Arturo Luna Silva
Un dÃa, en un lugar cuyo nombre ya olvidé, se presentó un importante personaje ante un grupo de médicos prestigiados con el fin de que revisaran su estado de salud.
Después de realizarle todos los estudios y análisis correspondientes, los diez doctores que conformaban el equipo se reunieron con el enfermo.
Todos los galenos sabÃan que el paciente tenÃa una afección delicada, que podrÃa derivar en un mal gravÃsimo en caso de no atenderse inmediatamente con medicamentos e incluso una dolorosa cirugÃa.
El enfermo fue preguntando uno a uno a los doctores por su estado de salud y nueve de ellos evitaron decirle la verdad: unos, argumentando que no eran épocas adecuadas para dar malas noticias; otros, por cobardÃa, y el resto, porque querÃan seguir teniendo benéficos económicos del paciente, vÃa análisis, medicinas y consultas.
Sólo uno de los diez doctores enfrentó con profesionalismo y ética el asunto. Hablando con la verdad, le dijo al paciente cómo estaba su estado de salud y las alternativas para enfrentarlo, y que no debÃa posponer la decisión por los riesgos que esto conllevaba.
En ese momento, los nueve doctores que ocultaron la realidad atacaron a su colega acusándolo de catastrófico, aguafiestas e insensible.
En otras palabras: se le fueron encima como perros con rabia.
Pero dÃgame:
Si usted fuese ese paciente con una grave enfermedad, ¿qué doctor le gustarÃa a usted que lo atendiera: el ético y honesto, o el mentiroso y negligente?
Creo que todos preferimos al primero.
Si trasladamos todo esto a la situación que se ha dado en los últimos dÃas a raÃz de las afirmaciones del diputado priÃsta Jorge Estefan Chidiac, presidente de la Comisión de Hacienda en San Lázaro, respecto a la viabilidad de aplicar IVA en alimentos y medicinas, entenderemos que las suyas fueron declaraciones valientes, provenientes de un legislador que no sólo conoce –a diferencia de muchos en Puebla- las condiciones económicas de nuestro paÃs, sino que no tiene empacho en señalarlas, aunque a muchos, especÃficamente sus colegas de partido, les parezca una infamia que merece el paredón de la opinión publicada.
A nadie nos gusta oÃr malas noticias, pero los ciudadanos tenemos el derecho a saber la verdad: es nuestro paÃs, y es nuestro futuro. De silencios, hipocresÃas y linchamientos mediáticos ya estamos hasta la madre, es tiempo de que la clase polÃtica poblana –ésa que es tan enana y que tira la piedra y esconde la mano- afronte nuestra realidad como mexicanos responsables.
El capitán de un barco no enfrenta la tormenta apagando el radar o escondiéndose en su camarote. Dejemos de ser como la avestruz, que ante una amenaza corre a esconder la cabeza en un hoyo.
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El que ayer andaba llorando por los rincones como la muñeca fea, porque no lo invitaron a la comida en Casa Puebla con los directivos, equipo técnico y jugadores de La Franja, es Emilio Maurer.
No se imagina lo que, ardido y ofuscado, despotricó contra Mario MarÃn (quien a su casa invita a quien quiere), Ricardo Henaine y Jesús López Chargoy.
Quizá a don Emilio se le olvida que es un indeseable, y no sólo en el entorno del equipo camotero.
Para refrescarle la memoria, veamos el oficio de la Federación Mexicana de Futbol, en el que ratifican su expulsión no de La Franja, sino de todo el futbol azteca por manejo fraudulento del patrimonio de la FMF:
¿Quedó claro?