Fue en abril de 2015 cuando el ese entonces candidato del PRI a diputado federal Jorge Estefan Chidiac, en plena campaña electoral, anunció uno de sus “grandes proyectos para la Mixteca”: la carretera Izúcar de Matamoros-Chiautla de Tapia.
No había mitin o reunión en la que el actual dirigente estatal del tricolor no empeñara su palabra con los habitantes de Izúcar, Tilapa, Chietla y Chiautla, a quienes incluso juró que ya tenía el proyecto y que la construcción de tan importante y necesaria vía de comunicación, comenzaría en sus primeros días en San Lázaro.
La sensacional promesa iba acompañada de otras no menos sensacionales promesas, entre ellas la de “bajar” alrededor de mil 300 millones de pesos de fondos federales para ejecutar diversas obras en la Mixteca.
Jorge Estefan dijo una y otra y otra vez también que con ese dinero se llevaría a cabo un corredor turístico en los barrios de La Magdalena y Santa Cruz Coatla, en Izúcar, en donde supuestamente se habían encontrado unas pirámides debajo de la construcción de las iglesias de esos lugares.
Eran los días de vino y rosas; días en que presumía ser el “hombre” en Puebla del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien ninguna petición le negaría e incluso lo impondría como presidente de la poderosa Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, escenario que nunca se cumplió, pues sólo un loco pondría a manejar las multimillonarias partidas presupuestales de la federación y los estados a un político del perfil de Jorge Estefan.
Ya como diputado en funciones, el presidente del Revolucionario Institucional regresó al sur del estado a inaugurar su casa de gestión y ahí volvió a repetir su letanía.
Lo cierto es que a un año de estar en San Lázaro, los “grandes proyectos para la Mixteca” han quedado en el olvido.
Todo quedó en una mentira.
Tal como sucedió hace 10 años, cuando por primera vez fue diputado federal por el distrito de Izúcar de Matamoros.
Los priístas de esta región no tienen precisamente muy buenos recuerdos de Jorge Estefan, aunque él crea lo contrario.
Ahí están, por ejemplo, los inspectores auxiliares, a quienes en la campaña de 2015 les pidió que lo apoyaran.
Les dijo que ya como legislador les iba a dar 100 mil pesos para realizar obra en sus comunidades; a cambio le debían dar 75 credenciales de elector y él, a su vez, les entregaría 75 cheques que ampararían la cantidad prometida.
Uno de los inspectores –el más escéptico- manifestó su extrañeza y le dijo delante de todos que lo que les proponía no sólo no era factible, sino totalmente ridículo.
Colérico, el entonces candidato lo regañó:
-¡Chingá!… ¡Háganle como les digo y agarren lo que les ofrezco, porque chingo a mi madre que ganando, ya no me vuelven a ver”.
Y tal cual.
No le volvieron a ver ni el polvo; menos los 100 mil pesos prometidos.
Esa parte sí les cumplió.
Al menos por un tiempo, pues, fiel a su estilo, Jorge Estefan regresó a las andadas en la campaña de su candidata a la gubernatura, Blanca Alcalá.
Cada vez que fue a la Mixteca, en las reuniones que sostenía con los priístas, lanzaba las mismas promesas pero ahora acompañadas de una abierta amenaza:
-Si no apoyan a “Blanquita” y si el PRI pierde, a la Mixteca se la va a llevar la chingada –decía.
Y agregaba:
-Y de mi parte va que ustedes no van a recibir ningún proyecto de los que les prometí en mi campaña.
Y en efecto: aunque el PRI ganó en los distritos de Izúcar y Acatlán de Osorio –la zona que representa en San Lázaro-, Jorge Estefan tiene castigados a los habitantes del sur del estado, a quienes ni siquiera voltea a ver.
De hecho, desde el pasado 6 de junio, tras la debacle de Alcalá, no se presenta en la región, y de los “grandes proyectos para la Mixteca”, ni una palabra.
Tan fuerte es el divorcio que incluso la organización Antorcha Campesina ha mandado pintar docenas de bardas en la Mixteca, en las que le reclaman que a la fecha no ha cumplido con sus promesas de campaña.
En especial, la pavimentación de la carretera a Acatlán.
-Que Tony (Gali, su concuño) les haga su pinche carretera –no deja de decir, en respuesta, cada vez que puede, y puede mucho, Jorge Estefan, orgulloso (y sobre todo ejemplar) diputado federal del PRI.