Incumplen con sus cuotas obligatorias a su partido, el PAN; se creen dueños de la verdad absoluta, y consideran ser los defensores del bien, la democracia, la libertad, las buenas costumbres y la moral pública… Son los regidores de El Yunque, los “soldados de Dios”, los obedientes súbditos del corrupto ex alcalde Eduardo Rivera Pérez…
Los mismos que la mañana de este martes intentaron tomar como rehén a la cuenta pública 2016 del presidente municipal, Luis Banck Serrato, contaminando así el Cabildo de Puebla con sus fobias, sus resentimientos y sus causas perdidas, pero fracasaron, y rotundamente.
En la sesión ordinaria del cuerpo edilicio, Juan Carlos Espina, Adán Domínguez, Myriam Arabian, Miguel Méndez, Marcos Castro y Guadalupe Arrubarrena estuvieron a punto de enrollarse en la bandera del Palacio Municipal y lanzarse en grupo –tomados de la mano- del balcón principal, cual niños (y niñas) héroes.
Y es que en un exabrupto de solidaridad, equivocaron el escenario y la tribuna, y se pronunciaron en contra tanto del Congreso local como de la Auditoría Superior del Estado por la reciente inhabilitación por 12 años de Eduardo Rivera, quien –como se sabe- no justificó el uso que dio a 300 millones de pesos de su cuenta pública 2013.
Por supuesto, no podían desaprovechar los reflectores y de paso arremeter –aunque sin el valor para nombrarlo por su nombre y apellidos- contra el ex gobernador Rafael Moreno Valle, a quien culpan de todos sus males, los pasados, los presentes y los futuros.
Lamentablemente, en su cantinflesco mensaje, no entraron en materia y prefirieron callar respecto a las 11 obvias, claras y documentadas inconsistencias de la administración de Eduardo Rivera, inconsistencias que, más allá de cualquier interpretación política, le están ocasionando el peor dolor de cabeza de su vida, por la evidente falta de comprobación de recursos públicos.
Ante el berrinche de los regidores yunquistas, y tal vez para impedir un suicidio colectivo en pleno zócalo capitalino, el presidente municipal, Luis Banck, fijó un posicionamiento en el que, fiel a su estilo conciliador, pero con madurez y lealtad institucional al grupo político al que pertenece, reconoció el derecho de las partes a defender lo que sea de su interés.
“Expreso mi respeto a la diferencia de opiniones que siempre ha sido valorada en este Cabildo y hago votos para que los temas que nos alejan, nunca sean más grandes ni más poderosos que la oportunidad de construir juntos un legado para bien y para siempre, y para la mayoría de los poblanos”, dijo.
Y, para cerrar –y no dejar pasar la obvia provocación de los conspicuos militantes de El Yunque-, refrendó su confianza en las instituciones y en el desempeño del Congreso y la Auditoría Superior del Estado.
“Reitero mi compromiso para poner siempre el interés de la ciudad por encima de cualquier interés personal o de grupo”, concluyó Luis Banck, evitando con ello que el Cabildo se convirtiera en el ring de lucha libre que pretendían Espina, Arrubarrena y compañía.
En el fondo buscaban vengar la afrenta a su jefe orgánico, Eduardo Rivera, y que Luis Banck pagara los platos rotos, secuestrando la sesión y boicoteando la aprobación de la cuenta pública del edil capitalino.
Pero no lo lograron.
Es más: terminaron haciendo un olímpico ridículo.
Y es que por la tarde, al someterse a votación dicha cuenta en sesión extraordinaria, los regidores de El Yunque ni siquiera pudieron mantener la unidad entre sus filas.
Cinco de los seis (Espina, Domínguez, Arabiam, Castro y Arrubarrena) votaron en contra –a pesar, por cierto, de que durante todo un año avalaron los 12 estados mensuales financieros-.
Y uno, Miguel Méndez, amigo personal desde hace décadas del mismísimo Eduardo Rivera, fue el Judas de esta Semana Mayor, pues a la hora de la hora terminó votando ¡a favor!, traicionado a su grupo.
Antes, Espina y su clan habían tenido el descaro de pedir que se postergara la aprobación del dictamen para que la Auditoría Superior les proporcionara “más información”.
Muy tranquilo, Luis Banck lo resolvió fácil: les negó la moción y ahí murió la “rebelión” de El Yunque.
Cinco votaron en contra, pero no dijeron ni pío; uno tomó la ruta de la infidelidad, cobró sus 30 monedas, y tan tan.
Bueno, hasta los regidores del PRI avalaron la cuenta.
Así de grande, y de patético, el show de los súbditos de Eduardo Rivera.
Y todo por quererse inmolar por una causa perdida.
¿Y si mejor se ponen a trabajar por la ciudad?