La pasada semana, la exaltación de los habitantes de San Francisco Totimehuacán fue fiel reflejo del hartazgo de una población que se siente desamparada frente a los sucesos delictivos y desesperada ante la ineficiencia de los mandos y elementos que deberían garantizar su seguridad.
Ya todos conocen la historia.
Vecinos de la junta auxiliar situada en la capital detuvieron y amenazaron con linchar a un par de sospechosos asaltantes de un negocio, pero ambos fueron puestos en libertad por los cuerpos de seguridad. Fue entonces que la gente enfureció y ocasionó disturbios en la presidencia subalterna, al punto de incendiar una patrulla.
No se trata de avalar -de ninguna forma ni bajo ninguna circunstancia- la justicia por mano propia, pero hay que echar un vistazo a los números que no mienten para ubicar los motivos de una turba enardecida y destapar los pendientes de la Policía Municipal.
Tan sólo en la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), correspondiente al trimestre de junio a septiembre, el 71.3 por ciento de los habitantes de la capital de 18 años y más consideró que vivir en la ciudad de Puebla es inseguro.
La cifra es superior a la que el INEGI documentó en el reporte anterior, ya que de marzo a junio el 69.8 por ciento tenía esa percepción, es decir, creció cinco puntos porcentuales.
¿Algo más?
Por supuesto: El Sistema Nacional de Seguridad Pública nos dice respecto al estado que, en lo que va de 2016, la capital es primer lugar en incidencia delictiva de robo a negocios con y sin violencia. También mantiene el liderato en asalto a transeúntes y de vehículos de forma igualmente violenta. Además del nada honroso primer lugar en robo a casa habitación.
Los mismos datos del SNSP apuntan que en la capital se cometen al día un promedio de 102 delitos, lo que representa el 44 por ciento de todos los que se registran en el estado, sin tomar en cuenta los que no se denuncian.
De ahí una población harta, desesperada, organizada de forma empírica, que ya no sólo coopera con la policía municipal, sino que hasta hace parte de su chamba ante la necesidad imperante de protegerse, que a la menor provocación o sospecha busca y encuentra culpables, los amenaza y lincha.
Por si fuera poco, a través de las redes sociales, mientras Alejandro Santizo enmudece cuando los usuarios lo encaran ante la ineficiencia y el abuso de sus operativos, estas guardias vecinales buscan protegerse mediante una campaña en la que invitan al ciudadano a no denunciar a quien “haga justicia” frente a sus ojos.
Le llaman pacto ciudadano y se va extendiendo porque saben que pueden llegar a más. Lo han hecho.
Así las cosas en las calles de Puebla. Con la contemplación de la Policía Municipal y su jefe, Alejandro Santizo. Cada vez más ninguneados por la delincuencia y soslayados por los ciudadanos.
Ya todos conocen la historia.
La de la gente que se siente insegura, harta y con sed de justicia, y la del secretario que presume que amarrará un hueso en la próxima administración, la de Tony Gali, pero que no quiere ver la estela de ineptitud y desgracia que va dejando en el camino.