La candidata del PRI-PVEM y PES a la minigubernatura, Blanca Alcalá Ruiz, no sólo va muchos puntos atrás del candidato aliancista (PAN-PANAL-PT-CP y PSI), Tony Gali Fayad, en las encuestas, sino que también tiene bastantes pasos de rezago en la agenda y estrategia de campaña.
Blanca Alcalá y su equipo han bailado al son que les toca su adversario; han sido reactivos antes que propositivos, y no han encontrado la vía para enfrentar y sacudirse el cúmulo de acusaciones y argumentos del equipo de Gali.
Ella nunca ha ganado la agenda mediática, siempre viene de atrás. Y a la defensiva, fuera de tono, fuera de ritmo, fuera de timing.
Los priístas acusan de anomalías patrimoniales al ex alcalde capitalino, en conferencias de prensa y desde notas pagadas, la mayoría sin firma de un reportero que sea responsable de esas “investigaciones”, refritos en realidad, pero no presentan pruebas ni acuden a las instancias pertinentes a interponer denuncias de sus dichos.
Los asesores de Blanca Alcalá, en especial Hugo Scherer, el experto en guerras de lodo que fue enviado por Manlio Fabio Beltrones, la están metiendo a un terreno escabroso y que demerita a la propia candidata; la llevan al escenario del pleito callejero, a las vociferaciones de cantina, en el que ella nunca se ha desenvuelto. No es lo suyo ni ha sido su estilo.
La estrategia de Blanca Alcalá y su staff –donde no hay otra voz que la de su yerno, Édgar Chumacero- no hace más que demostrar que van muy abajo en las preferencias electorales y que persiguen atropelladamente, sin método y sin orden, al puntero.
Dejan ver su desesperación, al grado de inventar el supuesto enriquecimiento inexplicable o que Gali es dueño de giros negros, lo que ya en el pasado la misma Procuraduría General de la República (PGR) aclaró que es falso.
Van ya al ataque kamikaze –ataque suicida- que termina por revertírseles. Este domingo, por ejemplo, salieron en conferencia de prensa, sin pruebas sólidas ni admitir preguntas, a despotricar contra el abanderado de los partidos Acción Nacional (PAN), Nueva Alianza (Panal), del Trabajo (PT), Compromiso por Puebla (CP) y Pacto de Integración Social (PSI), y lo único que consiguieron fue que la acusación real, con argumentos y pruebas ante tribunales, será para Blanca Alcalá.
Apenas festejaban los priístas el “éxito” de su conferencia mañanera, cuando el PAN salió a anunciar que ellos sí irán ante la PGR a denunciar a la senadora con licencia por peculado, cohecho y lavado de dinero, lo que ocurrirá en las próximas horas.
Por vez primera, los blanquistas quisieron ganar la agenda y el gusto les duró apenas un par de horas, pues de nuevo salieron blanqueados.
Los días de la campaña, que concluyó ya su primera mitad, han demostrado que es más fácil que Blanca Alcalá se enganche con las acusaciones que le hacen desde la trinchera de Gali, a que el ex alcalde siquiera voltee a verla.
Para ello, tiene un equipo de reflejos ágiles, que encabeza Javier Lozano Alarcón, quien no regatea argumentos ni adjetivos para contratacar.
En el colmo del invento, este sábado apareció en la columna “Bajo Reserva” de El Universal, el borrego -seguramente filtrado por el equipo de Alcalá- de que el ex gobernador de Sonora, el impresentable Guillermo Padrés Elías, de quien se resaltaban sus negativos, estaba como “operador electoral” en la campaña de Gali.
De inmediato la especie fue desmentida y quedó en evidencia que no era más que parte del lodo que lanza Hugo Scherer.
Tony Gali va adelante y la estrategia que dejó ver desde el primer día de la contienda no va a variar; al contrario, irá puliéndose e intensificándose.
Irá de frente, sin reparar en los dichos de su adversaria, de sus cuatro adversarios en realidad, quienes hacen equipo y se coordinan en su contra.
Principalmente Alcalá, la “independiente” Ana Teresa Aranda y la perredista Roxana Luna, pareciera que se consultan y se reparten las descalificaciones contra Gali, para no repetirse en argumentaciones y golpear por flancos distintos.
El abanderado del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el académico Abraham Quiroz, también entra al juego, aunque por ahora está más preocupado en superar su nula experiencia y yerros ante la tribuna pública.
Los priístas, hasta ahora, no han concretado una sola de sus amenazas ni comprobado una sola de sus acusaciones. Dijeron que pedirían la cabeza de los consejeros del Instituto Estatal Electoral (IEE) y nada ha pasado; dicen que Gali es muy rico y a la mala, pero no van a las instancias pertinentes. Hablan de que presentarán un juicio político contra el gobernador Rafael Moreno Valle, pero todo queda en dardos de saliva.
En cambio, siguen la ruta del show mediático, como el viernes pasado que llevaron al Palacio Legislativo de San Lázaro a los despedidos del gobierno del estado a dar una conferencia de prensa y reventar la del diputado federal Eukid Castañón, quien, ecuánime, daba cifras y datos sobre el caso, para responder.
Fue una acción concertada, una celada, que encabezó el diputado federal del PRI Alejandro Armenta Mier, tan acostumbrado a tirarse al piso, rasgarse las vestiduras, hacer escenas vergonzosas y hasta golpear mujeres policías, como ocurrió penosamente la semana pasada en Tecamachalco.
El problema, el gran problema, para los priístas es que no consiguen remontar, ni con mentiras desde los medios que se editan en la Ciudad de México y, que, en honor a la verdad, solamente advierte el círculo rojo, pero no el grueso de los poblanos.
Qué tan mal estará la campaña de la priísta, que se sumó desde el sábado, “de tiempo completo”, el hoy ex gerente de Liconsa en Puebla, Juan De Dios Bravo, mejor conocido como “La Memela”, quien, con todo respeto, no tiene antecedentes de gran estratega. Es morralla política. Y morralla política marinista, para colmo de males.
Los yerros de Blanca Alcalá podrían convertirse en la tumba política de su campaña y el reloj, que no les deja ya mucho más tiempo, su cruz. La mitad ya ha pasado, y las definiciones están cada vez más perfiladas.