Es crudo, pero real. A más de dos meses de la jornada electoral en la que se definió al próximo gobernador de Puebla, las cuentas de Twitter de quienes no lograron convencer al electorado son auténticos terrenos de desastre.
Los mensajes de algunos dan testimonios de que se puede escribir desde las heridas y el abrupto silencio de otros es el manifiesto de la derrota instalada en su timeline.
Este último es el caso de Blanca Alcalá, ex candidata del PRI-Verde que de plano ha enmudecido en Twitter, pues sólo ha soltado un par de mensajes después del fracaso electoral. Uno de ellos fue el agradecimiento a quienes votaron por ella, el segundo para darle el pésame a su jefe político, Emilio Gamboa, por la muerte de su esposa.
Y no hay más. Han pasado 70 días y sólo dos tuits, el resto ha sido silencio. Ni siquiera la visita de su líder, Enrique Ochoa Reza y las ridículas disculpas que recibió a nombre del partido y que la llevaron al borde de la lágrima, fueron capaces de motivarla para reaparecer en la red social. Nada.
Manejada por neófitos en la materia durante su desastrosa campaña, su cuenta (@soyblancaalcala) se quedó con los 8 mil seguidores que ganó durante el proceso y también como escenario virtual de una zona de desastre tras la batalla electoral.
Incluso Abraham Quiroz ha tenido más actividad que la senadora. Y eso ya es significativo y vergonzoso para la priísta, pues el candidato de Morena es quien menos empleó las redes sociales en la contienda.
El proceso electoral le dejó a Quiroz unos 4 mil seguidores, además la conquista de un padrinazgo de generación en algún kínder. Así lo presume en unos 30 tuits que ha escrito después del 5 de junio.
En esos mensajes se ve cómo es que Morena sigue trabajando con sus estructuras de cara al 2018, amparándose, como siempre, en la figura de Andrés Manuel López Obrador. Pero al menos es un ente derrotado que respira y se mueve.
Como también lo hace la dupla de Roxana Luna y Ana Teresa Aranda, quienes mantienen una actividad regular, motivadas por dos cosas: el antimorevallismo que han adoptado para erigirse desde el odio como críticas del sistema y la obstinación por alcanzar un puesto público.
La perredista, por ejemplo, en un centenar de mensajes después del 5 de junio ha compartido temas que van desde su vida personal hasta actividades como integrante del CEN de su partido.
Varios de sus tuits aún mantienen el tufo proselitista con imágenes decoradas con los colores y distintivos que utilizó en la campaña fallida.
Incluso, en su destrampada carrera por estar dentro de la nómina del erario, asoma rastros de verdad cuando bromea sobre el reclutamiento de gente para su proyecto, que se extenderá hasta 2018, sin importarle el desprestigio que rodea a las personas que intenta incluir.
La ex panista, por su lado, mantiene el interés de seguir en la puja ahora que se instaló en la faceta de “independiente” y que por supuesto no abandonará. En la cabeza de su cuenta sigue usando el color morado de los independientes y se refiere a “una nueva historia”.
¡Ah! También conserva casi 3 mil seguidores que consiguió durante la campaña.
Esos son los rastros de una contienda electoral reciente.
Heridas que aún no cierran.
Ruinas y silencios.
Esperanzas o caprichos de quienes no han terminado de superar la derrota del pasado 5 de junio.