En el PRI hace mucho que los demonios andan sueltos y son quienes conjuran la maldición que lo ha llevado a perder las dos más recientes elecciones a gobernador de Puebla.
Y si los priístas aspiran a regresar, algún día, a la senda del triunfo, deben empezar por exorcizarlos.
Su más grande demonio, el ex gobernador Mario Marín Torres, es su principal lastre y siempre regresa a maldecirlos.
Su maltrecha imagen contaminó y enlodó a los candidatos del PRI en 2010, 2013 y 2016. El PAN lo ha usado una y otra y otra vez como ariete electoral; no sería extraño que también en el 2018, vuelva a ser utilizado como ejemplo de lo peor del tricolor a nivel local y nacional.
En estos días, la ominosa sombra de Marín ha vuelto a amenazar el poco prestigio y la poca credibilidad que queda a sus compañeros de partido.
Y es que estarían por definirse los juicios políticos pendientes en la Cámara de Diputados, entre ellos los que existen contra el impresentable “góber precioso”.
¿Por qué el PRI se niega a expulsarlo, junto con otros impresentables como los gobernadores de Chihuahua y Veracruz, para quitarse la etiqueta de partido corrupto?
¿Qué sabe Marín que ni las dirigencias estatal y nacional lo tocan ni con el pétalo de una crítica?
¿Qué tan poderoso es ese demonio?
En los próximos días -podría ser en cuestión de horas-, la Subcomisión de Examen Previo del Palacio Legislativo de San Lázaro comenzará a desempolvar los 319 expedientes que esperan resolución desde la LIX Legislatura.
Algunos son contra gobernadores en funciones, legisladores, ex legisladores, alcaldes y un largo etcétera.
Pero sin duda, entre estos expedientes que están congelados, algunos desde 2003, uno de los que más expectativas levanta es el del “góber precioso”.
El costo político para el tricolor se espera demoledor, pues lo mismo perredistas y panistas que diputados federales de otros partidos sacarán mucha raja del tema.
Es oro molido para seguir menguando al priísmo hacia la próxima elección federal, un priísmo ya de por sí debilitado por la bajísima calificación del presidente Enrique Peña Nieto.
A los muchos negativos del tricolor, que reflejan todas las encuestas, hay que sumar nuevamente en los medios y en la opinión pública, como uno de los temas principales, la corrupción, los presuntos delitos y los conocidos excesos del ex gobernador poblano.
Catastrófico.
Y es que además no se trata de una sola solicitud de juicio político contra el poblano.
Al menos son cinco, que en el primer semestre de 2006 interpusieron empresarios, ciudadanos, el PRD, el PT y Acción Nacional.
El ex gobernador lleva todas las de perder junto con su partido.
El asunto sin duda será controversial pues, aunque la Constitución señala en su Artículo 114 que ya prescribió la posibilidad de llevar a juicio político a Marín Torres, las solicitudes nunca fueron desahogadas procedimentalmente.
De cualquier modo, para el tribunal de la opinión pública, las nuevas noticias sobre el tema darán materia para un nuevo veredicto.
La interrogante mayor es por qué el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no toma cartas en el asunto y, como en otros casos y junto con otros, lleva a los tribunales a estos personajes.
Por qué si el presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Enrique Ochoa Reza, asegura que en el PRI se debe erradicar la corrupción interna, no comienza por Mario Marín.
¿Qué hace al respecto Jorge Estefan Chidiac, el presidente estatal?
¿Si ya van a expulsar al hijo del ex gobernador Melquiades Morales, el subsecretario morenovallista Fernando Morales Martínez, por “traición”, por qué no de una vez al “góber precioso”?
¿Quién es más impresentable: Fernando o Mario?
¿Marín o Morales Martínez?
¿Quién le ha hecho y seguirá haciendo más daño a su partido?
Los priístas poblanos no acaban de entender que el tema de la corrupción es el principal motivo por el que millones de mexicanos afirman que nunca votarían por su partido.
De ello depende la sobrevivencia del tricolor en el estado, tanto como clase política como generación.
Los jóvenes del PRI ya no pueden -ni quieren- seguir cargando con el desprestigio de Mario Marín.
Si alguno de ellos aspira a llegar a Casa Puebla algún día, debe empezar por exigir la expulsión del “góber precioso”.
Seguir arrastrando a ese demonio equivaldrá a seguir perdiendo elecciones.
¿Es tan difícil de entender?