estatal del PAN, contra el entonces alcalde capitalino Paredes.
Esa costará a Rivera Pérez 20 millones de pesos, por una demanda que está en el Juzgado Cuarto de lo Civil y que contempla el embargo precautorio de la casa del otrora joven maravilla de El Yunque.
Visto así, el ex alcalde estará pronto en la indigencia, pues su patrimonio personal, con el de su esposa, asciende a seis millones 355 mil 982.69 pesos, de acuerdo con la declaración que presentó al dejar la presidencia municipal.
Equilibrio de las cosas viene en estos días a refrescarle la memoria a todos.
Ha dicho Rivera que el tema con Paredes sucedió hace 12 años sin darse cuenta de que el paso del tiempo no ha borrado su inocultable culpa.
Desde falsas altura y autoridad morales, Lalo Rivera, a nombre del Comité Directivo Estatal panista publicó en febrero de 2005 un amplio desplegado, con adjetivos y denuestos contra Paredes, por supuestamente “incumplir continuamente lo ordenado por el Código de Ética de Funcionarios Públicos del PAN”.
Lo acusó de “mentiroso” y de generar “incertidumbre, escándalos mediáticos o espectáculos políticos”.
Luego, vino la asociación del PAN de Lalo Rivera con el marinismo, para abrir procesos contra Paredes por la revisión de sus cuentas públicas y la expulsión de las filas del blanquiazul, lo que le cerró su paso hacia la candidatura a Casa Puebla.
Son 12 años, ha dicho Luis Paredes, en que estas difamaciones lo han minado, aunque se ha venido recuperando en lo político y lo personal.
De nuevo es militante panista y recientemente lo refrendó.
Su profesión de arquitecto le da para bienvivir.
Pero la causa-efecto desata sus condenas, esas que no admiten negociaciones ni ruegos; que no aceptan propinas ni tienen misericordia.
Para Lalo Rivera, quien hace poco revivió el caso al señalar que él no es como Luis Paredes, llegó el tiempo de pagar facturas pendientes.
Ahora no puede quejarse con la cantaleta de que tiene en contra al morenovallismo, pues Paredes padeció de a de veras la pesada mano del poder de Mario Marín Torres.
Tiene razón Paredes cuando señala las diferencias entre los dos casos.
“Tiene al poder y a los juzgados en contra; va a perder”.
“Yo no me victimicé como él, ni lo politicé como él”.
“No me fui a refugiar en las enaguas de Josefina (Vázquez Mota) y Margarita (Zavala)”.
Es un “tema innegociable con Rivera; no tiene nada que me interese”.
El Gran Juzgador en que se erigió Lalo Rivera, hoy está en problemas.
A punto de perder su carrera política y su patrimonio (¡al menos el que declara!)
El karma y sus 12 leyes –coincidente número en esta analogía, pues son los años que esperan de inhabilitación a Rivera y los que han pasado desde la campaña de difamación contra Paredes–, hoy tocan, literalmente, a la puerta de la casa de Lalo.
Y esas no aceptan chantajes.